Por Percy García Cavero
La reiteración de una media verdad viene produciendo sus efectos. Esta vez el sacerdote jesuita Rafael Fernández publica en la página web de RPP un artículo en el que cuestiona el proceso judicial por difamación que tienen en curso los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz. El padre Fernández —queremos pensar que por ignorancia de los hechos— comete el mismo error que ya hemos visto en otras publicaciones: da por hecho que el motivo de la querella por difamación es la investigación sobre los abusos en el Sodalicio de Vida Cristiana que llevaron a cabo Salinas y Ugaz. Y eso simplemente no es verdad por más que se repita un millón de veces. El caso que pende sobre los periodistas limeños tiene como origen afirmaciones hechas sobre Mons. José Antonio Eguren fuera del contexto de la mencionada investigación. Para el p. Fernández, “sorprende un proceso judicial como el que se desarrolla en Piura y que camina con paso inexorable como si las investigaciones realizadas por estos periodistas merecieran la descalificación judicial y no más bien algún tipo de reconocimiento”. Allí también yerra en su juicio. Las investigaciones —si concedemos que por éstas se refiere a alguna investigación hecha específicamente sobre Mons. Eguren— no han sido periodísticamente consistentes y mucho menos concluyentes para permitirles afirmar que Mons. Eguren es co-creador del sistema de abusos físicos, psicológicos y sexuales; encubridor de casos de pederastia (el Juan Barros Peruano) o ser la cabeza de una organización criminal que trafica terrenos en Piura. Estas afirmaciones difamatorias no tienen sustento periodístico, y no tienen que ver con la investigación original de Salinas y Ugaz sobre el Sodalicio. Por otro lado, antes de presentar las querellas, se les pidió a Salinas y Ugaz que rectificasen sus afirmaciones, cosa que se negaron a hacer. Por tanto, lejos de ser víctimas de algo, en este caso ambos periodistas se presentan como victimarios. Y eso es lo que está por determinar la justicia. El p. Fernández también se pregunta: “¿Cómo es que hemos llegado a una situación como esta en la que quien señala el bien es o puede ser condenado?”. La secuencia de los hechos, si está dispuesto a informarse, le mostraría que el derrotero que ha tomado el caso no ha sido el resultado de intenciones oscuras o de querer “penalizar una investigación”, como afirma. Una vez más se hace eco de la premisa falsa. Lo que se busca es esclarecer en la instancia judicial competente si los periodistas han incurrido o no en el delito de difamación agravada. Y le recordamos al p. Fernández que existe un pedido explícito de la parte agraviada para que la pena —en caso de ser encontrados culpables los periodistas en cuestión— no se imponga. Por tanto, no cabe la dramatización victimista pues, por más mención jocosa “a la reja”, ni Salinas ni Ugaz la van a ver. Finalmente, el p. Fernández augura que, de haberse procedido de otra forma, se habría logrado “ponerse de acuerdo con el adversario en el camino (Mt. 5:25)”. A lo que debe decírsele que sí se intentó proceder de otra forma. Y ya que se cita la Biblia, el proceder del obispo procuró seguir el mandato de Jesús que indica que, si tienes algo contra tu hermano, primero ve y convérsalo con él; si no te hace caso, llama testigos y preséntale tus consideraciones; y si no te hace caso, lleva el caso ante toda la iglesia (Mt 18,15-18). Mutatis mutandis, eso es lo que ha hecho el obispo de Piura al solicitar primero una retractación de Salinas y Ugaz, que no quisieron hacer. Más bien, son ellos los que no intentaron “ponerse de acuerdo con el adversario (si consideran a Eguren su adversario) en el camino” y lanzaron a los cuatro vientos sus juicios. Y el p. Fernández, nos permitimos preguntar, ¿ha buscado a Mons. Eguren para preguntarle personalmente por qué hace lo que hace o plantearle sus inquietudes? Sería paradójico que, de haber publicado un artículo de divulgación nacional sin haber confrontado primero a Eguren, como indica el mandato divino, un jesuita, no parezca caminar en compañía de Jesús.
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