Hoy, día en que celebramos la Exaltación de la Cruz, el Padre Clemente reflexiona sobre el amor de Dios por el hombre y la necesidad de este de Su amor.
P. Clemente: Queridos amigos, hoy celebramos la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz. ¿Verdad que cada vez que escuchamos hablar de la Cruz, lo primero que nos viene a la mente el es dolor y el sufrimiento? Alguna vez he oído decir: “con lo que tenemos que sufrir, ¿todavía nos vienen a hablar más de la Cruz?” Les confieso que sentí pena, porque aquella gente no había comprendido nada del misterio de la Cruz y la veía como lo que realmente era antes de que Jesús fuese crucificado en ella. Un instrumento de sufrimiento y de dolor.
La Iglesia no celebra nunca el dolor como dolor, ni el sufrimiento como sufrimiento. Ni la fe, ni el cristianismo, ni por tanto la Iglesia son la exaltación del dolor ni del sufrimiento. Al contrario, Dios no quiere que sufran sus hijos. Y a Dios le duele cada vez que ve a uno de ustedes, sus hijos, sufriendo.
Si leemos atentamente el Evangelio que acabamos de proclamar en ningún momento se hace una apología de la cruz como tal. Lo que el Evangelio de hoy y la fiesta que hoy celebramos es una exaltación de la Cruz como expresión del amor que el Padre nos tiene.
La cruz no vale por sí misma. La cruz tiene un valor en la medida en que expresa y manifiesta hasta dónde llega el amor del Padre hacia cada uno de nosotros.
La cruz como señal y fuente de vida.
La cruz como señal y fuente de donde brota el amor que el Padre nos tiene.
No es el sufrimiento lo que celebramos sino el sufrimiento de Jesús como medida de su amor por el hombre. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único. Sólo así podremos entender la cruz. Nadie busca el dolor y el sacrificio, y sin embargo, ¡cuánto sacrificio en cada uno de vosotros para sacar adelante a vuestros hijos! Es en vuestro sacrificio donde los hijos reconocen el verdadero amor de sus padres. E incluso, sufren ellos, para que no sufran tanto sus hijos.
Pues esto es lo que celebramos hoy. La cruz como exaltación de Jesús y como revelación del amor del Padre.
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