El conductor de Ampliación de Noticias recuerda su vida en Europa y reflexiona sobre el presente y el futuro del Perú.
Tiene un pasaporte con sellos de 60 países y ha puesto el pie en todas las regiones del Perú. Fernando Cavallo ha sido entre varias cosas filósofo, pensador, periodista, patriota, obrero, investigador, hijo, hermano y padre; pero luego de 30 años viviendo en Europa, regresó al Perú y hoy es conductor de Ampliación de Noticias.
Pero, ¿quién es realmente este hombre de mil facetas? El hermano del conocido educador Constantino Carvallo pertenece a una estirpe de médicos que tienen dos calles en su honor (Constantino Carvallo bisabuelo y abuelo). A los 25 años dejó el país para conocer de primera mano todo sobre lo que había leído y hoy hace memoria de ese mundo que pasó delante sus ojos.
¿Por qué te fuiste del Perú?
Siempre quise irme. Todo sobre lo que leía ocurría en otras sociedades y eso era el reflejo de un debate, de una manera de pensar de la cual quería apropiármelo.
¿París fue tu primera opción?
No, siempre he sido de jóven muy germanófilo y mi objetivo era vivir en Berlín, integrarme a la universidad, tener amigos, ver el mundo como si yo fuera un alemán. Y lo logré, porque me integré, viví muy feliz, fascinado por la ciudad, porque Alemania en ese momento estaba dividida. Nunca me sentí un alemán, pero pude escribir poesía como un alemán, amar en alemán, tuve sueños y disfruté el teatro y el cine como alemán. Pude leer la prensa alemana con la misma fascinación con que leía la prensa peruana.
Viviste como alemán a tal punto de ser investigado como alemán.
Mucho tiempo después supe que mis incursiones en Alemania Oriental dieron lugar a un expediente de la policía política de la Alemania comunista, la muy temida Stasi. Descubrí eso mucho más tarde, 30 años después y también supe que la fuente de informaciones que la policía tenía sobre mí era una novia. Y eso es algo que me dolió y de lo que no me repongo hasta ahora.
Uno descubre con mucho dolor y mucha frialdad que una sociedad totalitaria corrompe a los seres humanos, porque los obliga a comportarse como el Estado quiere: si ellos desean que sus hijos sigan estudios universitarios, por ejemplo. Cuando llegué a Alemania en 1979, nadie pensaba que esa Alemania que había sido aceptada por la ONU y que participaba en los juegos olímpicos y mundiales, iba a desaparecer. En Alemania aprendí que quería ser peruano de una mejor manera.
La siguiente parada fue París.
Terminé la universidad a los 20 años y estaba convertido en un nerd completo, pero en esa época no era un nerd de la informática como lo es ahora, sino un nerd de los libros. Descubrí que quería acercarme a mi identidad latinoamericana y eso no se podía estudiar acá. En París conocí a mis amigos que después se convertirían en escritores, como Julio Ramón Ribeyro, Alfredo Bryce Echenique, Rodolfo Hinostroza. También amigos pintores y psicoanalistas.
Todo esto lo viví como soltero, pero lo que me pasó de extraordinario en Francia, es que me casé, tuve hijos y me vi de pronto ante la responsabilidad de educar hijos extranjeros para mí. Habían nacido en Francia, de madre francesa y que tenía que ayudar a que se desenvuelvan en su país, como yo me desenvolví en el mío.
¿Como es tu núcleo familiar?
Mi hijo mayor es matemático de pensamiento conservador, y mi hija menor estudia ciencias políticas. Estoy casado con una historiadora del arte, hija de diplomáticos que nació en Marruecos y vivió en Níger, Sudán, Egipto, Portugal y EE.UU. Ella llegó a vivir a París a los 25 años, el mismo año que yo. Rápidamente me di cuenta que yo conocía las instituciones francesas mejor que ella que es 100% biológicamente francesa, pero que no había vivido en Francia y tenía reflejos con menos calle de quien ha tenido que ganarse la vida ejerciendo, como era mi caso, 27 oficios diferentes.
Mi hijo me fascina siempre con su conocimiento de la ciencia, su racionalidad implacable y amor a la naturaleza. Mi hija tiene mucho trabajo con los temas sociales. Como dice un libro de Alfredo Bryce Echenique, el único paisaje que le interesa es el paisaje del alma. Mi hija es así. Con los dos comparto cosas diferentes, la pasamos muy bien juntos y cuando nos reunimos somos seres completos y felices.
Irse de joven hace que uno experimente muchas cosas. ¿Te volviste un bohemio?
No, nunca he sido un bohemio porque siempre me ha gustado acostarme temprano, tener una agenda. Incluso sigo comprando la misma agenda hasta ahora. Todo está apuntado ahí porque siempre he tenido que ganarme la vida y porque no recuerdo nunca en mi vida haber llegado tarde a una cita profesional.
En Alemania, uno de los 27 oficios que yo ejercí en mi vida, es trabajar en una clínica psiquiátrica donde guardaban los fines de semana a las personas que habían perdido la razón durante la guerra. Tuve testimonios de todos estos enfermos mentales sobre la guerra vista desde Alemania.
¿Cuales han sido esos oficios?
Bueno, he sido de todo. Asistente de enfermero psiquiátrico en Berlín. También fui obrero en una cadena industrial, en una fábrica de focos de luz. Fue una experiencia extraordinaria la que he tenido ahí. Una vez tuve unas heridas en el dedo, cosa que causó que fuera a la enfermería y me encontré con un obrero alemán, fuerte, que estaba curándose de algo más grave que yo. Ahí le dije "ya ve usted colega, estoy acá con esta dificultad". Y él me respondió "eso no es nada", mostrándome la mano a la que le faltaban 3 dedos. Y me dijo "La producción nunca debe ser detenida". Nunca se me ha olvidado esa frase.
¿La filosofía es el motor de tu vida?
La filosofía es el hilo conductor casi secreto de mi vida, es lo que abría mi curiosidad. Aristóteles dijo que la filosofía nace del asombro, que haya tú, que haya yo, que haya vida. Ese es el mismo asombro que vuelve a alguien un buen periodista, que nada le parezca obvio. Nada. Que quiera profundizar, que no se contente con las respuestas más evidentes y más convencionales. Es la curiosidad la que mueve al periodismo a meter la mano donde no debe.
¿Cómo viviste la época del terrorismo en el Perú cuando estabas en Europa?
Las noticias llegaban con cierto retraso, pero descubrí en París que allí habían personas que defienden a Sendero Luminoso. Hay un pariente del señor Abimael Guzmán en París y también está el señor Ruiz Eldech. A mi me indignó con particular intensidad que personas que respaldaron el baño de sangre vivieran en París. Si uno cree en eso, que vaya al frente también y no se quede en la cama mandando a gente ingenua hacia aventuras terroristas.
Fuiste profesor en la universidad Sorbona, ¿como nace esta inquietud (pedagogía) en ti y tu hermano?
Yo vengo a Perú porque falleció mi hermano. No pensaba quedarme. Pero me impactó su muerte, me hizo sentir un vacío enorme, distinto a la ausencia de los padres. Constantino era un año mayor que yo. Es lo que se llama mellizos irlandeses, porque en un periodo del año teníamos la misma edad. Me pasa lo mismo con mi hermana. Yo nací en enero y ella en diciembre. Mi madre tuvo dos hijos el mismo año.
Bueno, Constantino y yo habíamos estudiado en la misma promoción del colegio y los dos estudiamos filosofía. Solamente que mi hermano detestaba los aviones y a mi me encantaban. Él era de la Alianza Lima y yo no, pero siendo alguien sumamente diferente a mi no hay nadie que haya estado más cerca de mí. Yo he admirado el gran trabajo que hizo creando el colegio Los Reyes Rojos, porque los dos estuvimos en el mismo colegio y no nos gusto; casi que me da vergüenza citarlo porque le tengo mucho cariño por el fundador.
¿Qué fue eso que te marcó tanto en el colegio?
Que habían religiosos que nos decían que nosotros éramos la élite de esta sociedad. Estuve en un colegio particular religioso de hombres que quedaba en San Isidro y fuimos educados con unos valores que para mí no tienen nada que ver con el evangelio. Fuimos educados en el desprecio a los que tienen la piel oscura, y en el desprecio a aquellos que tienen actitudes afeminadas. Una de las cosas de la que me avergüenzo más en mi vida, es haber presenciado a un grupo de compañeros salir en la noche a pegarles a homosexuales. Haber participado en eso, es una mancha en la memoria que yo guardo de mi adolescencia.
Lo peor era que ese tipo de comportamiento podría ser comentado en público el lunes en el colegio, para ganar algunos puntos y subir en la jerarquía del prestigio masculino. En ese colegio, íbamos a misa en el cumpleaños de Francisco Franco, el dictador español. Cuando tenía 10 años recuerdo haber preguntado ¿cuando había muerto ese santo? En 1962 se había canonizado a Fray San Martin de Porras y mi familia le tenía mucha devoción. Entonces pensé que Franco era un santo y poco a poco me fui dando cuenta que ese hombre vivía, que era un jefe de estado, político y que había hecho lo que había hecho.
Sabemos por qué te fuiste y por qué regresaste. Teniendo tu núcleo en Europa, ¿por qué te quedaste?
Amo al Perú y debo reconocer que estamos viviendo todavía el mejor periodo de nuestra historia. Hay un dato masivo que hay que repetirlo porque lo olvidamos: en ningún periodo de nuestra historia ha salido tanta gente de la pobreza. En ningún periodo de nuestra historia hubo tanta gente con acceso a la educación y a la información. Nunca hubo tantas chances de acceder a la salud. Vivimos el mejor momento del país, pese a todas las deficiencias, pese a las negligencias graves que vemos y pese a la corrupción.
¿Y cómo logramos llegar a este punto?
Este periodo procede de una reacción contra los años que perdimos durante el terrorismo y la hiperinflación. La sociedad ha reaccionado y eso ha coincidido con una circunstancia internacional que ha sido favorable para nuestras importaciones, sobre todo de nuestros minerales. Por alguna razón, este periodo ha entrado en cuestionamiento en los últimos años por la baja del precio de los minerales. Hemos tenido, desde Conga hasta acá (la actualidad), una oposición a ciertas intervenciones mineras importantes. Pienso en Tía María, pienso en Bambas y he asistido a estos bloqueos con enorme tristeza, porque siento, que en estos tres casos ha fracasado nuestra capacidad de sentarnos a conversar con buena fe.
Si vivimos nuestra mejor época, ¿la corrupción también?
Lo que estamos descubriendo ahora con Odebrecht es algo que no tiene precedentes. Tal vez se puede comparar con el escándalo del contrato Dreyfus, en la época de José Balta, y es justamente porque había mucho más dinero. Por eso las empresas brasileñas han venido acá.
¿Sobrepasa a la época de Alberto Fujimori en la década de 1990?
En términos de monto, de relaciones internacionales y duración, sí. Acá hay un escándalo internacional que atraviesa distintos gobiernos y ninguno dijo basta. Lo que ocurrió en la década de 1990 estuvo más concentrado en el corazón del Estado, afectó a nuestras fuerzas armadas y hubo un implicación con el narcotráfico. Eso lo hace todo diferente.
¿Cómo nace ese gusto por el periodismo?
Mis amigos académicos pensaban que era yo más periodista y mis amigos periodistas pensaban que era yo más académico. El resultado es que me hallo entre los dos y me siento cómodo así.
Guardo una gran gratitud porque he podido establecer una relación con el pueblo peruano, con mi pueblo, a través de las ondas de RPP Noticias.En los años que yo llevo en este grupo, nunca he dejado de sentir que es un privilegio, un honor, recibir una llamada en el Rotafono de alguien que confía en tí, que confía en RPP Noticias cuando nadie le hace caso.
¿Que borrarías de los libros de historia o de la historia misma?
Erradicaría el nazismo como forma extrema de negación de una categoría de seres humanos y como forma de una barbarie criminal. Hablamos de que tuvo el respaldo de intelectuales, periodistas, jueces grandes empresarios, medios de comunicación y hasta poetas y dirigentes religiosos.
Luego de viajar tanto y vivir tanto, ¿cuál es la cosa más asombrosa que has visto?
Ver pintar a Fernando de Szyszlo un cuadro de tres metros por dos a los 91 años de edad, eso es algo que me pasó hace algunas semanas. Ver a una madre lanzarse a un lago helado para salvar a su perro.Vi a un policía interponerse y recibir balas para salvar a una señora que estaba amenazada por un ebrio demente en la calle. He visto a Herbert von Karajan dirigir a la orquesta filarmónica de Berlín. He visto la generosidad en sus manifestaciones más extraordinarias. Soy una persona habitada por un sentimiento de admiración y de gratitud a la vida y de admiración por la grandeza que hay por el ser humano, aunque nos empeñemos en ensuciarla y olvidarla.
Viaja en el tiempo, vuelve atrás. ¿Qué le dirías a Fernando Carvallo si te lo encuentras en el aeropuerto antes de viajar a Berlín en el 1979?
Ama, ama las cosas que haces, a la gente que encuentras, ama todo lo que puedas y que nada te retenga, Confía, no temas sufrir por amor.
Comparte esta noticia