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Francis Ford Coppola y su libre puesta en escena a través de "Tetro"

La última película del galardonado cineasta es una vuelta a sus orígenes. Rodada en Buenos Aires con Maribel Verdú, Vincent Gallo y Carmen Maura "Tetro" inaugura la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes.



"Siempre había querido ser libre", exclamó con satisfacción en Cannes el director de "El padrino" (1972), "y con esta película lo he conseguido".

Efectivamente, "Tetro" tiene las ventajas y los lastres de quien realiza una obra con el monopolio y sin voz crítica a su alrededor. En ella fluyen en bruto las brillanteces y las aristas del genio.

Coppola cuenta con pasión y con regodeo esteta la historia de un escritor frustrado y desequilibrado (Gallo) que enamora a su psiquiatra (Verdú) y recibe la visita inesperada de su hermano pequeño después de años sin mantener contacto con su familia, perteneciente a una elite artística de ascendencia italiana.

"Quería volver a hacer las películas que me gustaban de joven, al estilo del cine europeo de los años cincuenta y sesenta", explicó en Cannes a un grupo de medios de comunicación, entre ellos Efe, "y así creé mi obra más personal, con la que he aprendido a concerme a mí mismo y a mi familia".

Coppola no duda en hacer guiños a sus referentes artísticos: Desde "Las zapatillas rojas" (1949) hasta "El hombre de arena", de E.T.A. Hoffmann y la consiguiente traducción operística de Offenbach. "Tetro" es, ante todo, un ejercicio de autocomplacencia.

Y es que el director italoamericano demostró hace ahora treinta años en este mismo festival que podía armonizar una producción complejísima como "Apocalypse Now" (1979) y llevarse la Palma de Oro, por lo que ahora se permite volver a la experimentación que tan buenos resultado le dio en "Rumble Fish" ("La ley de la calle", 1983) o en "Drácula" (1992).

Como en la primera, en "Tetro" se sirve del blanco y negro con puntuales gotas de color para tamizar más todavía su exquisitez visual. Y como en la segunda, utiliza viejos trucos ópticos para crear una atmósfera envolvente y malsana. Además, de nuevo se centra en la mitificación del vínculo familiar para catalizar sus obsesiones.

"La familia siempre me ha parecido interesante. La amas y la odias, es una relación muy compleja. Las peores guerras son las civiles porque son entre hermanos", sostiene Coppola.

Guerra y genealogía han dado pie a lo mejor de Coppola. "Tetro" es, sin embargo, el primer paso (a falta de estreno en España y América Latina de su anterior trabajo, "Juventud sin juventud") en una nueva senda en la que a veces tropieza. Pero lejos queda ya la etiqueta de "encargo" que le llevó a hacer títulos como "Jack" (1996) o "The Rainmaker" ("Legítima defensa", 1997).

Al director no le preocupa ahora el error. Aunque ha descendido notablemente su impacto artístico se ha dedicado exitosamente a la producción vinícola y eso le permite dejar de pensar en la rentabilidad y centrarse en el disfrute del proceso creativo, otro tema que sobrevuela la película.

Por ello, ante el paralelismo con Orson Welles matizó: "Él se refugió en Europa para hacer el cine que quería y yo en Argentina. Pero hay una gran diferencia: yo soy rico".

Aun así, eligió el país latinoamericano "por la intimidad que transmite", pero también "porque era un lugar donde mis dólares valían más que en una zona con el euro".

Pero el rodaje no fue fácil e hizo que a "Tetro" le rodeara un aura de filme maldito: robaron el ordenador donde tenía guardado el guión y hubo un baile de nombres en el reparto que dejó fuera a Matt Dillon y Javier Bardem para dar paso a Vincent Gallo y Carmen Maura.

"Hay que intentar sacar lo mejor de los accidentes que surgen durante el rodaje. Y yo era consciente de que un proyecto como éste era difícil de seguir de principio a fin", explicó.

Sí estuvo en mente desde su concepción a Maribel Verdú, a la que el realizador abordó en la alfombra roja de los Óscar en 2007 -cuando su película "El laberinto del fauno" competía por seis premios- y mostró su admiración.

"Unos meses después me llamó por teléfono y me envió el guión. Tardamos mucho en empezar a rodar, como un año, y otro año después ya terminamos la película. Nuestra relación ha sido estupenda. Es como si fuese de la familia", explicó en Cannes una entusiasmada y espléndida Maribel Verdú.

"No te preocupes por mí", le decía con complicidad a Coppola ante los periodistas. "Contesta tú, que ellos quieren hablar contigo. A mí pueden acceder siempre que quieran", le dijo Verdú a su director.

La actriz dejó así claro su poco interés hacia el lado promocional de Cannes. "No me interesa nada trabajar en América. He venido aquí a estar con mi gente y a venderme lo menos posible. Coppola me demostró que las buenas oportunidades vienen a mí solas", concluyó.

Efe

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