Las personas que crecen sin afecto, sumado al maltrato o abandono, serán más vulnerables emocionalmente, con baja autoestima, y con dificultad para expresar lo que sienten.
Así como el ser humano necesita del aire para respirar, del agua y la alimentación para sobrevivir, el afecto es una parte fundamental e inherente en cada individuo para desarrollarse internamente y relacionarse con su entorno y la sociedad.
Las personas que reciben muestras de afecto desde que nacen serán emocionalmente más estables, tendrán una mejor calidad de vida, y un nivel óptimo de autoestima; esto les permitirá tener más confianza, seguridad y respeto consigo mismos y su entorno social.
Suelen presentarse situaciones donde la familia puede tenerlo todo: un buen lugar para vivir, condición económica estable, necesidades materiales cubiertas, etc.; sin embargo, puede carecer de contacto humano en el sentido de no saber o no querer demostrar su afecto en su entorno familiar.
El origen de esta carencia afectiva puede ser porque también arrastran desde su infancia este modelo de conducta, y luego de adultos les es difícil saber replicarlo, repercutiendo sobre todo en la salud emocional de sus hijos e hijas.
Otras razones son la poca disponibilidad de tiempo para dedicarse al cuidado y crianza de sus hijos, dejando esa responsabilidad en terceras personas; también está el temor de los padres y madres de no saber cómo hacerlo, yéndose en muchos casos a los extremos, como la sobreprotección en demasía, o evitar todo tipo de contacto afectivo.
Las personas que crecen en ese contexto, añadido a situaciones de maltrato o por ausencia de uno de los padres debido al abandono, serán más vulnerables emocionalmente, seres resentidos, con baja autoestima, y con dificultad para expresar lo que sienten.
Un abrazo, una caricia, un beso o palabras de afecto, nacidas desde el corazón y dadas con amor, serán el mejor remedio para sanar cualquier herida del alma o carencia del pasado que la persona haya podido experimentar a lo largo de su vida.
Todo esto ayudará a ser mejores personas, mantener una familia armoniosa, vivir sin traumas, complejos o resentimientos; además, fortalecerá sus relaciones interpersonales, dándole bienestar en la vida.
Se ha comprobado que brindar un abrazo, un beso, un elogio, destacar los aspectos positivos del otro, reconocer los logros y cualidades, una mirada de dulzura, saber escuchar sin juzgar, entre otros, son acciones necesarias que deben estimularse desde la infancia.
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Producción: Amelia Villanueva Ramirez
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