´¿Ustedes son peruanos? Mateo y yo dimos un sí orgulloso. ´La que los parió´ ´¿Y eso?´ ´Es que yo estaba seguro que perdían con Venezuela y le aposté todo, todo, y resulta que ustedes ganaron´.
Apareció de la nada para salvarnos a Dante Mateo y a mí y vaya si nos dejó impresionados. Su nombre nunca lo supimos. Pero era alta, erguida, imponente y hasta encantadora. Peinaba unas canas larguísimas, recogidas en moño, y se notaba su estampa de mujer impresionante.
“Huelo a coso. ¿Tienen yuyo ustedes?” Eso fue lo primero que dijo cuando abordamos su auto poco antes de las dos de la tarde del domingo 24 de julio, rumbo al Monumental de Nuñez para la finalísima. Las calles estaban llenas de aficionados de celeste o blanco y rojo, nos habíamos tenido que quedar hasta terminar la edición en vivo de “El Perú y sus Raíces” y no se veía taxi alguno cuando, como digo, se apareció ella y simplemente nos salvó la vida.
Tenía lo que entre nosotros se llama voz de guayacol y no dejaba de impresionarnos desde la altura de sus sesenta años corridos. Y más. Era una mujer sin tiempo, una taxista inusitada en la tarde bonaerense. Y dale. “Sigo oliendo el coso”. “Señora”, interrumpí, “¿lo dice por la hoja de coca que mastico?” “Sí… ¿no me podes invitar un poquito?”
Y se soltó. “¿Ustedes son peruanos? Mateo y yo dimos un sí orgulloso. “La que los parió” “¿Y eso?” “Es que yo estaba seguro que perdían con Venezuela y le aposté todo, todo, y resulta que ustedes ganaron”. Mateo no se contuvo: “¿Y qué apostó?” “Todo, todo… hasta mi mujer la aposté.” Y manejaba como una estrella del volante.
Al rato se puso a pronosticar que Paraguay se llevaba la Copa, que los uruguayos no merecían ser campeones. Mateo vio la oportunidad y le dijo, “Ya está, le apuesto yo voy a Uruguay”. Ella lo miro a Dante Mateo de arriba abajo y dijo: “Y qué quieres apostar vos”. Mateo, ni tonto, le dijo en una: “le apuesto su mujer”. Ella sobreparó, lo volvió a estudiar al compañero y sentenció con desaliento: “no, no, ya está muy viejita para vos.”
Yo no daba más y decidí examinar la ficha técnica que los taxis argentinos tienen, al estilo Nueva York, en la parte posterior del asiento del piloto. Sorpresa. La tía era más pirata que Drake. No figuraba nombre alguno ni razón social ni nada. Solamente en la parte correspondiente a la foto del conductor se apreciaba, luminosa y amable, una estampita de la virgen María. Aleluya.
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