Según un reciente estudio, para las que osan casarse con un "mammone", la figura de la suegra es la más odiada del entorno familiar y, muchas veces, causa de divorcio.
La crisis económica que azota a Italia es, desde luego, una explicación al fenómeno de la cantidad de jóvenes que, hasta los 30 años y más, continúan viviendo en casa de sus padres muy apegados a su madre que les cocina, plancha y lava su ropa, arregla su habitación y se desvive por el talludo hijo amantísimo.
Sin embargo, el fenómeno viene de lejos en una Italia en que, como país mediterráneo, católico y tradicional, la familia juega un papel social superior al de los países anglosajones y en el que la relación madre-hijo ha superado los límites soportables para las novias o esposas que han de sufrir de por vida a una "mamma", virtuosa en todos los quehaceres hogareños.
Según un reciente estudio, para las que osan casarse con un "mammone" (el singular de "mammoni") la figura de la suegra es la más odiada del entorno familiar y, muchas veces, causa de divorcio.
Una aversión que luego sufrirán ellas al convertirse a su vez en "mammas" de sus hijos, en una sociedad machista por antonomasia.
Y es que incluso cuando el hijo ha formado una familia, procura en un alto porcentaje vivir cerca de la madre, a la que visita con asiduidad y a la que llaman por teléfono al menos una vez a la semana, con la cita sagrada de comer juntos el domingo.
Ya en 2003 casi la mitad de los jóvenes entre los 20 y 32 años vivían con sus padres en Italia y no querían ninguna autonomía antes del matrimonio por cuestiones económicas -dificultades para alquilar una casa y los bajos sueldos-, y también por la reconocida comodidad y vinculación con la familia.
Ahora, mientras sólo una de cada diez mujeres de
"Prefiero que esté en casa, pero reconozco que le he viciado, le he criado en una campana de cristal y es mucho más caprichoso que su hermana", dice Rita Ubertini, de 50 años de su hijo, Manuele, de 25, que vive bajo su techo.
Manuele es el vivo ejemplo del "mammone", no gana lo suficiente, pero tampoco tiene la responsabilidad de vivir solo, se pasea en moto por Roma con su novia y Rita prefiere que coma, cene y duerma con ella en casa "antes de que anden por ahí".
Las tentaciones de la cocina casera y los precios astronómicos de los alquileres hacen el resto.
"Estoy segura de que si Manuele encuentra un piso tendré que ir yo a limpiarlo, aunque él sabe hacerlo perfectamente", refiere la mujer.
¿Y si el chico se decide por el matrimonio?: "En Italia decimos que cuando se casa un hijo, sale uno y vuelven cuatro", dice Rita, en referencia a las separaciones o pérdidas de trabajo que, en mucho casos, obliga a los hijos a regresar al nido materno con sus vástagos.
La estrecha relación madre-hijo a la italiana ha quedado plasmada en películas como "Rocco y sus hermanos", de Luchino Visconti, o "Los inútiles", de Federico Fellini.
El contrato social italiano que antaño establecía vivir con los padres hasta iniciar la carrera profesional y crear una familia para, tras dos años de luna de miel, acoger a los padres que se hacen cargo de sus nietos antes de ser cuidados ellos, se ha ido al traste.
El aumento de los "mammoni" ha invertido el esquema social, gracias al argumento de la crisis económica y, por ende, al miedo al paso de la independencia: el matrimonio.
EFE
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