Pese a que los nacionalistas kurdos trabajan desde hace años por incorporar a la mujer a la administración, el dominio de los hombres en las calles y los puestos de trabajo de las zonas kurdas es palpable.
A Ferihan la obligaron a casarse cuando aún era menor de edad. Su marido, un familiar mucho mayor que ella, la obligó durante años a prostituirse, por lo que decidió escapar con otro hombre, al que sí amaba.
Por desgracia, el marido logró encontrarla y llevó a Ferihan (nombre cambiado) de vuelta a casa, donde fue "juzgada" por su propios familiares y condenada a muerte por haber "mancillado el honor de la familia".
Ferihan hubiese sido asesinada -como muchas otras mujeres del conservador sureste de Turquía, donde se concentra la población kurda- de no haber sido porque su hermano, contrario a la decisión de su familia, pidió ayuda al Colegio de Abogados de Diyarbakir.
Pese a que los nacionalistas kurdos -que controlan la política local del sureste del país- trabajan desde hace años por incorporar a la mujer a la administración, el dominio de los hombres en las calles y los puestos de trabajo de las zonas kurdas es palpable.
En las áreas rurales, los clanes aún tienen poder para decidir sobre la vida de sus miembros, y el código de conducta tradicional, la "töre", está por encima de las normas dictadas por la laica República de Turquía. En estos lugares, el honor es la ley suprema.
"Las mujeres no pueden vivir libremente, no pueden casarse ni amar a quien quieran. Cuando llegan los 14 ó 15 años, el clan decide que la va a casar con tal persona y recibe dinero o animales por parte de la familia del novio", cuenta Gül Kiran, de la Asociación de Mujeres de Van (VAKAD).
"Según las normas tradicionales, la mujer no es más que una propiedad del clan", asegura.
El año pasado, 72 mujeres murieron asesinadas en las zonas kurdas (frente a las 265 en el resto del país) y otras 269 fueron hospitalizadas víctimas de la violencia machista.
De los 70 millones de habitantes del país eurasiático, entre 12 y 15 millones son kurdos.
Además, 113 mujeres se suicidaron obligadas por su familia o bien porque no pudieron soportar más las condiciones en las que vivían.
Türkan Turan, encargada de asuntos de la mujer en el Ayuntamiento de Diyarbakir, critica que desde la llegada al poder en 2002 del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista moderado) se ha incrementado el número de muertes de mujeres, algo que achaca a la visión "machista" del Gobierno de Recep Tayyip Erdogan.
Según los datos que manejan los servicios sociales de Diyarbakir, 13 de los asesinatos de mujeres kurdas cometidos en 2010 lo fueron en nombre del honor.
Y ese honor puede ser mancillado muy fácilmente, de acuerdo a las costumbres locales: basta que una joven hable con un chico; que una mujer casada reclame el divorcio o incluso que sea violada.
"Basta un simple rumor", explica Nilgün Yildirim, del Centro de Mujeres de Diyarbakir (KAMER).
El marido pedirá a la familia de ella que limpie su honor y la asamblea familiar deberá decidir cómo castigar a la mujer que ha "deshonrado" al clan.
"Si no se castiga a una mujer a la que la sociedad considere merecedora de castigo, la vida para la familia se vuelve imposible: los vecinos no te saludan y en la tienda no te venden nada. Todo el pueblo trata de marginar a la familia que no ha lavado su honor", relata Yildirim.
Muchas veces son los hombres de la familia quienes avisan a asociaciones como KAMER de que está a punto de cometerse un crimen.
"Son personas que se oponen al asesinato, pero no tienen poder para impedirlo dentro de la asamblea familiar", añade la experta.
"Denunciar no es fácil para una mujer, hace falta mucho valor. Se expone a un gran riesgo. A pesar de todo, en los últimos años ha habido un aumento importante en las denuncias", asegura Demet Öztürk, del Colegio de Abogados de Diyarbakir.
A ello han contribuido las campañas de concienciación de las asociaciones de mujeres y la red tejida junto a los servicios sociales de los ayuntamientos y los abogados, que permite proteger a las víctimas de la violencia en casas de acogida y darles asesoramiento legal.
También han logrado que el Gobierno eleve las penas de cárcel para quienes cometan crímenes machistas y, desde 2005, es posible imputar a todos los miembros de la familia que han participado en la decisión de matar a la mujer.
"La Fiscalía puede llamar a todo un pueblo a declarar. Y también son muy importantes los registros telefónicos, para saber hasta qué nivel y quiénes están implicados", cuenta la abogada Gülay Alan.
"De todas formas, aunque la ley está bien, la mentalidad impide ponerla en práctica todo lo que se debería", se lamenta Yildirim.
"Nosotras hemos crecido aquí y sabemos cómo funcionan las cosas. Cuando una mujer amenazada quiere volver a su casa buscamos a una persona dentro de su familia que quiera protegerla. Esta persona debe dar su palabra de que nadie volverá a tocarla y además buscamos a alguien respetado -un alcalde o un imán- que garantice que la palabra dada va a ser respetada", explica.
Afortunadamente, en las zonas kurdas, la palabra de uno tiene tanta importancia como el honor.
-EFE
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