Su nombre es parte de la historia de la música andina de nuestro país; pero a su vez, representa a los primeros migrantes que transformaron el rostro de Lima en lo que actualmente es: Un mosaico de expresiones culturales, un resumen de la diversidad peruana.
La niña que solía jugar con las Tanta Wawas (muñecos de pan) en su Malvas natal, jamás pensó que venir a Lima, le cambiaría la vida. Era la última de 12 hermanos y desde temprana, pastoreaba sus rebaños, a la par que cantaba con una dulzura tal, que sus paisanos la bautizaron como “Chicche” (un pajarito cantor).
Pastorita era quechua hablante y fue su profesora de los primeros grados le enseño a hablar español, lo cual le sirvió de mucho cuando emigró a Lima, la ciudad soñada por los provincianos, cuyos contrastes experimentó por primera vez en la década del 40. En la capital se desempeñó como empleada del hogar, el casi obligado oficio de las mujeres provincianas. Aquí aprendió a escuchar a Schubert y cantar su “Ave María” en sus horas de descanso. Empezaba su faceta de autodidacta.
Pastorita empezó a frecuentar la Fiesta de Amancaes, refugio de la expresión cultural de los migrantes de la época. Allí se integró a la diversas compañías folclóricas, hasta que decide debutar como solista con el nombre de Torcasita Huaracina, en diciembre de 1942 en el Coliseo Bolívar.
Eran los tiempos en que los provincianos abarrotaban los coliseos y donde un personaje de la talla de don José María Arguedas, la conoció y le dio pautas para trascender más allá de una simple intérprete, y la encaminó hacia la investigación de su música y el patrimonio inmaterial que representaba.
María Alvarado Trujillo, entendió bien el mensaje de nuestro ilustre novelista y enmarcó su vida artística a desarrollarse en lo personal y a marcar diferencias a partir de sus conocimientos, pese a que sólo estudió oficialmente hasta el tercero de primaria.
Lo demás vino por consecuencia propia: Se ganó al público provinciano y de la capital que reconocían en ella no sólo a la buena intérprete, sino también a la mujer luchadora y con el coraje de llamar las cosas por su nombre. Su fama trascendió fronteras y viajó a Europa, Asia y América , donde era reconocida como Embajadora y Decana de la Música Andina, Reina y Señora del Canto Andino,.
Pastorita fue reconocida como Patrimonio Cultural Viviente de la Nación; la cámara de senadores la condecoró con el grado de Comendadora de la Nación, el Ministerio de Educación con las Palmas Artísticas en el grado de Maestra, así como el Poder Ejecutivo a nombre del Estado la condecoró con La Orden del Sol en el Grado de Gran Cruz.
Fue conductora del programa ”Canta el Perú Profundo” durante tres décadas. Estuvo en los escenarios por más de 57 años hasta que un cáncer de estomago acabó con su vida un 24 de mayo del l 2001. Sus restos fueron incinerados y arrojados al río Santa en Huaraz, al que inmortalizó en su canto.
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