El perro se considera tradicionalmente una importante fuente de energía y también de virilidad masculina.
De sabor intenso, aroma penetrante y textura correosa, la carne de perro es un manjar para muchos surcoreanos que, especialmente en verano, disfrutan de platos elaborados con este animal a pesar del rechazo de una creciente minoría.
El consumo de carne de perro o ‘Kaegogi’ en Corea del Sur es una tradición que data de varios miles de años y se practica de forma ocasional al ser un plato solo disponible en restaurantes especializados y relativamente caro (de 10 a 15 euros por comensal).
Los comercios del mercado de Moran exhiben jaulas atestadas de perros sin raza específica o ‘Ddongke’, cuyo destino es ser sacrificados, depilados y hervidos para convertirse en carne por piezas a demanda del cliente.
En Corea el perro se considera tradicionalmente una importante fuente de energía y también de virilidad masculina, algo que Moon Hyun-Kyeong, presidenta de la Asociación Coreana de Nutrición, atribuye a su alta aportación de proteínas en una dieta caracterizada, especialmente en el pasado, por la escasez de carne.
La carne de perro, que presenta unos valores proteínicos similares a la vaca, el cerdo o el pollo, según la doctora Moon, "también contiene una elevada cantidad de ácidos grasos insaturados" que ayudan a prevenir el colesterol y enfermedades coronarias.
Si bien nadie pone en entredicho los valores nutricionales del ‘Kaegogi’, el debate ético ha cobrado fuerza a medida que Corea del Sur se ha transformado en un país desarrollado en el que millones de personas conviven con perros como animales de compañía.
"Los perros forman parte de la vida de las personas, son inteligentes, perciben lo que sucede a su alrededor y expresan sus sentimientos", expuso Seo Bora-mi, portavoz de KARA, una organización surcoreana que lleva a cabo intensas campañas contra el consumo de carne de perro en el país.
Seo denuncia una oscura realidad en la que los perros "viven aglomerados en jaulas pequeñas sin unas condiciones higiénicas mínimas" y, para sacrificarlos, en algunos casos se usan técnicas crueles como golpes en la cabeza o ahorcamientos.
Mientras KARA y otros grupos defienden la prohibición total de la venta y consumo de ‘Kaegogi’, el pensamiento generalizado en Corea del Sur es que el perro no merece un trato diferente al de otros animales y quienes tratan de cortar de raíz la tradición de consumirlo se basan en criterios subjetivos.
Por su parte, las leyes locales no ayudan a poner freno ni tampoco a regularizar estas actividades, que se realizan a la vista de todos pero al borde de la clandestinidad.
Aunque la legislación prohíbe técnicamente la venta y el consumo de carne de perro al no considerar a los cánidos como ganado, no establece penalizaciones al respecto, lo que obliga a criadores y hosteleros a trabajar en un vacío legal donde escasean las inspecciones y los controles de sanidad.
EFE
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