Cinta trata sobre la toma de la residencia del embajador japonés en Lima en 1996, durante el gobierno de Alberto Fujimori
Una de las embajadas más protegidas del cuerpo diplomático de Lima, Perú, durante el gobierno de Alberto Fujimori, es tomada por un grupo subversivo al que se había dado por extinguido. Situación gravísima para el país, que indudablemente el poder ejecutivo no dejaría pasar sin beneficiarse políticamente.
Resulta asombroso que después de tantos años de violencia terrorista en el Perú, no existiera un dispositivo de estado que hubiera permitido reaccionar rápida y ordenadamente a las fuerzas de seguridad del país. Por ello "Rehenes" llevado a la pantalla grande por una reciente cinematografía peruana contrasta quizá con éste, uno de los sucesos más trascendentes de las últimas décadas que se haya dado en nuestra convulsionada Latinoamérica.
Un traumático compás de espera de 122 días, para socavar el subsuelo y penetrar a la residencia del embajador nipón se convierte en pretexto para que el gobierno central se auto confiera facultades extraordinarias.
Una incursión perpetrada por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), previa a las fiestas navideñas de 1996, el operativo de rescate a los rehenes encabezado por un servicio de inteligencia poco transparente a los 122 días de cautiverio, son recreados por la ficción cinematográfica de "Rehenes" donde Mario Miranda, un joven audaz y transgresor periodista, intenta varias veces tener tribuna en distintos medios de comunicación sin éxito alguno, debido a que todo el país estaba parametrado.
Mario Miranda, quien también es director de teatro, prepara una obra sobre la toma de la embajada, pretendiendo revelar algo que va a remover el escenario social de su momento; los entretelones de un lobbie político a costa de la vida de 72 secuestrados, así como la transacción con la dictadura y la corrupción gubernamental por parte de varios de los subversivos del movimiento revolucionario.
Mario aunque tiene sueños y pesadillas recurrentes, donde ve cadáveres, balaceras y fosas siente sin embargo que aún le falta un ingrediente para que su historia camine.
Por otro lado, aparece Lucía una joven y guapa actriz quien se une al elenco teatral para interpretar el papel de la camarada Lucero impregnándole a sus actuaciones un fervor revolucionario que va más allá del libreto teatral. Mario aclara que la obra no es un panfleto en favor de los subversivos.
Todo ello ocurre en esta nuestra Lima: una franja gris de víctimas y agresores, que colisionarán en 90 minutos de ficción. Pero lo que Mario no imagina es que a partir de este momento su vida va a verse seriamente amenazada.
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