El matrimonio será en la abadía de Westminster o Iglesia Colegiata de San Pedro, donde reposan los restos de 17 reyes, y que desde 1986 había dejado de ser escenario de bodas reales.
El príncipe Guillermo volverá a la abadía de Westminster para celebrar su boda con Kate Middleton el 29 de abril y posiblemente tendrá sentimientos encontrados porque en ese mismo lugar se ofició el funeral en memoria de Lady Di, su madre.
Fue en septiembre de 1997, cuando con tan sólo 15 años Guillermo tuvo que acompañar a pie hasta ese templo el féretro de su madre por las calles de Londres, junto a su hermano Enrique, su padre, el príncipe Carlos, y su tío materno Charles Spencer.
Aquel oficio religioso, en el que Elton John cantó una emotiva versión de su "Candle in the wind", estará también en la mente de todos los británicos cuando Guillermo, segundo en la línea de sucesión al trono, y Kate Middleton se den el "sí quiero".
Será el regreso a esta abadía de las bodas reales desde que el príncipe Andrés, duque de York y hermano del príncipe Carlos, se casó con Sarah Ferguson en julio de 1986.
Fueron muchas las bodas reales celebradas durante el siglo XX, empezando por la de los padres de la reina Isabel, el príncipe Alberto -coronado posteriormente como Jorge VI- y Elizabeth Bowes Lyon, la "reina madre", que se casaron en abril de 1923.
Justo después de la II Guerra Mundial, la entonces princesa Isabel se casó con Philip Mountbatten, posteriormente duque de Edimburgo en el mes de noviembre de 1947, en una boda que estuvo marcada por la austeridad del Reino Unido de la posguerra.
Según documentos del Archivo Nacional, la princesa tuvo que reunir cupones de racionamiento para poder comprar la tela del vestido de boda, como cualquier otra novia de la época.
Su hermana, la princesa Margarita, fue la siguiente en pasar por el altar de la abadía para casarse con Antony Armstrong-Jones en mayo de 1960, en un matrimonio que se disolvería años más tarde.
En 1973, Margarita volvió a la abadía para casarse con el capitán Mark Phillips, de quien también se divorciaría 19 años después.
Pero la historia de esta iglesia gótica del tamaño de una catedral, situada enfrente del Palacio de Westminster -sede del Parlamento británico-, está relacionada sobre todo con la celebración de las coronaciones y entierros de los reyes ingleses.
La primera coronación celebrada en la abadía de Westminster fue la del rey Guillermo I el día de Navidad de 1066 y la última hasta ahora la de la reina Isabel, abuela de Guillermo, en 1953.
Su nombre formal es el de Iglesia Colegiata de San Pedro y, a diferencia de la mayoría de los templos de este país, es propiedad directa del monarca y no de ninguna diócesis o provincia, una norma que se mantiene desde los tiempos de dominación anglosajona.
Es el lugar donde reposan los restos de 17 reyes y de destacados personajes de la cultura como Geoffrey Chaucer y Charles Dickens, en el llamado Rincón de los Poetas, en el extremo sur de la abadía.
En la parte occidental está la tumba del soldado desconocido, cuyo cuerpo fue trasladado desde Francia para ser enterrado el 11 de noviembre de 1920, coincidiendo con el segundo aniversario de la firma del armisticio de la I Guerra Mundial.
La abadía tiene la bóveda gótica más alta de Inglaterra, de 31,1 metros, que fue diseñada para parecer más grande construyendo pasillos estrechos con el objetivo de impresionar al visitante.
El suelo que hay frente al gran altar en el que se celebran las coronaciones y las bodas fue decorado en estilo cosmatesco por operarios traídos expresamente de Roma, siendo uno de los diseños más grandes de este tipo que se conservan en el mundo.
Fue sacado de la abadía durante los bombardeos nazis de Londres en la II Guerra Mundial, una época en la que por seguridad la silla de la coronación fue trasladada a la catedral de Gloucester y en la que la piedra de coronación -utilizada originalmente por los monarcas escoceses- se enterró en secreto en la misma abadía.
Una de las campanas de la abadía, en el conjunto situado en la torre noroeste del templo, sirve para anunciar la muerte de un miembro de la familia real o del deán de Westminster.
Dentro de cinco meses repicarán por un motivo más alegre, en un día que el Gobierno ha declarado ya fiesta nacional y en el que las casas de apuestas han encontrado un nuevo filón para el inagotable apetito de los británicos a la hora de jugarse el dinero.
Ya se aceptan apuestas sobre si la pareja tendrá descendencia antes de su primer aniversario de boda, sobre si Kate utilizará la palabra "obedecer" en sus votos, sobre si Take That tocará en la fiesta posterior a la ceremonia o sobre si la luna de miel será en Kenia, país en el que Guillermo propuso matrimonio a Kate. EFE
Comparte esta noticia