Reflexiones del Padre Clemente Sobrado durante el segundo domingo de Adviento y su programa completo junto a la conducción de Miguel Humberto Aguirre.
Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: “Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor; allanad sus senderos”. (Mt 3,1-12)
No me gustan esas personas incoloras porque son como todo el mundo y no dicen nada. Pero me encantan esas personas: capaces de descubrir lo nuevo, capaces de anunciar algo nuevo y diferente, capaces de vivir al margen de la sociedad, capaces de atraer a los demás sin llamarlos, su sola vida ya es como un imán que atrae.
Juan se presenta: no donde están todos, no donde todo es igual cada día. No donde se dice lo mismo cada día.
Juan se presentó en el desierto: como palabra. Predicando y anunciando. Como noticia capaz de despertar interés en la gente. Es su noticia lo que atrae, no necesita propaganda, ni llamar. La gente se siente atraída cuando descubre la novedad de Dios y que no todo tiene que seguir igual. Juan no es comentarista del ayer. Anuncia el “cambio”
Dos grandes noticias: “Convertíos” y “El reino de los cielos está cerca”. Algo nuevo está a punto de estallar. Una nueva primavera está a punto de romper. Y la gente que está harta de vivir el invierno de la ley. La gente que está harta de escuchar solo comentarios a lo viejo. La gente que siente necesitad de algo nuevo, acude de todas partes a escuchar.
Pero se necesita un cambio. Se necesita la “conversión” personal. Y se necesita convertirse cada uno en instrumento que facilite ese despertar primaveral de Dios. No basta que lo nuevo esté a las puertas. Hay que abrirle las puertas. Hay que mojarse también un poco allanando caminos y tendiendo puentes.
Dios no es de los que empuja, sino de los que llama. Dios no es de los que impone, sino de los que ofrece. Dios no es de los que arrastra, sino de los que invita. Juan no exige, no manda, no impone por la fuerza. Juan es como una luz que despierta algo nuevo y atrae a la gente, incluso de Jerusalén.
Esta es la misión de la Iglesia. Esta es la misión del creyente. Hemos abusado mucho de la imposición y la obligación. Pero hemos despertado menos el espíritu de la gente que, por su cuenta acude y viene. ¡Cuánto hemos predicado contra los que no vienen a la Misa! Y cuántas respuestas: “la Misa me aburre”, la “homilía me aburre”.
Juan, además no tiene pelos en la lengua para decir las cosas claras por más que duelan: “¡Camada de víboras”. Juan en el desierto se siente libre y no busca prebendas ni aceptaciones, ni alabanzas. Le basta la novedad de la verdad: “el reino de los cielos está cerca”. Está bien que anunciemos la novedad de la Navidad.
Señor, que descubra tu próxima venida. Señor, que sea una invitación a salirme de la rutina. Señor, que mi persona sea una fuerza que atrae.
Señor, que la gente acuda a la Iglesia por su fuerza de atracción. Señor, que sintamos la libertad de no vivir esclavos de los intereses humanos.
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