Por separado y con actos en todo el país, las distintas familias peronistas, e inclusive la derecha argentina, conmemoraron hoy el 60 aniversario de la partida de "Evita".
Sesenta años después de su muerte, Argentina aún llora por la partida de Eva Duarte, Evita, una figura mítica del peronismo, que ha recobrado plena vigencia bajo la Presidencia de Cristina Fernández y en medio de las graves divisiones internas del justicialismo.
Cristina Fernández eligió la provincia de Buenos Aires para inaugurar viviendas sociales, mientras que el líder de la mayor central sindical del país, Hugo Moyano, se quedó en la capital, donde cientos de admiradores marcharon a la hora de su muerte, las 20.25 (23.25 GMT) hacia la Plaza de Mayo.
Inclusive miembros de la derecha, encabezada por el gobierno porteño, se sumó a la conmemoración con conferencias y hasta un desfile de moda.
La segunda esposa de quien fuera tres veces presidente de Argentina, Juan Domingo Perón, levantó pasiones y odios, pero nadie discute que marcó una época, abrió paso a las mujeres en la política y dejó un importante legado social.
Su prematuro fallecimiento, el 26 de julio de 1952, con sólo 33 años, víctima de un cáncer de útero, y la increíble peripecia de su cadáver hasta su traslado a un cementerio porteño, consolidaron su leyenda.
Su imagen preside la avenida 9 de Julio, la más importante de Buenos Aires, desde la fachada del ministerio de Salud, donde tenía su despacho, y su legado es reivindicado por las distintas facciones peronistas.
Nacida el 7 de mayo de 1919, en Los Toldos, a unos 200 kilómetros de Buenos Aires, hija natural de Juan Duarte, un terrateniente que tuvo 14 hijos con su esposa y cinco con Juana Ibarguren, la madre de Eva, esta niña frágil y de piel casi transparente, pronto tuvo muy clara su pasión en la vida: ser actriz.
Persiguiendo su sueño, la "cholita", como la conocían familiarmente, se trasladó a Buenos Aires con 15 años y llegó a triunfar en radionovelas y teatros hasta que el general Juan Domingo Perón se cruzó en su camino.
Se conocieron en un acto benéfico, cuando Eva tenía 23 años, y su relación sacudió a la alta sociedad de la época, que desde el principio vio con malos ojos los orígenes humildes de la actriz y rechazó su progresivo protagonismo político.
Tras su boda, en 1945, Eva actuó como una primera dama que rompió todos los esquemas.
Por primera vez, los argentinos vieron a una mujer en las fotos oficiales, acompañando al presidente en la campaña electoral y arengando a las masas por los derechos de los trabajadores y el sufragio femenino.
Pronto pasó de ser la "señora de Perón" a la "compañera Evita", para sus admiradores, o la "Perona" para sus detractores.
Fue ella quien mantuvo la interlocución con los sindicatos y manejó miles de millones de pesos en su trabajo social al frente de la Fundación Eva Perón.
Consciente de su protagonismo, llegó a reconocer que buscaba "ocupar un lugar en la historia", mientras su intensa labor social y su rol político aumentaba los recelos de la oposición, la Iglesia y el Ejército, que a la postre terminaría por derrocar a Perón, en 1955.
"Evita terminó de una vez y para siempre con la imagen pasiva de la mujer en la historia argentina", afirmó Perón, quien en más de una ocasión se atribuyó el "éxito" de Eva al asegurar que fue una "creación" suya.
Aunque, tal como apunta Pigna, "Perón hubiera existido sin Eva, pero Eva no habría existido sin Perón", es difícil saber cómo habría sido el peronismo sin Eva Duarte.
Su muerte prematura no hizo más que agrandar su popularidad y las torpezas de la dictadura que tumbó a Perón terminaron por alimentar el mito.
Su cuerpo, embalsamado por el español Pedro Ara, fue secuestrado, escondido y enterrado en Italia con el nombre supuesto de María Magis de Magistris por orden de la dictadura.
No fue hasta 1976 cuando otra dictadura, la encabezada por Jorge Rafael Videla, entregó el cuerpo a la familia Duarte, que lo depositó en una tumba en el cementerio porteño de la Recoleta, hoy visita obligada para millones de turistas.
EFE
Comparte esta noticia