El conocimiento y las manos de las parteras indígenas bolivianas también se ponen en primera fila para atender a las embarazadas y ayudar a dar vida en un tiempo en el que el miedo y el temor al contagio del COVID-19 prima en las futuras madres.
El conocimiento y las manos de las parteras indígenas de Bolivia también se ponen en primera fila para atender a las embarazadas y ayudar a dar vida en un tiempo en el que el miedo y el temor al contagio del COVID-19 prima en las futuras madres.
Daniela, que prefirió no dar su apellido, será madre por primera vez a sus 29 años, dará a luz un varón y ya tiene 33 semanas de gestación. Hasta antes de la pandemia ella había planificado que su alumbramiento fuera en un hospital en La Paz, pero por el miedo al contagio decidió recurrir a una partera.
La futura madre declaró a EFE que le fue "complicado" encontrar una matrona que llegue hasta su casa en el barrio paceño de Miraflores, ya que la mayoría vive en la ciudad de El Alto, contigua a La Paz.
Una de las parteras más requeridas es Ana Choque, presidenta de su gremio en La Paz, que todos los días recibe llamadas o le buscan familiares para que ella pueda acercarse a sus casas y revisar a las parturientas.
Choque comentó que antes de la pandemia atendía hasta 15 partos al mes, pero ahora por la cuarentena que rige en Bolivia y el temor al contagio de coronavirus atiende hasta 30 alumbramientos y también va a hacer controles prenatales.
"Muchas piensan que los hospitales están infectados y tienen miedo a ir y me buscan", contó la mujer aimara, que tiene 41 años de experiencia y ha hecho nacer a miles de niños.
Con toda su experiencia heredada de su madre toca las barrigas de las embarazadas y ya sabe la posición del feto, cuando es necesario les da infusiones de plantas medicinales para ayudarlas a la dilatación o con una manta acomoda al bebé.
En este tiempo de coronavirus ella también tuvo que implementar medidas de bioseguridad como el uso de guantes, batas y tapabocas para atender a las mujeres.
En Bolivia hay 359 parteras registradas, pero se estima que ejercen al menos unas 800 y solo 8 trabajan en hospitales, según Flores. El país reconoce la práctica de los conocimientos ancestrales y también cuenta con una ley de medicina ancestral desde 2013.
EFE
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