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Los mejores discos del rock peruano en 2012

Foto referencial/RPP
Foto referencial/RPP

A continuación un minucioso artículo sobre lo mejor de la discografía local del año pasado.

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Inmune a la indiferencia de los medios de comunicación convencionales, pero generoso con las multitudes que coparon los dos festivales más grandes que lo tuvieron como protagonista (Lima Vive Rock y Acustirock 3), el rock peruano pasó en 2012 un año más sin darse tregua a sí mismo.

Consecuencia de ello son los numerosos lanzamientos discográficos –físicos y virtuales– aparecidos durante aquellos doce meses.

Empezamos el año disfrutando “Monochromo”, el debut de Gris Volta, banda deudora en buenos términos del mejor rock británico. A su vez, el veterano Montaña (Leuzemia, Zcuela Cerrada, Voz Propia, etcétera) presentó por fin su sorprendente –por lo variado y bien planteado– primer disco solista, titulado “Rockandroll”. La Prensa regresó apostando por lo simple y directo, pero con personalidad, en “Hasta que choque Chincha con África”. Locomotora, por su parte, recogió influencias del rock duro de los años 70 y 90 para su disco debut “Estación Alpha”. La impronta vintage, pero acentuada en lo folk y lo acústico, también marcó el debut de Christian Van Lacke y La Fauna; gran disco de aires apacibles y misteriosos.

José Arbulú, por su parte, presentó la segunda parte de su trilogía “Salta”, titulada “Rebelión”. Esta, además de presentar un acabado sonoro impecable, contiene una de las mejores canciones dedicadas a nuestro país en los últimos años. Su compañero en el grupo Cementerio Club, Pedro Solano, lanzó en formato físico “¡Rocanrol Punche!”, homenajeando en su presentación (al igual que Montaña) al formato del disco de vinilo y al sonido de los pioneros del rock. Pelo Madueño desafió a lo previsible con “Nivel nacional”, optando por un sonido algo más directo, en vez de ahondar en la sofisticación de su anterior trabajo. Los noveles Era Miscela, por su parte, con su “EP”, llamaron la atención con su combinación de guitarras rockeras y ritmos programados, pero también por alguna desafinación por corregir. Más orientada a lo melódico, Natalí Jiménez, destapó este año en “Lady Qwan” sus virtudes como cantautora solista, y llevó su propuesta a Europa. Las Amigas de Nadie, a su vez, cambiaron integrantes y con ‘Sincronía’, su segundo CD, ampliaron sus horizontes sonoros. Y desde Arequipa, el quinteto Carga Ligera ensayó en “Bitman” una suerte de simbiosis entre pop-rock y 8bit; es decir, entre estructuras muy convencionales y sonidos electrónicos algo vintage. En otro nivel, “Fiction beats”, de Theremyn_4 y “Grita lobos!”, el primer CD del proyecto del mismo nombre, hablaron bien a nombre de la música electrónica inteligente.

Vinculados al post rock y a la experimentación sonora basada en el uso creativo de guitarras y pedales, la banda Kinder y el dúo Pilotocopiloto –ambos colectivos instrumentales– destacaron notoriamente. Los primeros, con “Archipielago”, su segundo disco de largo aliento (disponible para libre descarga mientras aparece su anunciada versión en vinilo), aumentaron las cuotas inventivas aplicadas en su anterior producción, privilegiando arreglos detallistas antes que el abuso de efectos y acoples de sonido. Los segundos con ‘Amerizaje’ demostraron que la dosis de melodías memorables que nos suministraron en su ya clásico CD debut no habían sido fruto de la casualidad.

La influencia del rock de los años 90 siguió presente. La reaparición de Ni Voz Ni Voto, con “Rockstar rebellion” (disponible solo a través de Internet) sorprendió por reafirmar una tendencia más melódica que aquella que los hizo populares hace una década. En ‘Absenta’, Emergency Blanket dio muestras de ambiciones musicales que rebasan la etiqueta de ‘alternativo a-lo-Pearl-Jam’. Autobús, por su parte, mantuvo su perfil cercano al ‘modern rock’ en el correcto ‘Máquina destrucción’. La solvencia de todos estos grupos contrasta con la modestia de “Sol nocturno”, de los debutantes Red Lion, quienes intentan ir por esos mismos rumbos, pero por rutas muy convencionales.

La osadía de Cocaína y su aspereza, no exenta de sensibilidad y ternura, protagonizaron uno de los mejores discos debut del año: Rock and roll impredecible y emotivo. La Ira de Dios aplacó su atormentante furia en algunos momentos de su “Perú no existe”, en aras de una expresividad algo distinta a la de sus anteriores producciones. Reino Ermitaño –al igual que el anterior, otro grupo más apreciado en Europa que aquí– reiteró su propuesta ‘doom’ (pesada, oscura y de temática pagana) en ‘Veneración del fuego’. Algo más enmarcados en los parámetros del metal clásico, y con una producción impresionante made in USA, Temptation Xplodes grabó “Danger ahead”. La banda Corrosión insistió con “The rotten creation” (disponible solo por Internet) en plegarse al metal-industrial. El trío Jacko Wacko editó un disco debut con temas instrumentales producto de improvisaciones en las que predominan lo oscuro y pesado, y lo psicodélico. Uno de sus integrantes, Hermann “Chino” Hamann, ubicuo personaje dentro de la escena indie limeña (lideró a Viajeros y produce discos de gente tan disímil entre sí como Moldes y Nación Combi), publicó al final del año ‘I’, su primer CD solista; un trabajo de rock y pop moderno y ecléctico, capaz de pelear espacios con producciones similares de otras partes del mundo.

En el rubro de los inclasificables se encuentran varios de los trabajos más notables del año. “Greatest hits” de Yushimi (seudónimo de la violinista peruana radicada en Inglaterra, Lucía Vivanco) equilibra sapiencia musical con minimalismo “lo-fi”. En “Disturbia ingrávida”, Liquidarlo Celuloide emprendió un viaje hacia el sonido y el ruido, alejándose de nuevo de la instrumentación rockera. El eclecticismo del dúo Pony! (plasmado en “Seis” y “Personas”, discos de libre descarga por la Intenet) sorprende por lo inusual y por sobreponerse a la baja fidelidad de su sonido. Y si bien lo suyo siempre ha ido más por las rutas del jazz, “Shamánico”, CD de Andrés Prado, comparte con el rock un espíritu proclive a quebrar barreras y a propiciar especiales estados de conciencia. Más convencional, la edición de “Beatles afroperuvian jazz tribute”, trajo de vuelta al país a Richie Zellon, ensayando sobre el repertorio del grupo inglés más famoso, fusiones de las que fue pionero.

Fue precisamente la fusión, nuevamente, la que más sorpresas musicales nos dejó. Terminando 2011, el estupendo “Karimba” de Novalima y el aguerrido “Súbele a la radio” de La Nueva Invasión anunciaron de alguna manera la avalancha por venir. Así, tras una temporada en la que estuvo fuertemente identificado con el revival de la cumbia peruana y los “covers”, el grupo Bareto apostó por la creación propia y por un discurso contestatario en “Ves lo que quieres ver”; una jugada arriesgadísima dado el estatus masivo de esta banda.

Pero otros sí insistieron con el rollo cumbiero: La Inédita en “Chichamuffin” la mezcló con reggaeton y el dúo Dengue Dengue Dengue en “La alianza profana” la deformó electrónicamente. Nación Combi, con “Rebeldes del ritmo”, recurre a veces a ese género e intenta ahora, desde El Agustino, llevar su trabajo (una mezcla amable de ritmos de todo tipo) más allá de los confines de la escena independiente de la cual la mayoría de sus miembros procede.

Luego de la gran evolución que supuso su disco “Mamacha Simona”, La Sarita parece no haber aceptado el reto de superar lo logrado en esa producción, y en ‘Identidad’ vuelve sobre sus pasos, con una que otra sorpresa (curiosamente en aquellas piezas en las que la fusión no es tan evidente). Transicional también resulta ser “Música”, la tercera producción de La Mente. En ella sus integrantes se explayan sobre terrenos que ya pisaban fuerte, asentando, sin sacar cartas bajo la manga, su ya conocido entramado de ragamuffin, punk, tropical y electrónica.

Los Últimos Incas, a diferencia de todos los anteriormente mencionados, no enfatizan tanto el aspecto rítmico y más bien tienden a generar atmósferas basadas en los géneros que fusionan, los que van de la costa a la sierra con fluidez. Su CD “Naturaleza luminosa” da muestra de ello. El cuarteto Mukura, a su vez, sostiene el blues clásico sobre el ritmo del cajón peruano. Esta estructura y un acabado sonoro muy directo, dotan a su disco “Bumgum blues” de gran personalidad; cualidad que también se encuentra muy notoriamente en ‘La Mecánica Popular’, debut del colectivo del mismo nombre, liderado por Efraín Rozas. Lo suyo es la salsa y el son cubano con aditamentos electrónicos y guitarras eléctricas. Más cercana al barrio hip hop, Karolina, una de las raperas del colectivo femenino Hermanas del Underground, nos dejó ‘Que mi voz se escuche’, compendio de numerosas influencias, ritmos y mensajes positivos que por su calidad debería de ser mucho más conocido.

En el lado purista, Vieja Skina brilló sin sombra alguna con su rescate del ska tradicional e instrumental. “Ayahuaska” refleja la seriedad con la que esta orquesta difunde sus influencias. El reconocimiento internacional ha sido la justa recompensa a tal esfuerzo. Cercana a su ortodoxia es la propuesta reggae de Los Breddas, quienes en ‘Ya llegó la revolución’, se muestran fieles al catecismo rastafari. Olaya Sound System, a su vez, plasmaron en “Nuestra casa”, su segundo disco, el potente sonido roots reggae que muestran en vivo.

Por último, el rock visceral tuvo en “Cabalgando en llamas” de Chamanes varios de sus mejores momentos. La voz de Rafo Briceño, exvocalista de los siempre recordados Manganzoides, aporta una carismática bestialidad al grupo. En otro circuito, ‘Resiste’ de Terreviento sorprendió con su variedad de registros a quienes esperaban que regresaran con más de su punk rock escolar.

Inesperada también fue la aplastante descarga de energía que nos propinaron Los Mortero en “Vivo por la lucha”, su segundo disco, impregnado de rocanroles, catártica diversión y sucia furia punk. Lo de estos chicos es una muestra y un ejemplo del espíritu joven y empeñoso que anima a gran parte de nuestra siempre fértil escena rockera.

ANDINA

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