El cantante peruano emprende una nueva aventura musical en su último disco "Landó por Bulerías".
Como la música cubana, también la peruana puede sonar
flamenca; al menos, es lo que ha conseguido Miki González, un artista
imprescindible en la música contemporánea de Perú aunque muy pocos sepan que es
español.
Miki, que en su larga carrera ha transitado por casi todos los géneros y ha conjugado el jazz, el rock y la música electrónica con los ritmos andinos y con los negro-peruanos, emprende en "Landó por Bulerías" una última aventura: poner acentos gitanos a piezas clásicas de la música criolla peruana.
A nadie se le había ocurrido, pero hay letras del cancionero peruano que suenan así de flamencas: "Malhaya sea el amor / y el que me enseñó a querer / que habiendo nacido libre / yo solo me cautivé".
A Miki, un madrileño instalado en Perú desde 1961, le encargaron en un principio poner música a un espectáculo de baile flamenco que servía para amenizar un concurso de caballos de paso, se le ocurrió "aflamencar" un tema de Chabuca Granda y el resultado fue tan celebrado que pensó en multiplicarlo por doce.
Con golpes de suerte y buenos amigos, consiguió en ocho meses convencer a ilustres gitanos para que pusieran voz y "jondura" a los símbolos del criollismo peruano.
El disco, que salió a la venta en Perú, consta de 12 temas, la mitad de la tradición peruana (dos de ellos de Chabuca Granda) y la otra mitad compuestos por Miki o su amigo Ernesto Hermoza, un peruano al que también pica el gusanillo del flamenco.
Quienes han puesto la voz en estos ritmos por tangos, bulerías o martinetes son figuras de la talla de Tomasito, Enrique Morente o Amalia Barbera, y entre los instrumentistas Miki se jacta de haber contado con varios de los que habitualmente trabajan con Diego "El Cigala" o Joaquín Cortés.
"Todos los ritmos afroperuanos se pueden tocar por un palo flamenco, por tanguillos, bulerías... y esto es lo que hemos hecho: la marinera, súper tradicional en Perú, se puede convertir en un martinete", comenta Miki en una entrevista con Efe.
La guitarra flamenca, la quijada de burro y el cajón peruano se mezclan así armónicamente en este disco que no aspira a ser una secuela del ya mítico disco de "Lágrimas negras" que Diego "El Cigala" grabó con el pianista Bebo Valdés y en el que conjugaron música cubana y flamenco.
Miki González, que ha tenido ocasión de conocer a "El Cigala" en uno de sus viajes a España, sueña ahora con exportar unos cuantos cajones peruanos para la escuela flamenca que éste y el productor y guitarrista el "Paquete" piensan abrir en Madrid.
Este músico ha tocado de todo en su día, empezó por el jazz, el rock y el reggae, pero en los noventa pasó por un bache hasta que se le ocurrió meterse en dos mundos para él novedosos: la música electrónica y la andina, y lo más curioso de todo, se atrevió a mezclarlos.
Aquello le devolvió la vida, o al menos la fama, y ahora aspira a volver a las escena pública con este experimento, uno más en su azarosa vida artística.
Al menos, el disco le ha permitido reencontrarse con el país donde nació, del que había estado ausente durante 37 años y ahora, para llevar a cabo su disco, ha visitado en cuatro ocasiones durante los últimos ocho meses. La culpa la tiene la música.
EFE
Miki, que en su larga carrera ha transitado por casi todos los géneros y ha conjugado el jazz, el rock y la música electrónica con los ritmos andinos y con los negro-peruanos, emprende en "Landó por Bulerías" una última aventura: poner acentos gitanos a piezas clásicas de la música criolla peruana.
A nadie se le había ocurrido, pero hay letras del cancionero peruano que suenan así de flamencas: "Malhaya sea el amor / y el que me enseñó a querer / que habiendo nacido libre / yo solo me cautivé".
A Miki, un madrileño instalado en Perú desde 1961, le encargaron en un principio poner música a un espectáculo de baile flamenco que servía para amenizar un concurso de caballos de paso, se le ocurrió "aflamencar" un tema de Chabuca Granda y el resultado fue tan celebrado que pensó en multiplicarlo por doce.
Con golpes de suerte y buenos amigos, consiguió en ocho meses convencer a ilustres gitanos para que pusieran voz y "jondura" a los símbolos del criollismo peruano.
El disco, que salió a la venta en Perú, consta de 12 temas, la mitad de la tradición peruana (dos de ellos de Chabuca Granda) y la otra mitad compuestos por Miki o su amigo Ernesto Hermoza, un peruano al que también pica el gusanillo del flamenco.
Quienes han puesto la voz en estos ritmos por tangos, bulerías o martinetes son figuras de la talla de Tomasito, Enrique Morente o Amalia Barbera, y entre los instrumentistas Miki se jacta de haber contado con varios de los que habitualmente trabajan con Diego "El Cigala" o Joaquín Cortés.
"Todos los ritmos afroperuanos se pueden tocar por un palo flamenco, por tanguillos, bulerías... y esto es lo que hemos hecho: la marinera, súper tradicional en Perú, se puede convertir en un martinete", comenta Miki en una entrevista con Efe.
La guitarra flamenca, la quijada de burro y el cajón peruano se mezclan así armónicamente en este disco que no aspira a ser una secuela del ya mítico disco de "Lágrimas negras" que Diego "El Cigala" grabó con el pianista Bebo Valdés y en el que conjugaron música cubana y flamenco.
Miki González, que ha tenido ocasión de conocer a "El Cigala" en uno de sus viajes a España, sueña ahora con exportar unos cuantos cajones peruanos para la escuela flamenca que éste y el productor y guitarrista el "Paquete" piensan abrir en Madrid.
Este músico ha tocado de todo en su día, empezó por el jazz, el rock y el reggae, pero en los noventa pasó por un bache hasta que se le ocurrió meterse en dos mundos para él novedosos: la música electrónica y la andina, y lo más curioso de todo, se atrevió a mezclarlos.
Aquello le devolvió la vida, o al menos la fama, y ahora aspira a volver a las escena pública con este experimento, uno más en su azarosa vida artística.
Al menos, el disco le ha permitido reencontrarse con el país donde nació, del que había estado ausente durante 37 años y ahora, para llevar a cabo su disco, ha visitado en cuatro ocasiones durante los últimos ocho meses. La culpa la tiene la música.
EFE
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