Cuando el micrófono funcionó correctamente, el eco y el sonido de la orquesta hicieron inaudibles las palabras de El Potrillo. Todo salía al revés.
Ya lo dijo en su momento Felipe II tras la derrota de la Armada Invencible: "No mandé a mis naves a luchar contra los elementos". Algo muy parecido debió pensar esta noche el cantante Alejandro Fernández, cuya actuación en Madrid se vio deslucida por un sonido que bien puede calificarse de deficiente.
El artista mexicano estuvo a la altura de las expectativas, generoso en su desempeño y cómplice con el público, pero fue incapaz de salvar los problemas técnicos que condicionaron el concierto desde la primera nota. Una lástima, porque todo estaba preparado para disfrutar con una de esas noches que se recuerdan durante bastante tiempo.
Los diez mil espectadores que llenaron el pabellón estaban entregados mucho antes del inicio del concierto, y había expectación por descubrir cómo sonaba en directo el nuevo disco de Fernández, "Dos mundos". No hubo caso.
En la primera canción, el artista se llevó el micrófono a la boca para cantar "La mitad que me faltaba", pero el único sonido que se pudo oír fue el de su portentosa banda de acompañamiento, formada por diez músicos y once mariachis.
Cuando por fin se escuchó la voz del cantante, esta se proyectó entrecortada; cuando el micrófono funcionó correctamente, el eco y el sonido de la orquesta hicieron inaudibles las palabras de Fernández. Todo salía al revés.
El artista, que se presentó ataviado con el traje tradicional de los mariachis, mostró sus mejores intenciones y anunció que tenía preparada "una cápsula de música mexicana", pero ni toda una farmacia habría bastado para conseguir que "Loco" o "Cascos ligeros" parecieran lo que son: buenas canciones.
"Niña amada mía" enlazó con "Estuve" y "Es la mujer", una composición que Fernández dedicó "a todas las mujeres que hacen el favor de esta aquí esta noche".
Y que componían el noventa por ciento de la audiencia, pudo haber añadido. Un popurrí de homenaje al cantante Juan Gabriel dio por acabado el turno de las rancheras y, tras un breve paréntesis para cambiarse de vestuario, Fernández arrancó sin demora la segunda parte de su espectáculo.
Las piezas más cercanas al pop hicieron su entrada en escena con "No lo beses" y "Cuando digo tu nombre", dos hermosas baladas que limpiaron el camino para "Tu amor me hace tanto bien", "Qué lastima" y "Canta corazón".
Transcurrida una hora y media de concierto, las condiciones sonoras amagaron con mejorar en "Me dediqué a perderte" y "A manos llenas", pero todo fue un espejismo. "Te voy a perder" supuso el reencuentro con la cruda realidad.
A pesar de todas las dificultades, Fernández no cesó de lanzar besos a sus seguidoras ni se abstuvo de recoger los sujetadores que éstas arrojaban al escenario.
La audiencia, a su vez, había dejado a un lado la cuestión del sonido, y se dedicaba a bailotear con alegría las canciones del intérprete azteca.
La diversión, así, aguantó el tipo y no sucumbió a las distorsionadas melodías de "Tantita pena", "Sueñó contigo", "Se me va la voz" o "Si nos dejan", ese himno universal con el que Fernández recuerda al ilustre compositor José Alfredo Jiménez.
Con marcado acento reivindicativo, "El rey" finiquitó el tercer y accidentado concierto en la gira española de Alejandro Fernández, que el jueves continúa su periplo ibérico en el Recinto Volvo del Puerto de Alicante.
EFE.
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