Cuenta la historia que un acaudalado cacique escondió su tesoro de oro en un lugar denominado Huarimarca, distrito de Lamellín, provincia de Antonio Raimondi.
Si usted cree que la búsqueda de un tesoro perdido es solo la historia de una película de ficción, se equivoca, pues en las siguientes líneas le contaremos un hecho similar que cuentan ocurrió en el distrito de Llamellín, ubicado en la provincia de Antonio Raimondi, región Áncash.
Cuenta la historia que por el año 1800 vivía en el lugar denominado Huarimarca, ubicado a una hora y media de Llamellín, un acaudalado cacique de nombre Huayopaucar, quien se dedicaba a fundir oro, uno de los metales más preciados.
“Resulta que Huayopaucar decidió enviarle una tijera y varias alhajas de oro al virrey que se encontraba en Lima, eso ocurrió en el año 1815. Entonces, el virrey lo mandó llamar porque tuvo curiosidad de conocerlo”, narra el profesor de historia Emerson pajuelo Tarazona.
Fue así que el cacique decidió ir a la capital, pero antes escondió todo su tesoro y contrató a dos hombres de raza negra para que cuidaran su propiedad, a quienes les ordenó que se queden en el lugar hasta su regreso.
La búsqueda infructuosa del tesoro
Sin embargo, Huayopaucar nunca más regresó y los guardianes que contrató murieron, desde entonces comunidades enteras han buscado las alhajas, platos, lavatorios y piezas de oro que escondió en algún lugar de Huarimarca, refiere el docente, quien también ha realizado hasta el momento búsquedas infructuosas.
“Yo quiero encontrar ese tesoro. En mis sueños me veo cuidando el palacio de un rey y alguien me dice que algún día regresará el hombre que descubra esa fortuna”, expresa.
Las campanas de oro
Antes de su viaje a la Capital de la República, el cacique fabricó cuatro campanas para la catedral San Andrés de Llamellín, las cuales fueron fabricadas de cuatro arrobas de oro, cuatro de plata y cuatro de cobre.
Según el docente de historia, una de las campanas fue sustraída por un cura, quien para lograr su propósito utilizó una sierra y la cortó en pedazos a fin de trasladarla en un camión a Lima. El religioso fue echado del pueblo por los lugareños.
En la actualidad las tres campanas que quedaron y están guardadas dentro de la catedral, las cuales por el paso de los años están bastante deterioradas, incluso una de ellas ya presenta rajaduras.
Cuando tocaban las cuatro campanas, su sonido no solo se escuchaba en Llamellín, provincia de Antonio Raimondi, sino también en otras provincias de la región Áncash.
¿Realidad o ficción?, esta historia forma parte de un pueblo llamado Llamellín, en el cual habitan aproximadamente cuatro mil habitantes, quienes se dedican al cultivo de cereales y a la crianza de animales menores.
Por: Yanet Reyes
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