Los contagios empezaron a incrementarse rápidamente y los hospitales sobre todo del norte e Iquitos, comenzaban a colapsar. En paralelo, muchas personas, desesperadas por volver a casa, emprendieron el viaje a pie. Aquí, un recuento de esos duros instantes.
Como parte de la pandemia quedará graba la frase “¡No tenemos gente!” expresada por el jefe del Cuerpo Médico del Hospital Regional de Lambayeque, doctor Rodolfo Cruz, quien en diálogo con RPP Noticias, expuso de manera enfática las necesidades del establecimiento médico en el que trabaja.
“¡Cómo pueden decir que no queremos atender a las personas! Por favor, por el amor de Dios, ¿por qué mentir? No tenemos gente, no tenemos gente, no tenemos gente”, dijo, alterado.
“Por favor, tenemos 60 camas libres en el tercer piso (del Hospital Regional), todas con punto de oxígeno (que) no las podemos usar. No tenemos gente”, insistió.
Si Chiclayo exponía esa voz de reclamo, era por la crisis en la ciudad. Y una muestra de ello ocurrió frente al Hospital Regional de Lambayeque, donde familiares de los pacientes con la COVID-19 tuvieron que dormir en las afueras sobre cartones.
Lo positivo fue que recibieron el apoyo de de los vecinos. Una de ellas, en un gesto de apoyo, colocó un punto de energía eléctrica afuera de su vivienda para que estas personas carguen su celular. "Se cargan celulares gratis", decía un cartel.
Las personas llegaron de diferentes distritos de Lambayeque y aunque las autoridades les pedían que se retiren, ellas afirmaban que no podían hacerlo, porque no contaban con movilidad.
La atención también se complicó en Iquitos. A mediados de mayo, se reportaban más de 2 mil casos, cerca de 100 fallecidos, sin contar otros cientos considerados como subregistro, y un sistema de salud al borde del colapso por falta de oxígeno. RPP publicó una serie de fotos que mostraban la complicada situación en el Hospital Regional.
En Talara, región Piura, el colapso y desesperación eran tales que los familiares de pacientes con la COVID-19 ingresaron al hospital de EsSalud como sea y generaban caos por la presencia de personas que pedían una rápida atención. Algunos de ellos trasladaron los balones de oxígeno desde la puerta del hospital hasta el área donde estaban sus parientes internados.
El director del hospital, Ricardo Zúñiga, señaló que los familiares tuvieron comportamientos violentos contra el personal de salud. “Hemos llamado a la Policía Nacional y se ha logrado calmar todo, pero yo pido a la población talareña, por favor, que tengan calma. Uno se desespera con un paciente grave que necesita atenciones especiales, pero eso no va a llevar a agredir a los médicos y enfermeras”, declaró en el momento.
La desesperación por volver a casa
No importaba cómo, la idea era llegar a su destino. Miles de ciudadanos que se quedaron varados en distinta regiones del país tuvieron que caminar varios días por las carreteras. Ellos buscaban retornar a sus lugares de origen; sin embargo, muchos fueron intervenidos e incluso, en el trayecto, terminaron contagiados de la COVID-19.
El 13 de abril, el país conoció de un problema inadvertido por las autoridades: los peruanos migrantes que ya no tenían cómo sostenerse, principalmente, en ciudades como Lima. Y ante la falta de recursos y la imposibilidad de movilizarse, decidieron emprender el retorno a sus lugares de origen caminando. Eso ocurrió con cientos de personas de Junín, Huancavelica y Huánuco, quienes fueron los primeros en hacerlo.
Salieron desde Lima rumbo a la carretera Central y la policía de Corcona, en Huarochirí, impidió que las personas continúen su recorrido para prevenir el contagio de la COVID-19. Aunque después, algunos siguieron su camino y otros fueron albergados, tras la intervención del gobierno nacional.
En Apurímac aconteció algo similar. Más de 40 ciudadanos apurimeños caminaron cinco días del VRAEM hacia su región. La policía los intervino cuando intentaban cruzar el río Pampas, en Ayacucho. En total, fueron 104 personas de Apurímac que se habían quedado varadas en la selva y regresaron a su región como sea.
En total, fueron 104 apurimeños inmovilizados en la frontera con Ayacucho: 39 del distrito de Chincheros y 65 de Andahuaylas quienes cumplieron la cuarentena en lugares acondicionados y recibieron apoyo alimentario y control sanitario de acuerdo a los protocolos del Ministerio de Salud.
En Puno, más de 60 madres gestantes hicieron noticia por intentar retornar a su región. En el primer día de inscripciones a través de la web del Gobierno Regional de Puno, 5 mil cuatrocientos se registraron para retornar a la ciudad del lago.
Según un funcionario del Gobierno Regional, la primera etapa correspondió al traslado gratuito de Lima a Puno, que pretendía hacer el 60% de varados. Asimismo, otras personas solicitaron viajar a las ciudades de Cusco, Moquegua, Arequipa, Piura, Andahuaylas, y más.
Con temperaturas bajo cero y durmiendo en corrales, otro grupo de varados, esta vez en Arequipa, salieron de la ‘Ciudad Blanca’ con rumbos a sus localidades de origen. El alcalde del distrito de San Antonio de Chuca, Luis Barreda Vilcape, de la provincia de Caylloma, comentó que cientos de familias se fueron a pie.
"Corren el riesgo de contagiarse o contagiar a las personas de mi distrito. No los podemos intervenir ni abandonar, porque junto a ellos hay niños de hasta dos años", manifestó Barreda.
Y finalmente, en Tacna, más de 50 personas varadas iniciaron una caminata hacia Lima. Dispuestos a recorrer más de mil kilómetros, denunciaron que el gobierno regional no les brindaba una respuesta, pese a estar empadronados.
“Hay muchos que no tienen trabajo, dónde dormir y tampoco tienen alimentos”, comentó una mujer varada en ese momento. Y agregó que varias de las personas varadas se dirigían a diferentes lugares del país como Moquegua, Arequipa, Cusco, Puno, entre otras.
“La gente no está siendo escuchada, sin embargo, la lista de Puno ya salió, su gobierno regional ha actuado a tiempo y nosotros no tenemos solución”, explicó.
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