El escritor Alonso Cueto recordó al artista y a su esposa, Liliana Yábar, quienes murieron este lunes. "Ellos no concebían la vida el uno sin el otro", contó.
“Estamos muy bien y si alguna vez nos vamos, a lo mejor nos iremos juntos”, le dijo Liliana Yábar, esposa de Fernando de Szyszlo, a Alonso Cueto. Fue casi una profecía. Este lunes, ambos murieron en un accidente doméstico. El Perú perdió a uno de los artistas más importantes de su historia, quien según dijo su amigo escritor en Ampliación de Noticias de RPP, hizo que su país y su cultura sean más relevantes a nivel mundial.
“El Perú es un país más importante, más universal, más conocido en el mundo gracias a esas maravillosas pinturas de Fernando de Szyszlo. Tenemos que estar orgullosos de él y felicitarnos por haber vivido en el mismo tiempo qué él”, dijo Cueto este martes en RPP Noticias. El autor de La hora azul cuenta que conoció a ‘Godi’, como le decían sus amigos, desde su infancia en Washington (EE.UU.). Cuando volvió a Lima, las interacciones entre su familia y la del artista se hicieron más frecuentes. “Una de las imágenes más remotas que tengo es la de él en la biblioteca de mi padre, pintando su retrato”.
Una vida plena. “Creo que su vida es un ejemplo para todos nosotros, un ejemplo de compromiso por su vocación, por la pintura, un compromiso guerrero”, agrega Cueto, para quien De Szyszlo supo balancear su herencia cultural peruana con su ciudadanía europea. “Se comprometió con las tradiciones precolombinas. Su casa estaba llena de objetos precolombinos, de la cultura Chancay sobre todo. Además, fue un ciudadano europeo, francés. Pasó una época muy importante de su vida en Francia con Blanca [Varela]”. La poetisa se casó con él en 1947.
“Tuvieron años muy sacrificados en París. No tenían dinero para sobrevivir y se entregaron por completo a la vocación de cada uno. Fueron años heroicos”. El matrimonio, del que nacieron sus hijos Lorenzo y Vicente, se terminó, pero en 1989 llegó el segundo: con su querida Lila, con quien estaría hasta la muerte. “Las circunstancias han hecho posible que cumplan con una consigna que una vez ella me dijo, que estaban muy bien y si alguna vez se iban, a lo mejor se iban juntos. Ellos no concebían la vida el uno sin el otro”, cuenta Cueto.
El hombre y el artista. Cueto lo recuerda como un hombre generoso y bromista, que vivió una vida plena. “Sus amigos conocíamos bien su humor. Tenía un sentido del humor espectacular, era capaz de hacer cualquier broma en todo. Disfruté mucho de eso en los viajes que hacíamos. Recuerdo una vez que estábamos yendo en un grupo, con Mario Vargas Llosa y su exesposa Patricia. No llegábamos a Kuélap, el ómnibus estaba demasiado tarde. Él repetía ‘Kuélap no existe, es el nombre que le han puesto una ilusión’ y ‘con razón los incas no conquistaron a los Chachapoyas, porque no eran tan tontos como nosotros de venir hasta acá’.
Del otro lado del amigo bromista, está el artista comprometido, el que conjugaba en obra la fascinación por Tánatos y Eros. “Él ha marcado un lenguaje. Tú reconoces un cuadro de De Szyszlo cuando lo ves, te das cuenta que es de él, esas formas afiladas, de esos negros, donde están el erotismo y la muerte jugando. Entre los rojos y los negros, los amarillos y los violetas, están ese juego erótico y tanático. Eso es algo que está en permanente pugna y es una marca de su obra y de su vida”.
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