La matanza de Putis, a unos 300 kilómetros el sureste de Lima, ocurrió en 1984. La mayoría de víctimas en la masacre fueron menores de edad.
En una quebrada de la sierra sur de Perú, ubicada en la región Ayacucho, 92 víctimas de la matanza de Putis, perpetrada en 1984 por militares, fueron enterradas hoy en medio del dolor y la resignación de sus humildes familiares.
El camposanto donde se construyeron los 92 nichos blancos se ubica en la localidad de Rodeo, capital del centro poblado de Putis, y punto de confluencia de ocho comunidades campesinas de donde procedían las víctimas de la sonada masacre.
Según los testimonios recogidos por Efe en el lugar, unas 200 personas dedicadas al pastoreo y al campo llegaron a Putis en diciembre de 1984, huyendo de la banda armada Sendero Luminoso, que forzaba a los campesinos a unirse a sus filas y les robaba sus animales para alimentarse.
Los pastores y campesinos llegaron a Putis portando banderas blancas y pidieron protección a los militares, quienes les ofrecieron trabajar en obras comunales y les plantearon construir una piscifactoría para criar truchas.
Los hombres se encargaron de cavar una fosa, mientras que las mujeres y los niños permanecieron en la iglesia y la escuela.
Cuando la piscifactoría iba a ser terminada, los soldados rodearon a los comuneros dentro de la fosa y les dispararon, al parecer porque sospechaban que eran subversivos.
Sus esposas y niños siguieron igual suerte, pero algunas mujeres lograron huir tras la violación masiva a la que fueron sometidas por los uniformados antes de que la mayoría fueran asesinadas.
Hoy, casi 25 años después, el lugar que se convirtió en sus tumbas conserva algunas paredes en pie y sólo seis familias de la zona se han animado a regresar al pueblo.
El actual profesor de la escuela de Putis, Fidel Quicaña, mostró a los periodistas el lugar donde se encontraron las fosas y manifestó su satisfacción por el entierro.
"Por lo menos, vamos a acercarnos a nuestros familiares, prender una velita, poner un ramo de flores, cuando ya está ubicado en su respectivo nicho", reflexionó.
Sin embargo, la inseguridad se mantiene en Putis, pues la comitiva que llegó hoy junto a los féretros y los familiares debió colocar banderas blancas en lo alto de los vehículos, ya que aún es una zona de tránsito de los remanentes de Sendero, ahora asociados con el narcotráfico.
El alcalde del centro poblado de Putis, Gerardo Fernández, se mostró satisfecho de haber construido un camposanto para darles a sus familiares "un entierro digno".
Los deudos de Putis fueron representados ante el Estado por la asociación Paz y Esperanza, que el año pasado consiguió que se excaven varias fosas donde se presumía que había 123 fallecidos.
El director de Paz y Esperanza en Ayacucho, Nolberto Lamilla, declaró a Efe que "duele mucho saber que 48 de las víctimas que hoy se entierran fueron menores de edad y que probablemente no entendieron el momento que vivían".
"Murieron en su inocencia sin tener culpa alguna en lo que pasaba en la sociedad en ese entonces", lamentó.
Felícita Fernández Fernández huyó de Putis al poco tiempo de la matanza, después de que sus padres y dos hermanitos menores muriesen en esa tragedia, y hoy enterró a su papá y a Juana Rosa y Félix, que murieron a los 12 y 10 años de edad, respectivamente.
Todavía no encuentra los restos de su madre, mientras que otra hermana buscó refugio en la inhóspita selva de Perú.
En medio del dolor, los comuneros ahora esperan que las autoridades militares y del Ministerio de Defensa entreguen a la fiscalía la información que pueda facilitar la identificación de los causantes de esta matanza.
El camposanto donde se construyeron los 92 nichos blancos se ubica en la localidad de Rodeo, capital del centro poblado de Putis, y punto de confluencia de ocho comunidades campesinas de donde procedían las víctimas de la sonada masacre.
Según los testimonios recogidos por Efe en el lugar, unas 200 personas dedicadas al pastoreo y al campo llegaron a Putis en diciembre de 1984, huyendo de la banda armada Sendero Luminoso, que forzaba a los campesinos a unirse a sus filas y les robaba sus animales para alimentarse.
Los pastores y campesinos llegaron a Putis portando banderas blancas y pidieron protección a los militares, quienes les ofrecieron trabajar en obras comunales y les plantearon construir una piscifactoría para criar truchas.
Los hombres se encargaron de cavar una fosa, mientras que las mujeres y los niños permanecieron en la iglesia y la escuela.
Cuando la piscifactoría iba a ser terminada, los soldados rodearon a los comuneros dentro de la fosa y les dispararon, al parecer porque sospechaban que eran subversivos.
Sus esposas y niños siguieron igual suerte, pero algunas mujeres lograron huir tras la violación masiva a la que fueron sometidas por los uniformados antes de que la mayoría fueran asesinadas.
Hoy, casi 25 años después, el lugar que se convirtió en sus tumbas conserva algunas paredes en pie y sólo seis familias de la zona se han animado a regresar al pueblo.
El actual profesor de la escuela de Putis, Fidel Quicaña, mostró a los periodistas el lugar donde se encontraron las fosas y manifestó su satisfacción por el entierro.
"Por lo menos, vamos a acercarnos a nuestros familiares, prender una velita, poner un ramo de flores, cuando ya está ubicado en su respectivo nicho", reflexionó.
Sin embargo, la inseguridad se mantiene en Putis, pues la comitiva que llegó hoy junto a los féretros y los familiares debió colocar banderas blancas en lo alto de los vehículos, ya que aún es una zona de tránsito de los remanentes de Sendero, ahora asociados con el narcotráfico.
El alcalde del centro poblado de Putis, Gerardo Fernández, se mostró satisfecho de haber construido un camposanto para darles a sus familiares "un entierro digno".
Los deudos de Putis fueron representados ante el Estado por la asociación Paz y Esperanza, que el año pasado consiguió que se excaven varias fosas donde se presumía que había 123 fallecidos.
El director de Paz y Esperanza en Ayacucho, Nolberto Lamilla, declaró a Efe que "duele mucho saber que 48 de las víctimas que hoy se entierran fueron menores de edad y que probablemente no entendieron el momento que vivían".
"Murieron en su inocencia sin tener culpa alguna en lo que pasaba en la sociedad en ese entonces", lamentó.
Felícita Fernández Fernández huyó de Putis al poco tiempo de la matanza, después de que sus padres y dos hermanitos menores muriesen en esa tragedia, y hoy enterró a su papá y a Juana Rosa y Félix, que murieron a los 12 y 10 años de edad, respectivamente.
Todavía no encuentra los restos de su madre, mientras que otra hermana buscó refugio en la inhóspita selva de Perú.
En medio del dolor, los comuneros ahora esperan que las autoridades militares y del Ministerio de Defensa entreguen a la fiscalía la información que pueda facilitar la identificación de los causantes de esta matanza.
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