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El almuerzo de la muerte

Luis Asencio
Luis Asencio

El dolor e impotencia invadió al caserío cajabambino de Redondo cuando los niños empezaron a vomitar y arrojar espuma blanca por la boca.

Un panorama conmovedor y desolador, que dejó perplejos a todos los cajamarquinos y también a la opinión nacional, fue la noticia de la intoxicación masiva de casi un centenar de niños de entre 5 a 12 años de la I.E.N°82311, del caserío Redondo, distrito de Cachachi, provincia de Cajabamba en Cajamarca.

El último martes, 20 de setiembre, fue el turno de Marcela Roncal Sandoval para preparar los alimentos, a quien una profesora le dio atún, arroz y arveja; sin presagiar la desgracia que sucedería minutos más tarde. Después de recibir todo, empezó a cocinar; y como toda buena cocinera antes de darle a sus comensales, probó lo preparado.

“Me acuerdo que después de mover la arveja sentía mi cuerpo cansado, yo creía que era la gripe, y después de servir aproximadamente a unos 50 niños tuve un fuerte cólico, por eso pedí permiso y atrás de la escuela ya no aguanté, empecé a vomitar”, narró la aún convaleciente Marcela Roncal.

Sorprendida y figura su nieta de siete años, y entre los niños afectados también figura otro de sus nietos. Un breve silencio invade la habitación del hospital y después empieza a llorar.

Rina cuenta su historia

La profesora Rina Calderón Flores también contó su historia y dijo que ver a los niños botando espuma por la boca, desmayarse, quejarse de dolor y tirados en el patio fue algo desesperante y hasta frustrante, porque no podían hacer nada y lo que es peor no sabía exactamente lo que sucedía.

¡Aceite!, ¡aceite!, ¡llamen al doctor!, ¡auxilio! fueron los gritos que se escuchaban, la desesperación se apoderó de toda la escuela, el escenario era como para no creerlo. Rina señala que al momento del almuerzo no tenía mucha hambre por eso comió poco, pero de todas maneras sintió los efectos y que aún así sacó fuerzas de flaqueza y ayudó a los niños.

Rina Calderón narró que los alimentos se almacenan correctamente y se evita que haya contacto con detergentes o insecticidas, todo el mundo conoce que al mínimo contacto con estos productos los niños pueden sufrir algún daño, por eso la desconfianza está en los productos entregados por el Programa Nacional de Asistencia Alimentaria (Pronaa).

El dolor solapado de una madre

Sentada sobre una dura silla estaba María Gladis Torres Palacios cuidando a su pequeña hija de siete años, quien en ese momento presentaba un cuadro de fiebre, por ello a simple vista se podía apreciar el color rojizo de su rostro.

“Mi hijo mayor gritó desde la ladera del cerro mis hermanitos se murieron, entonces al escuchar eso fui corriendo y los encontré juntitos, botando espuma blanca por la boca, no sé de donde conseguí aceite, primero le di a mi pequeña Esmilda, después a mi hijo Miguel, a los dos los llevaron hasta Cajabamba”.

En el hospital de Cajabamba los médicos escogieron a los más graves y los derivaron al Hospital Regional de Cajamarca, una de ellas fue la pequeña Esmilda, quien al escuchar la voz entrecortada de su mamá, también quiere llorar pero se notó que sacó fuerzas para no hacerlo, cuando en ese momento María Torres dice entre lágrimas “mi hijito está muerto" (refiriéndose a Miguel) y no lo vi, él murió en Cajabamba, mientras me traían a Cajamarca junto a mi otra hijita”, palabras que conmovieron a todos los periodistas y también a los mismos pacientes del área de Pediatría.

Se especula que es culpa de quienes prepararon los alimentos, se dice que es culpa del Pronaa, lo único cierto y anunciado por las propias autoridades de Salud: los niños se intoxicaron con una sustancia fosforada, dicho de otra manera se trataría de veneno, por ello se necesita que se aceleren los análisis de las muestras tomadas, para conocer lo que realmente pasó en la alejada comunidad de Redondo, donde lamentablemente tres niños perdieron la vida.

Por Luis Asencio

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