El caso de Cueva es uno entre muchísimos que se producen en nuestro país, en el que los maltratadores de mujeres suelen contar con el miedo a denunciar, la complejidad de los procedimientos y el temor de que al final prevalezca la impunidad.
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El futbolista Christian Cueva ha sido objeto de una denuncia ante la Justicia por violencia física y psicológica en perjuicio de su esposa, Pamela López. La denuncia se ha visto acompañada por la difusión de grabaciones en las que se observa que lo dicho por la víctima corresponde a hechos confirmados.
El caso de Cueva es uno entre muchísimos que se producen en nuestro país, en el que los maltratadores de mujeres suelen contar con el miedo a denunciar, la complejidad de los procedimientos y el temor de que al final prevalezca la impunidad.
Sin embargo, Cueva no es un ciudadano como los demás, es la encarnación de los sueños de niños y jóvenes aficionados al fútbol, que ven a los jugadores como ídolos con los que se identifican. Más aún, Cueva no solo es jugador de un club como el Cienciano del Cusco, sino un destacado miembro de la Selección Nacional de Fútbol.
Eso quiere decir que viste el uniforme de nuestro país y en cierto sentido representa a nuestra Nación. Lo mínimo que se podría esperar de él es que sepa corresponder al honor de vestir el uniforme nacional con un comportamiento intachable. Pero no, las grabaciones evidencian que en el mejor de los casos se trata de una agresión física contra una mujer, su esposa y madre de sus hijos.
El caso Cueva se produce mientras persisten graves cifras de violencia de género y de feminicidios. Si algo debe quedar claro a partir de las cifras es la necesidad de reforzar la acción del Ministerio de la Mujer.
Creado en 1996 por el expresidente Alberto Fujimori, todos sus sucesores han adherido a la importancia de sus funciones. ¿Será posible que el Gobierno de Dina Boluarte planee minimizarlo y fusionarlo con otros ministerios? Las mujeres de nuestro país necesitan y merecen un ministerio específico con procedimientos simplificados, capaces de promover y acoger las denuncias. Al fin y al cabo, no se trata de una minoría, puesto que las mujeres representan más de la mitad de nuestra población.
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