Hacia el fin de la emergencia COVID-19 [COLUMNA]

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La falta de credibilidad del gobierno de Pedro Castillo es tal que hasta el levantamiento de la emergencia por el COVID-19 ha dado lugar a dudas y cuestionamientos. El exministro Oscar Ugarte ha sugerido que pueda tratarse de una maniobra de distracción para cubrir la grave crisis evidenciada por la destitución del todavía ministro Jorge López.

Lo menos que se puede decir es que se ha escogido un pésimo momento, porque ya sabemos que el ministro López confunde sus intereses privados con la gestión del sector que sigue teniendo a cargo. Es cierto que acabar con la obligatoriedad de mascarillas y de controles sanitarios es un motivo de alivio, puesto que desde marzo del 2022 hemos tenido que vivir sometidos a restricciones. Todavía no conocemos la norma que define los detalles del fin de la emergencia, pero el tuit que la anuncia habla desde ya del “avance de la vacunación y la disminución de casos”. Es cierto que 20 millones de personas han recibido las tres dosis, pero el objetivo fijado era 28 millones.

Y respecto a la disminución de casos, ya hemos aprendido que la pandemia ha pasado por olas y reflujos, que nada garantiza que no puedan volver a producirse. Al menos eso es lo que advierten las Agencias de Salud Pública de la Unión Europea y Estados Unidos. El estado de emergencia permitía compras y procedimientos a una velocidad adaptada a la situación inédita que nos tocó vivir. ¿La norma sabrá prever que una pandemia excepcional requiere medidas excepcionales, y sobre todo actuar con rapidez? Un gobierno que no ha podido comprar urea, ¿ sería capaz de hacer frente a negociaciones complicadas para comprar vacunas o medicamentos? Por ahora lo más urgente es nombrar un ministro idóneo, eficiente y honesto.

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