Inevitable y tardía salida de Barranzuela, por Fernando Carvallo [COLUMNA]

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El presidente Castillo informó anoche vía Twiter que había, finalmente, aceptado la renuncia presentada por el ministro del Interior, Luis Barranzuela. Anunció también que en las próximas horas tomará juramento “a quien le sucederá en el cargo”. Una de las primeras reacciones vino de la presidenta del consejo de ministros, quien destacó la importancia de la decisión presidencial y la interpretó como una opción por “la estabilidad, el consenso y la paz social”.

La salida de Barranzuela había sido solicitada por la oposición, por algunas congresistas de Perú Libre e incluso por la Defensoría del Pueblo. Si el ministerio del Interior es una entidad crucial que demanda profesionalismo e imparcialidad, lo es más que nunca en las actuales circunstancias: los conflictos sociales se han multiplicado, la población se halla exasperada por el aumento de la delincuencia y la Fuerza Armada ha sido autorizada a participar contra organizaciones criminales que habrían desbordado “la capacidad operativa de la Policía”.

La salida de Barranzuela vuelve superflua su convocatoria hoy ante la Comisión de Defensa y facilitará sin duda la obtención de la confianza solicitada por el gabinete de Mirtha Vásquez. Falta explicar la motivación de la malhadada idea que llevó al reemplazo del ministro Carrasco por quien hasta la víspera había sido abogado defensor de Vladimir Cerrón. Castillo sigue siendo impenetrable: sus silencios, sus motivaciones y sus desatinos, ¿responden a una estrategia coordinada con aliados de la sombra o son solo el fruto de la inexperiencia y la ligereza? Lo segundo tiene solución, lo primero hace temer que no estemos ante el último exabrupto y que la gestión del Estado siga siendo subordinada a lealtades o sometimientos por ahora inexplicables.

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