Nunca un matrimonio causó tanta expectativa en Trujillo, pues desde que se dio a conocer la noticia de la boda de Maju muchos pensaron que quizá se iba a realizar en Lima, como usualmente se estila entre los famosos.
La bella Maria Julia Mantilla, Maju como la conocemos, decidió casarse en la ciudad que la vio nacer, Trujillo. El lugar elegido para este importante acto fue la hermosa basílica Catedral de Trujillo.
Las autoridades tuvieron que cerrar el pase de los vehículos debido a los más de 2 mil asistentes que, aunque no fueron invitados, acudieron a mirar a la pareja conformada por Maria Julia Mantilla y Gustavo Salcedo.
Los invitados empezaron a llegar y la seguridad se empezaba a redoblar pues el público seguía apostándose a las afueras de la catedral.
De pronto, las luces y flashes de las cámaras se encienden y las puertas de un moderno auto se abren. Llegó Gustavo, sonríe, quizá ocultando los nervios y de pronto el público empieza a aplaudirlo le piden que salude, a lo cual accede sin dudarlo logrando ganarse el cariño de los asistentes.
Pasan varios minutos, entre bromas, gritos y aplausos todas las miradas se dirigen al Hotel Libertador, a pocos metros de la catedral. Maju sale sonriente y radiante del brazo de su padre que orgulloso la lleva hasta el altar.
Un emocionado Gustavo la recibe para luego ponerse ante la presencia de Dios e iniciar la ceremonia que fue presidida por el conocido padre Pablo, quien se mostró contento de haber encontrado la ocasión propicia para celebrar por primera vez una misa en la catedral de Trujillo.
Siempre sonrientes Maju y Gustavo se mostraban muy emocionados, sus miradas lo decían todo. El momento esperado llegó, ambos se prometen amor eterno ante Dios colocándose los aros matrimoniales.
El padre celebrante les da su bendición: "Lo que Dios ha unido que no lo separe ni el hombre ni la mujer " y un apasionado beso pone el sello final.
Una hora después culmina la ceremonia, los flamantes esposos tomados del brazo inician su salida entre una lluvia de pétalos de rosas.
En su recorrido cruzan entre los remos que amigos del novio sostienen a lo largo de toda la iglesia, peculiaridad que se da porque Gustavo es campeón nacional de remo.
Una salerosa marinera suena en la puerta de la Catedral, el público aplaude y los novios se acercan a saludar a los asistentes quienes no pueden evitar ovacionarlos deseándoles prosperidad y felicidad en esta nueva etapa.
Ha pasado más de una hora, las luces y flashes de las cámaras se apagan, los asistentes se dispersan, la boda ha terminado, pero Maju y Gustavo recién inician una nueva historia que esperemos este llena de capítulos felices.
Por: Oscar Sánchez
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