Cientos de personas que padecen de alguna discapacidad tienen dificultades para trasladarse y socializarse, sufriendo la indiferencia de la población y autoridades.
No poder ver, no poder caminar, no poder hablar o tener alteraciones físicas y en el desarrollo mental (Síndrome de Down), en nuestra sociedad, aún hace que seamos diferentes a los demás.
Tener alguna discapacidad limita a no poder hacer muchas cosas con facilidad a pesar a desarrollar otras habilidades, pero lo lamentable es que este grupo de población no puede desarrollarse, socializarse y hasta trasladarse por la falta de apoyo de la población y de las autoridades, que hasta la fecha, poco o nada hacen por ayudar a este grupo de ciudadanos.
Llego una noche al paradero del óvalo de San Lázaro, en el Cercado de la ciudad de Arequipa, y en medio de la gente observo a un señor, de aproximadamente 50 años, en silla de ruedas, que espera con cierta timidez coger una unidad de transporte urbano que lo traslade a su domicilio.
Pasa más de 50 minutos, y el señor aún no logra que un vehículo lo transporte. La gente transita con indiferencia; lo ven, pero continúan su ruta.
De las más de 50 unidades de transporte urbano que vi pasar esa noche, solo un auto que brinda el servicio de colectivo, lo recoge. Un joven baja del vehículo y, muy amablemente, ayuda al señor en silla de ruedas a subirse a su unidad.
Aún no puedo creer la indiferencia de la población. Nadie, y hasta yo, esa noche, brindó ayuda a esta persona. Nadie se ofreció en ayudarlo para que cogiera una unidad de transporte urbano que lo lleve hasta su casa.
Aún me cuesta creer la indiferencia del que somos parte todos, una indiferencia que lamentablemente, marca a las personas que padecen de alguna discapacidad.
Al día siguiente me desplazo por otras zonas de la ciudad. Cerca a la Feria Los Incas, en el distrito de José Luis Bustamante y Rivero, una señora desesperada pide ayuda porque su hijo acaba de sufrir un ataque de epilepsia.
De la gente que transita, solo dos jóvenes de seguridad se acercan a ayudarla, y al solicitar un taxi para llevarlos a casa, ningún conductor quiere llevarlos, tan solo por pensar absurdamente que el joven está ebrio. Un taxista para, se ofrece a brindarles el servicio, pero a cambio de cobrarles el doble del costo normal de la carrera. La señora se ve obligada a aceptar sin opción.
A unas cuadras, donde se realizan obras viales, otra señora con discapacidad física sufre la agonía de cruzar la vía. Observa con detenimiento por dónde poder transitar. Sin conseguir hacerlo. Con lágrimas en los ojos retorna a su vivienda, y tan solo me dice “por qué las autoridades no nos consideran”.
Me uno a su pedido, y es que así como estas tres personas, cuántas más no habrá en nuestro país, que siente la indiferencia de su propia gente, de sus propias autoridades.
En la ciudad de Arequipa existen alrededor de 150 mil personas con discapacidad, vale decir, un 13,08% de la población total. El mayor grupo de esta población padece de discapacidad visual, física, Síndrome de Down, entre otros.
Nadie cumple la ley de las personas con discapacidad, nos dice la representante de Conadis, Silvia Aguilar.
En los dos últimos años, en la ciudad se han visitado 15 instituciones públicas y privadas, sancionándose a más de 10 de ellas por no tener la infraestructura adecuada, entre ellas, la Gerencia Regional de Trabajo y Promoción del Empleo, la municipalidad provincial y los hospitales, en donde se constató que no tienen rampas y si las tienen estas solo están acondicionadas con cintas, no tienen textos con el sistema Braille, ni cuentan con un intérprete de lengua de señas.
De acuerdo a la ley, las sanciones oscilan entre los 0,5 hasta las 12 UIT, pero absurdamente, según la Ordenanza Municipal 538, la multa es del 20% de una UIT, multa benevolente que permite infringir la ley. ¡Qué absurdo! ¿Cuándo se cambiará esto?
Por: Diane Mora Quispe
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