Casas bajo el agua, animales muertos, cultivos arrasados, calles convertidas en ríos, ocho muertos y cientos de damnificados, son los estragos del Fenómeno El Niño.
Un éxodo se abrió pasó en la costa sur y norte del Perú, desatado por el Fenómeno El Niño en los primeros meses del año. Fue subestimado por las autoridades distritales, provinciales y del más alto nivel al quedar en evidencia la ausencia de obras de prevención de desastres naturales. Piura, llevó la peor parte (Ocho muertos; 20,446 damnificados; 2,300 casas inhabitables y 2,401 colapsadas, según el último reporte del COER). Las zonas urbanas y rurales, se transformaron en ríos de agua y barro, las casas tenían hasta un metro de agua dentro, flotaban animales muertos y los cultivos de papa, limón, yuca y otros alimentos, se convirtieron en triste paisajes de fango, a causa de las fuertes lluvias y desborde de los ríos.
La noche del 26 de marzo, el caudal del río Piura superaba los 2,000 metros cúbicos por segundo y el Centro de Operaciones de Emergencia Regional (COER) Piura advertía que podría alcanzar los 2,700. Un día después, quince horas de lluvias soportó la región norteña, la más extensa de los últimos meses. Chulucanas y Tambogrande fueron los primeros escenarios que quedaron bajo el agua por el desborde del río Piura. Por seguridad, Defensa Civil recomendó el cierre de los puentes vehiculares que unen Piura y Castilla: Andrés Avelino Cáceres y Sánchez Cerro, así como los de uso peatonal. A pesar de estas disposiciones, la ciudad corrió la misma suerte. Los piuranos caminaban en el agua sucia que les llegaba hasta el pecho y la mayoría prefirió trepar sus techos y quedarse allí a la espera de ser rescatados en medio del calor y los gritos de auxilio.
El río llegó hasta la Universidad Nacional de Piura, y simultáneamente por las urbanizaciones Quinta Anamaría y Cocos del Chipe. El agua discurrió hasta llegar a la calle Las Monteros, Los Rubíes, Independencia y otras zonas de Castilla. Se inundó el centro comercial Open Plaza.
Historias. Segundo Hilario Jaime Suárez de 41 años, es un agricultor piurano que se ganaba la vida de la producción y venta de limón y mango en el distrito de Tambogrande desde la infancia. Vendía el saco de limón de 45 kilos a cuarenta soles y a un sol el kilo de este producto. La mañana del 20 de marzo intentó cruzar la quebrada San Francisco por un badén con una jaba de limón, sin embargo a mitad de camino resbaló y fue arrastrado por las aguas. Sus familiares lo buscaron intensamente durante cuatro días y pidieron la colaboración de la Policía Nacional y el alcalde de Tambogrande. Al quinto día, fue ubicado su cadáver.
Victoria Herlinda Vásquez Paredes de 24 años, es madre y padre de dos niñas, natural de ‘Belén’ (Iquitos) y vive en ‘Nuevo Amanecer con Jesús de Piura desde hace seis años, su esposo la abandonó. La noche del domingo doce de marzo, una tormenta eléctrica partió a pedazos su casa de adobe. Si no fuera por la buena voluntad de sus vecinos, estaría en la calle, pero fue acogida junto con sus pequeñas. Con cartones, plásticos y pedazos de esteras trató de rehacer sus paredes.
“No tengo dinero para comprar pan. No tengo trabajo y tampoco puedo dejar a mis hijas solas. Quise que estudiaran, pero tampoco tengo para los útiles. Su padre se ha desentendido de ellas”, dijo. Inicialmente no recibía ayuda de Defensa Civil porque no estaba empadronada, pero luego de ponerse en contacto con RPP noticias, fue atendida por las autoridades.
Jorge Yaksetig vive en la residencial Monterrico, la cual quedó inundada por el desborde del río Piura. “Eran las siete de la mañana, me alistaba para ir a trabajar, pero entonces vimos como el agua empezó a ingresar a nuestras viviendas, todo fue tan rápido que no nos dio tiempo para nada, en pocos minutos ya teníamos el agua a la altura del pecho. Las familias que vivimos en el primer piso no pudimos rescatar nada, solo nos quedamos con lo que teníamos puesto y evacuamos como pudimos”, relató.
Rescates. Policías y soldados del Ejército auxiliaron a varias personas desde el techo de sus viviendas y colocaron sacos de arena en el borde del río. En medio de la desgracia, aparecieron más muestras de solidaridad y héroes anónimos. Uno de ellos fue Roberto Muñoz apodado como “El Chico del Unicornio” quien provisto de una tabla atada a un unicornio inflable en la urbanización Quinta Ana María evacuó a una niña con su mascota y a varias personas.
En el Bajo Piura, el caudal superó los 3, 400 metros cúbicos por segundo, el agua empezó a ingresar por el dique debilitado de Viduque, en Simbila, distrito de Catacaos. Las sirenas de vehículos bomberiles empezaron a sonar pidiendo a los ciudadanos la evacuación de sus viviendas, el desborde se tornaba incontrolable. Las familias evacuaron. Rápidamente el agua avanzó inundando Pedregal, La Campiña, Pedregal Chico, Cura Morí, Chato Chico, Chato Grande, Molino Azul, Santa Rosa, Narihualá, entre otras zonas.
Después de la inundación. Algunas zonas ribereñas de Piura, Castilla y el Bajo Piura aún lucen inundadas. El agua de río se mezcló con aguas servidas. Las calles en un foco infeccioso. Por los desechos y zancudos, la población está expuesta múltiples enfermedades (dengue, leptospirosis, dermatitis y cólera).
Árboles caídos, un olor pestilente y el silencio pinta la tristeza de Piura. No tienen energía eléctrica, las actividades comerciales, escolares, de turismo y de transporte están paralizadas. El río arrasó todo a su paso, pero algo que no les arrebató fue su deseo de volver a resurgir de esta desgracia.
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