En Ecuador se han cometido asesinatos contra personajes políticos en las últimas semanas, en un contexto de elecciones generales. ¿Qué está pasando en la región y sobre todo en el Perú? Analistas explican los factores que han desencadenado la ola delictiva en ese país y qué similitudes podrían existir con la realidad peruana.
¿Pueden las sociedades de los países seguir confiando en la democracia cuando viven en constante zozobra debido al avance de la violencia? Hoy en día, ningún país de Latinoamérica puede estar al margen de la responsabilidad de resolver esta interrogante.
Ya desde el 2017 un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) reveló que América Latina y el Caribe perdían en promedio el 3,5% de su PBI debido al avance del crimen.
Seis años después, a la alta conflictividad en países como Haití, El Salvador, Colombia, Venezuela o México se suma el caso de Ecuador, uno de los ejemplos más recientes e impactantes, luego del asesinato del candidato Fernando Villavicencio y del dirigente político Pedro Briones.
De 5,8 homicidios por cada cien mil habitantes en 2017, Ecuador pasó a registrar 25 homicidios por cada cien mil habitantes en el 2022, según dijo a BBC News Carla Álvarez, investigadora ecuatoriana y docente especializada en temas de seguridad. “Ecuador actualmente es el país con el mayor aumento de homicidios en América Latina”, señaló.
Para la investigadora Álvarez, todo este panorama tiene respuesta en que Ecuador “es un corredor que permite sacar la droga hacia el resto del mundo, donde las organizaciones criminales han aprovechado la desarticulación del aparato estatal de seguridad, incluyendo al propio Ministerio de Justicia para ganar terreno, desatando una ola de violencia”.
Elecciones
La violencia: uno de los principales factores que disminuye la confianza de la población en la democracia
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Ecuador vive su momento más crítico. La noticia del asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio conmocionó a la opinión pública y dio la vuelta al mundo. Lamentablemente, no fue el último atentado político. Cinco días después de este hecho, el dirigente Pedro Briones, de Revolución Ciudadana, movimiento del expresidente Rafael Correa, fue ultimado en la puerta de su vivienda por sicarios, según información policial.
Cabe mencionar que antes de estos dos crímenes, otros dos políticos también fueron asesinados. La violencia acabó con las vidas del ex alcalde de Manta Agustín Intriago y de Rider Sánchez, candidato a asambleísta por la provincia de Esmeraldas.
En medio de este panorama de miedo e inseguridad, las elecciones presidenciales en primera vuelta se desarrollaron a nivel nacional el pasado domingo 20 de agosto. El candidato reemplazante de Fernando Villavicencio, Christian Zurita, acudió a su local de votación resguardado por un grupo de policías fuertemente armados. Zurita llevaba un chaleco antibalas y un casco. Al momento de emitir su voto fue cubierto por una cortina blindada pues, días previos, había recibido amenazas de muerte tal como ocurrió con el fallecido Fernando Villavicencio.
¿Similitudes entre Perú y Ecuador?
Para el politólogo Alonso Cárdenas, experto en políticas públicas en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, el camino transitado por Ecuador para llegar a los niveles de violencia que hoy afronta, no han sido muy diferentes de lo que ha venido sucediendo en el Perú, hallando así algunas similitudes.
“Entre los años 1997 y 2007, Ecuador tuvo siete presidentes, algo que aquí en Perú también se está viviendo [seis presidentes desde 2016]. Eso nos lleva a analizar la legitimidad de las autoridades. Ecuador, por ende, tiene un presidente (Guillermo Lasso) con la menor aprobación de América Latina y le sigue la mandataria peruana. Eso habla de una desafección enorme de las ciudadanías con sus gobernantes. Perú es el país con la mayor insatisfacción con la democracia con 91% según el Latinobarómetro y le sigue Ecuador”, subrayó.
Otras similitudes que encuentra Cárdenas es en el factor corrupción. “En el Índice de Percepción de la Corrupción 2022, elaborado por Transparencia Internacional, Ecuador y Perú aparecen en idéntica posición, 36 de 180 países evaluados, por debajo del promedio mundial y de las Américas que se sitúa en 43”.
Y en lo que respecta a la violencia, Cárdenas señaló que para el 2023 “varios expertos calculan que la tasa nacional de asesinatos en Ecuador alcanzaría los 40 homicidios por cada 100 mil habitantes". "Y aunque la cifra aún es diferente con respecto a Perú, se esperaría un incremento en la tasa nacional por encima de 7,4 por cada cien mil habitantes a partir de este año”, agrega.
Por su parte, el politólogo Aarón Quiñón señala que los efectos de la violencia en Perú no están a niveles ecuatorianos, pero sí existen casos tangibles a los que hay que poner atención.
“Aquí estamos viendo cómo la penetración de grupos informales y criminales han tenido un efecto muy perverso sobre todo a nivel subnacional. Hay regiones como Madre de Dios donde se registran atentados a activistas ambientales, políticos y de derechos humanos porque interfieren contra los intereses ilegales de los grupos criminales. Pero no dejemos de lado al nivel nacional del plano político porque hay indicios de financiamientos opacos de campañas políticas que están en materia de investigación”, aseguró.
A esto hay que agregar que, a nivel de regiones, en 2020, Madre de Dios registró la mayor tasa de homicidios más alta con 13,8 por cada cien mil ciudadanos, seguido del Callao (12,0), Tumbes (10,7) y Lima (8,1); según información del INEI 2022.
Factores desencadenantes
“Este auge de la criminalidad en la política se debe a que hay un perpetrador, grupos organizados que quieren erosionar justamente el estado de derecho, y en consecuencia la democracia, pero también hay actores políticos y actores estatales que son débiles en fiscalizarlos porque son proclives a la corrupción y porque se pueden beneficiar de este tipo de arreglos ilegales”, señaló el politólogo e investigador por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) Aarón Quiñón.
Por su parte, Alonso Cárdenas señala que los riesgos de no afrontar la inestabilidad política, la falta de legitimidad del sistema democrático, la violencia y la corrupción son los factores determinantes que desatan un escenario de alta conflictividad en un país.
“Cuando empiezan las organizaciones criminales a ser cada vez más contundentes, a ser cada vez más fuertes, indefectiblemente van a empezar a penetrar en el Estado como está sucediendo hoy en día en Ecuador, como sucede en Guatemala, como sucedió en El Salvador, en Honduras, o en Venezuela”, acotó.
La apuesta por salidas extremas
“Muchos ecuatorianos quieren mano dura al estilo Bukele. Es el perfecto caldo de cultivo para el populismo. La gente quiere que se acabe la criminalidad. Entonces, también se cuela en la campaña la esperanza de que va a llegar alguien a revertir lo que está pasando. Por eso es muy peligroso el mesianismo en estas condiciones”, señaló desde Ecuador la investigadora Carla Álvarez.
Percy Medina, jefe de la misión en Perú de Idea Internacional, sostuvo que los escenarios de violencia le restan fuerza a la democracia y las propuestas autoritarias como las que hoy aplica el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, se ganan la esperanza ciudadana.
“Sería muy fácil que ante situaciones de inseguridad y de violencia aparezca alguien que se erija como el salvador de esta situación con alguna propuesta radical y autoritaria. Hay que estar muy atentos porque estas propuestas no han funcionado en ninguna parte y sin embargo tienen apoyo ciudadano porque apelan a fibras emocionales muy profundas vinculadas a la propia sobrevivencia”, expresó.
Los discursos o propuestas extremas no solo pueden enfocarse en combatir la inseguridad ciudadana. En el caso de Argentina, el ejemplo proviene de Javier Milei, quien con su particular estilo de hacer política se muestra como la esperanza para salir de la crisis económica que padece el pueblo sureño, aún cuando una de sus propuestas es de manera literal “quemar el Banco Central [...] hacerlo implosionar y que queden todos los escombros”.
“La democracia te prometía poder resolver la inseguridad ciudadana o ofrecerte una mejor calidad de vida, y las democracias en América Latina no han podido dar solución a estas necesidades, entonces eso desencadena una crisis de confianza en este tipo de régimen político”, agregó Aarón Quiñón.
La corrupción, la falta de legitimidad, la inestabilidad y el avance de la violencia mediante actividades ilegales sin suficiente fiscalización resultan entonces ser el escenario perfecto para erosionar la democracia y el respeto a los derechos de todas y todos.
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