Nuestro director de noticias, Raúl Vargas, analiza el debate presidencial del próximo domingo y lo que deben exponer los candidatos a la población.
Este domingo se producirá en Piura el primer debate de los dos candidatos a la Presidencia de la República. Este sin duda, ayudará en alguna medida a despejar el terreno que está asignado por cumbres borrascosas y amenaza con un virtual empate. Los temas del debate son, protocolarmente, los siguientes: una visión global del país, descentralización, cuyo peso serán las necesidades del proceso regional, manejo de los recursos naturales con el peso mayor en la minería, los conflictos sociales, infraestructura y mensaje a la nación.
Ir más allá de las generalidades. ¿Queda entonces la ‘carnecita’ para el segundo debate en Lima? Probablemente sí. La esperanza es que se discuta ahora el tema más acuciante: la inseguridad, la delincuencia, la violencia. No deberían los polemistas quedarse en los detalles. Es aquí donde es necesario que muestren una visión sistemática y altamente especializada. En ese terreno, se advierten serias discrepancias. Lo mismo sucede con las reformas económicas, las recetas no demagógicas y proyectos específicos para lograr que el país no disminuya su ritmo de crecimiento en los próximos años.
No más golpés bajos. Este relato quedaría incompleto si no se añade que puyas y golpes bajos son a estas alturas inexcusables. Por más que ocultos asesores y jefes de campaña insistan en envenenar un proceso particularmente delicado que no debe conducir a que en el futuro se produzcan inestabilidad, sectarismos o inconsciencia.
La democracia sobre todo. Las circunstancias son muy especiales. Por ejemplo, la conformación del futuro congreso, la debilidad institucional en justicia y administración pública, y todas las tareas de inversión para el desarrollo reclaman ideas concretas y valientes. Hasta el momento, este es un proceso belicoso pero que no debe olvidar la necesidad de que cualquiera sea el triunfador, hay que preservar una prudente vía de concertación. Lo que está en juego es poder continuar la senda de estos años de una democracia justiciera y cabal
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