El Perú firmó en 1948 la proclamación de los Derechos Humanos formulada por la Asamblea General de la ONU. Existen países que los violan sistemáticamente, pero ninguno que los reniegue.
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El presidente de la República participó ayer en la conmemoración del día del Ejército, que desde la época de Leguía se lleva a cabo el 9 de diciembre, aniversario de la batalla de Ayacucho. Más de tres años después de la proclamación de la Independencia, España seguía ocupando parte de nuestro territorio y solo pudo ser expulsada después de la derrota militar que sufriera en la Pampa de la Quinua. En el curso de esa batalla, el general José María Córdova pronunció a sus 25 años la más célebre arenga de nuestra historia militar: “Soldados, armas a discreción, de frente, a paso de vencedores”. Cinco años más tarde, Córdova pagó con su vida la fidelidad a sus ideales libertarios, porque se opuso a la dictadura de Bolívar y falleció combatiendo contra los partidarios del Libertador. Aunque los recuerdos de grandes gestas alimentan el ánimo y ennoblecen la mirada, las instituciones requieren también renovar sus doctrinas para adaptarlas a desafíos recientes. Martín Vizcarra hizo ayer un esbozo de las nuevas tareas asumidas por nuestro Ejército: la lucha contra el narcotráfico, el compromiso con la sostenibilidad ambiental y la contribución para colmar la brecha de infraestructura que aísla poblaciones y priva de servicios públicos a los sectores más pobres. Lo hemos visto en situaciones de emergencia, como cuando el Niño costero. Por su parte el ministro de Defensa, Walter Martos, se refirió al impacto producido por la detención de varios generales implicados en el robo de gasolina: “Quienes cometan actos de corrupción, no tienen cabida en el Ejército”, sentenció, antes de afirmar que la principal amenaza contra nuestra nación no viene de ejércitos extranjeros, sino de la corrupción. Para un cuerpo militar, tan importante como la doctrina es la tecnología. Por eso vale la pena destacar los logros de la Aviación Naval, fuerza de la Marina que ayer cumplió cien años. Basta ver aviones y helicópteros despegando y aterrizando a bordo de barcos para imaginar los recursos de que disponemos, así como la destreza que requieren los pilotos y los marinos.
Si ayer celebramos una institución que garantiza la paz, hoy es el aniversario de una proclamación cuya vigencia garantiza la democracia y el respeto a la dignidad de todas las personas: los Derechos Humanos. Un día como hoy, en 1948, la Asamblea de la ONU los proclamó con el voto del Perú. Inspirados por la Declaración de la Independencia de Estados Unidos y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en la Francia de 1789, los Derechos Humanos son admitidos hoy por casi todos los países. Vale la pena recordar el optimismo y la confianza en un mundo nuevo que proclama el texto de 1948: “Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias”. En el Perú la promoción de los Derechos Humanos es tarea específica del ministerio de Justicia, que precisamente por eso se llama de Justicia y Derechos Humanos. Pero su vigencia depende también de la participación de los ciudadanos, que se expresan en ONGs que velan por su cumplimiento. Es el caso también de diversos premios, entre los que destaca el Premio Javier Pérez de Cuéllar que cada año entregan en común la Embajada de Francia y la de Alemania. Todo un símbolo de la reconciliación entre dos viejos rivales.
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