La insostenible presidencia de Pedro Castillo, por Fernando Carvallo [COLUMNA]

Si la Fiscalía confirma la veracidad de las afirmaciones que se atribuyen a la lobista Karelim López, el presidente Pedro Castillo perdería toda legitimidad para ejercer su cargo. Castillo ha pretendido ser la expresión del pueblo peruano y se ha presentado como una ruptura con el estilo de hacer política que se ha practicado durante 200 años. Pero la verdad, es que se acumulan los indicios según los cuales Castillo no es sino la continuación de los vicios más antiguos y constantes de nuestra vida pública: la corrupción, el engaño y el aprovechamiento del Estado para fines privados. Desde el primer momento hubo sospechas por sus vínculos con miembros de Perú Libre y del gobierno regional de Junín, algunos de los cuales han sido condenados por delitos de corrupción. Luego descubrimos que Castillo despachaba en un domicilio privado de Breña, y se negó a dar la lista de las personas que lo visitaban fuera del marco de la ley. Después quedó claro que había un patrón irracional en el nombramiento de altos funcionarios, como es patente en los casos de los ministros de Transportes y de Salud. La renuncia del ministro Avelino Guillén fue un llamado final de alerta, puesto que denunció la pasividad ante casos de corrupción en la Policía Nacional. Pero la declaración de Karelim López da cuenta del funcionamiento de una organización criminal dirigida desde la cúspide del Estado.

La defensa de Pedro Castillo no resulta convincente: se dice víctima de una maniobra golpista auspiciada por la Fiscalía y atribuye todos los cuestionamientos a la prensa independiente. El Pleno del Congreso sesionará esta tarde. El país necesita diseñar un camino para restablecer la confianza en el Estado que cumpla dos requisitos: el respeto a nuestra democracia y el compromiso de garantizar la reactivación económica.

Las cosas como son

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