El ranking elaborado por The Economist no es apelable y ningún país puede renunciar a ser evaluado. Lo único que podemos hacer es perfeccionar nuestras instituciones, garantizar la prensa libre y modernizar nuestra cultura política.
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El semanario británico The Economist es una de las revistas más antiguas e influyentes del mundo. Publicada en Londres desde hace 180 años, The Economist apareció para oponerse a toda forma de autoritarismo y promover desde una perspectiva liberal el desarrollo económico y el libre comercio.
Su inspiración no viene de las variantes tardías del liberalismo sino del espíritu de los filósofos David Hume y Adam Smith para los que el liberalismo político era inseparable del liberalismo económico.
The Economist es una referencia de consulta generalizada en los medios económicos y la comunidad empresarial del mundo. Desde hace unos años su Unidad de Inteligencia (EIU) evalúa el estado de la democracia en 167 países, a los que atribuye un puntaje derivado de 50 criterios que llevan a una clasificación en cuatro grandes categorías: democracia plena, democracia imperfecta, régimen híbrido y autoritarismo.
Desdichadamente nuestro país sigue siendo considerado un régimen híbrido, lo que nos coloca en el puesto número 18 de América Latina. La gran degradación está naturalmente asociada con el golpe de Estado de Pedro Castillo y la represión de las manifestaciones de fines del 2022 y principios del 2023.
La Unidad de Inteligencia constata la alta inestabilidad de los ministerios, así como las amenazas a la prensa independiente y la interferencia en la autonomía de las instituciones. La grave crisis en el ministerio público y algunas iniciativas del Congreso, no pueden sino contribuir a mantenernos en la cola de los países latinoamericanos, aunque es cierto que persisten garantías que han desaparecido en Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Veremos el impacto que pueda producir la eventual destitución de los miembros de la Junta Nacional de Justicia y la voluntad de modificar el mecanismo de elección del presidente de la Junta Nacional de Elecciones. El ranking elaborado por The Economist no es apelable y ningún país puede renunciar a ser evaluado. Lo único que podemos hacer es perfeccionar nuestras instituciones, garantizar la prensa libre y modernizar nuestra cultura política.
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