Lo hará en el campeonato de memoria de Munich, donde también defenderá su título de campeón mundial.
Video: Youtube
"Mi intención es batir por lo menos tres de los siete récords posibles", afirma, seguro de sí mismo, el español Ramón Campayo, que defenderá en el Campeonato Mundial de memoria que se abre hoy en Múnich el título que detenta desde hace siete años.
Con más de cien récords mundiales a sus espaldas y la capacidad de memorizar hasta 19 dígitos decimales en un segundo, Campayo es desde niño "un pequeño científico", atraído siempre por el mundo de la mente, según explica el genio, nacido en Albacete en 1965, en una entrevista con Efe.
"Inventaba, a modo de juego, técnicas que me sirvieran para estudiar mejor en el colegio y el instituto, y pronto vi que me servían, y empecé a tomármelo en serio", dice.
Sin embargo, no fue hasta 2003 que Campayo empezó a interesarse por las pruebas de memorización rápida y se inició en la competición, precisamente en Múnich, ciudad que recuerda con gran cariño, pues ahí batió, de una sola vez, quince récords del mundo.
Aunque su fama se ha extendido por todos los continentes y se le considera una de las mentes más privilegiadas de la historia, muestra una actitud modesta: "No me vanaglorio especialmente, lo primero es la confianza y, para mí, mi mente es mi amiga".
Se define como una persona espiritual, al tiempo que científica, y siempre consciente de que los resultados son algo secundario y que lo más importante es saber llevar la presión y tener la fuerza de voluntad para entrenar duro día tras día.
"El presente es lo único que hay, pues el futuro es incierto. Por eso vivo con mucha intensidad el presente en la competición y no pienso en los resultados", insiste.
Al margen de las competiciones, la mayor parte de su vida transcurre en la escuela de memoria que él mismo gestiona, y en la que imparte cursos de técnicas de estudio para niños y opositores y prepara también a todo un séquito de genios, que le siguen los pasos en el ring y son casi tan famosos como él.
"Estoy muy dispuesto a enseñar mis técnicas en los colegios e incluso a gente mayor, y en Alemania están muy interesados. Lo he propuesto muchas veces en España, pero allí no me es posible, porque no interesa nada que no sea fútbol y salir a beber vino", critica.
Asegura que lo particular que encierra su método es una preparación exhaustiva, sin puntos débiles, miedos ni presiones.
"Soy muy analítico, lo primero que hago es entrenar las técnicas rápidas de lectura, que resulta esencial, y después estudio los obstáculos que hay que superar y los voy salvando".
A su juicio, lo que tiene su mente de especial es que puede almacenar gran cantidad de información por un tiempo indefinido, "sin cupo ni límites", como si de una biblioteca humana se tratara.
No obstante, Campayo emplea su memoria de forma selectiva, por lo que elige no retener los datos que almacena en los campeonatos, porque de lo contrario, su mente correría el riesgo de llenarse de series de números y cosas sin sentido.
"Soy también un campeón del despiste, a veces me llaman para felicitarme por mi cumpleaños y yo no siquiera me he enterado", explica, e insiste en que el acto de despistarse no tiene nada que ver con la capacidad para memorizar.
Su cerebro prodigioso ha suscitado el interés de la comunidad científica española, que ha ocupado su tiempo en tratar de averiguar qué es innato y qué es aprendizaje en las habilidades de Campayo.
"Uno se siente un poco conejillo de indias, cuando le clavan agujas en un montón de sitios, pero lo hago con agrado, porque también es una forma de demostrar el alto voltaje con el que funciona mi cerebro", apunta.
Uno de sus retos personales es seguir luchando por que sus alumnos sean los mejores y cooperar con la ciencia, para ayudar a prevenir las enfermedades mentales como el Alzheimer.
Pese a ser aficionado incondicional a las pruebas de velocidad, que se caracterizan porque el objetivo es memorizar muchos datos en poco tiempo, el siete veces campeón del mundo confiesa estar a veces algo cansado de no encontrar un rival a su altura.
Por ello, está planteándose la posibilidad de una jubilación prematura, "dentro de unos dos o tres años"; pero antes quiere demostrarse a sí mismo y a los demás que es capaz de batir las marcas que ya tiene en su palmarés, algo que considera muy sencillo, pues lo hace a diario en los entrenamientos.
Campayo se verá las caras mañana con el mejor de los 21 cerebros concentrados en Múnich, pero su verdadero rival es él mismo. EFE
Con más de cien récords mundiales a sus espaldas y la capacidad de memorizar hasta 19 dígitos decimales en un segundo, Campayo es desde niño "un pequeño científico", atraído siempre por el mundo de la mente, según explica el genio, nacido en Albacete en 1965, en una entrevista con Efe.
"Inventaba, a modo de juego, técnicas que me sirvieran para estudiar mejor en el colegio y el instituto, y pronto vi que me servían, y empecé a tomármelo en serio", dice.
Sin embargo, no fue hasta 2003 que Campayo empezó a interesarse por las pruebas de memorización rápida y se inició en la competición, precisamente en Múnich, ciudad que recuerda con gran cariño, pues ahí batió, de una sola vez, quince récords del mundo.
Aunque su fama se ha extendido por todos los continentes y se le considera una de las mentes más privilegiadas de la historia, muestra una actitud modesta: "No me vanaglorio especialmente, lo primero es la confianza y, para mí, mi mente es mi amiga".
Se define como una persona espiritual, al tiempo que científica, y siempre consciente de que los resultados son algo secundario y que lo más importante es saber llevar la presión y tener la fuerza de voluntad para entrenar duro día tras día.
"El presente es lo único que hay, pues el futuro es incierto. Por eso vivo con mucha intensidad el presente en la competición y no pienso en los resultados", insiste.
Al margen de las competiciones, la mayor parte de su vida transcurre en la escuela de memoria que él mismo gestiona, y en la que imparte cursos de técnicas de estudio para niños y opositores y prepara también a todo un séquito de genios, que le siguen los pasos en el ring y son casi tan famosos como él.
"Estoy muy dispuesto a enseñar mis técnicas en los colegios e incluso a gente mayor, y en Alemania están muy interesados. Lo he propuesto muchas veces en España, pero allí no me es posible, porque no interesa nada que no sea fútbol y salir a beber vino", critica.
Asegura que lo particular que encierra su método es una preparación exhaustiva, sin puntos débiles, miedos ni presiones.
"Soy muy analítico, lo primero que hago es entrenar las técnicas rápidas de lectura, que resulta esencial, y después estudio los obstáculos que hay que superar y los voy salvando".
A su juicio, lo que tiene su mente de especial es que puede almacenar gran cantidad de información por un tiempo indefinido, "sin cupo ni límites", como si de una biblioteca humana se tratara.
No obstante, Campayo emplea su memoria de forma selectiva, por lo que elige no retener los datos que almacena en los campeonatos, porque de lo contrario, su mente correría el riesgo de llenarse de series de números y cosas sin sentido.
"Soy también un campeón del despiste, a veces me llaman para felicitarme por mi cumpleaños y yo no siquiera me he enterado", explica, e insiste en que el acto de despistarse no tiene nada que ver con la capacidad para memorizar.
Su cerebro prodigioso ha suscitado el interés de la comunidad científica española, que ha ocupado su tiempo en tratar de averiguar qué es innato y qué es aprendizaje en las habilidades de Campayo.
"Uno se siente un poco conejillo de indias, cuando le clavan agujas en un montón de sitios, pero lo hago con agrado, porque también es una forma de demostrar el alto voltaje con el que funciona mi cerebro", apunta.
Uno de sus retos personales es seguir luchando por que sus alumnos sean los mejores y cooperar con la ciencia, para ayudar a prevenir las enfermedades mentales como el Alzheimer.
Pese a ser aficionado incondicional a las pruebas de velocidad, que se caracterizan porque el objetivo es memorizar muchos datos en poco tiempo, el siete veces campeón del mundo confiesa estar a veces algo cansado de no encontrar un rival a su altura.
Por ello, está planteándose la posibilidad de una jubilación prematura, "dentro de unos dos o tres años"; pero antes quiere demostrarse a sí mismo y a los demás que es capaz de batir las marcas que ya tiene en su palmarés, algo que considera muy sencillo, pues lo hace a diario en los entrenamientos.
Campayo se verá las caras mañana con el mejor de los 21 cerebros concentrados en Múnich, pero su verdadero rival es él mismo. EFE
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