“Cada uno tiene sus propios tiempos y yo tenía que aceptar los míos”, contó la mujer que lucha por una muerte digna.
Ana Estrada, de 42 años, lucha por una muerte digna. La graduada en psicología busca acceder a una muerte asistida (concepto diferente a la eutanasia) para poner fin a los efectos negativos de la polimiostitis, una enfermedad que ha llevado a sus músculos a paralizarse. Esta opción, que es viable en países como Colombia, sería la mejor para ella debido a que no podría suministrarse los medicamentos por su cuenta.
En el 2015, sus músculos respiratorios comenzaron a perder fuerza y tuvo que ser hospitalizada. Tras pasar seis meses en cuidados intensivos, su vida cambió: se empezó a movilizar en una silla de ruedas, ya no podía trabajar con normalidad y se volvió dependiente física y emocionalmente de sus padres, lo que la llevó a atravesar por un cuadro de depresión.
La enfermedad con la que fue diagnosticada a los 12 años es incurable y degenerativa, algo que sus padres saben, por lo que apoyan la decisión que ha tomado y la respaldan en su lucha por tener una muerte digna.
"Mis padres jamás me dijeron 'no vas a poder'. Al contrario, me empujaron siempre. Para mí fue muy natural: iba viviendo los límites de mi enfermedad poco a poco, pero tenía que seguir haciendo mi vida a otro ritmo", contó Ana en el programa Encendidos, con Mauricio Fernandini y Mabel Huertas.
A pesar de la enfermedad que la aqueja, Ana ha aprendido a ver el lado positivo de la vida y a no compararse con los demás: mientras que sus amigas del colegio ya habían terminado su carrera universitaria, Ana se demoró un poco más. “Eso fue lo que aprendí en la vida, que cada uno tiene sus propios tiempos y que yo tenía que aceptar los míos. Logré muchas cosas por eso”, relató.
Hacer público su caso la ha llevado a recibir cientos de comentarios hirientes en redes sociales, incluso de quienes le sugieren que cometa un suicidio. “No me quiero ir siendo una suicida, no quiero ser alguien que cometa algo ilegal, yo no soy así, no es mi forma de hacer y no lo voy a hacer”, reflexionó.
Y, a pesar de que muchos consideran su deseo a morir dignamente como una forma de rendirse, ella asegura que su lucha por una muerte asistida es “una motivación de vida”, puesto que la ha llevado a vivir experiencias y a conocer personas que jamás pensó conocer.
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