La lanza disparada por el rey de los incas atraviesa el blanquísimo cuello de Desirée Le Mire, la bailarina más sensual de la tierra. Sus ojos verdes se cierran para siempre y su cuerpo semidesnudo y sin vida cae sobre una roca; su cabellera rubia parece querer cubrir aquellos senos níveos y perfectos, que poco a poco van cubriéndose de sangre. Los hermanos Lamar, Paul y Harry, han sentido aquella lanza clavarse en sus corazones y con la fuerza de cien hombres se abalanzan sobre unos pigmeos peludos y espantosos, y especialmente sobre el más horrible de todos: el Inca-Rey asesino al que desean quitarle la vida con sus propias manos. Para ellos que han sufrido mil golpes, y que tienen sus cuerpos cubiertos de heridas abiertas, ampollas y suciedad, ya la muerte no es de temer. Solo la venganza los hará libres y están dispuestos a dejar la piel a más de mil metros debajo de los Andes con tal de olvidar a aquella mujer que ambos a su manera aman. Bienvenidos a “Pulp” Perú.
Rex Stout, Nero Wolfe y la novela pulp
Rex Stout (1886 – 1975) es reconocido como uno de los más exitosos escritores de novelas de detectives de todos los tiempos. Nero Wolfe, protagonista de gran parte de su obra, también conocido como el “Falstaff” de los investigadores, es un gordo bueno y culto que –como muchos años después haría Pepe Carvalho– intercala sus deducciones lógicas, lectura de pistas y comentarios jocosos, con recetas de cocina.
Pero muchos años antes de la aparición de Wolfe, Rex Scout ya estaba escribiendo novelas de aventuras del género “pulp” (llamadas así porque eran hechas con papel muy barato, apenas un poco de pulpa de madera convertida en libros). Ediciones sencillas, carátulas llamativas y aventuras llenas de muerte, violencia y mujeres sensuales. Resulta conmovedor que una de esas novelas, apenas la segunda del buen Rex, ocurra en nuestro querido país, aunque ciertamente la imagen de los descendientes de los incas corresponde a salvajes horribles de no más de metro y medio, llenos de pelos hirsutos y deformados por la falta de luz en canales subterráneos debajo de los andes de Huánuco.
El argumento de la novela es curioso. Un millonario joven de Nueva York, Paul Lamar, conoce en París a la vedette de moda, la mujer más deseada por la aristocracia y nobleza europea, que tiene a sus pies a reyes, príncipes y duques: Desirée Le Mire. Coinciden ambos en el viaje en barco a Estados Unidos donde ella será la sensación de Broadway. Pero aquel Paul Lamar también tiene a sus pies a las mujeres que desea (o quiere, aunque esto es infrecuente) de modo que no hace mucho caso a la Le Mire, hasta que descubre que se ha fugado con su hermano menor Harry a la costa oeste de su país. Hasta allá tiene que ir el buen Paul a supervisar que Harry no gaste la fortuna familiar ni ponga en riesgo la reputación de su apellido, pero una vez allí, quizás un poco celoso, decide regalar a Le Mire con un viaje en yate por el Pacífico, partiendo desde San Francisco y caleteando por todos los puertos más importantes de América, hasta que llegan al Callao.
En Lima, “ciudad en la que la blancura es considerada sinónimo de belleza entre las mujeres” Desirée deslumbra por su hermosura, personalidad y simpatía. Pero ella desea una aventura más y convence a Paul y Harry de ir hacia los Andes, a visitar las famosas ciudades de los incas (es 1914, apenas tres años después del descubrimiento científico de Machu Picchu). Por supuesto nuestros héroes acceden y van a Cerro de Pasco y desde allí hacia Huánuco, desde donde parten en la expedición que acabará por llevarse la vida de la Le Mire y los enfrentará a los descendientes de los incas y a otras bestias salvajes.
No es esta una novela de grandes ambiciones. Lo que importa es la forma en que se encadenan las aventuras desde que los tres héroes caen en un túnel debajo de la cordillera y se encuentran con unos seres pequeños, hediondos y llenos de pelos en medio de la oscuridad de las cavernas subterráneas. Aquellos descendientes de los incas se han degradado hasta lo más bajo de la evolución humana que, sin embargo, reconocen la belleza de Desirée Le Mire, a quien raptan para convertirla en reina de los incas. Desde aquel momento los hermanos Lamar pierden y vuelven a rescatar unas seis veces a su escurridizo objeto de deseo. En medio de aquellos enfrentamientos, lo más alucinante son las apariciones de monstruos antediluvianos – criaturas gigantescas y anfibias mezcla de reptiles y crustáceos, pecaríes salvajes, peces con hocicos de cerdo - que viven en los ríos subterráneos de la cordillera; y, sobre todo, la erudición de Paul Lamar, quien es capaz de descifrar el lenguaje de los quipus sin mayor problema, como si fuera un juego de niños la lectura de aquellos nudos multicolores.
Después de tantas idas y venidas, ya en el último enfrentamiento contra los incas, los héroes pierden a su doncella. Desirée Le Mire es asesinada por el horripilante rey de los incas. Poco después, un terremoto abre para los Lamar una salida de aquel infierno bajo tierra y pueden escapar dejando atrás lo peor del Perú. Sin embargo, al final queda la duda de si todo eso fue verdad o fue un simple sueño de Paul Lamar, quien al final “jura que la historia es verdadera, con su palabra de cínico y filósofo.”
Un poco de racismo en el Perú
Más allá del interés por esta novela “pulp”, resultan interesantes sobre todo los detalles de la llegada a Lima de aquellos héroes anglosajones. Paul Lamar se encuentra con un compañero que estudia ahora algo de climatología nada menos que en nuestra querida Universidad de San Marcos y es él quien los introduce a la libertina y relajada vida capitalina, y quien los ayuda a arreglar el viaje en tren a Cerro de Pasco y en burro hacia Huánuco - todo capricho de la mujer a la que nada se le puede negar, que quiere conocer los Andes. Y claro, eso se mezcla con el galante flirteo de los Lamar con Desirée, el elemento romántico y sensual infaltable en cualquier novela del género. Todo ello ocurre en las primeras treinta páginas y desde entonces la novela se convierte en un ir y venir inagotables de caídas, peleas, rescates, secuestros, pérdidas y enfrentamientos entre los dos superatletas gringos y los cientos o miles de incas que son capaces de dominarlos.
Eso es sin duda de lo más interesante de esta novela, la forma en que los Lamar se refieren a esos pequeñuelos salvajes que han perdido incluso la capacidad de emitir sonidos coherentes o de comunicarse más allá de los quipus. Los incas son espantosos, feos y su vida una muestra de degradación. Los dos norteamericanos, por el contrario, son hermosos, de buena figura, ultra-resistentes a cualquier tipo de castigo, y ni qué decir del epítome de la belleza femenina, la rubia y blanquísima Desirée Le Mire.
En 1914, época en la que recordemos aun los afroamericanos no están siquiera cerca de ganar sus derechos civiles en los Estados Unidos (aunque Lincoln y Ramón Castilla les dieran la libertad), los latinoamericanos y más aun la gente de los Andes, no están muy lejos de ese sub-nivel de la raza humana. Theodore Roosevelt, en 1904, apenas pocos años antes, hablaba libremente en sus discursos de los pueblos menos civilizados de nuestra región. Y Rubén Darío le respondía con un poema incendiario[1] que no estaría de más volver a leer hoy, a ver si las cosas han cambiado tanto como creemos.
En todo caso, lo que es cierto es que la novela de Rex Stout tiene una verdad incontestable que parece también cercana a nuestra realidad cotidiana en pleno siglo XXI, casi cien años después de que se editara este libro. En Lima, más allá de los bronceados estivales, la blancura (y hasta la palidez si queremos ponernos exagerados) es sinónimo de belleza. Quizás esa sola frase sirva para reflejarnos más allá del “pulp” y hacernos pensar que si llegaran Stout y sus héroes Lamar junto con Desirée Le Mire hoy, probablemente pasearían tranquilamente y muy a gusto por Lima, viendo que quizás las cosas no han cambiado tanto en cien años y que seguimos amando a los gringos aunque vengan de Peru-Nebraska. O quizás sí, si llegaran en pleno verano y los llevaran al Sur chico o al boulevard de Asia donde seguramente encontrarían a la gente un poco más bronceada y, sin duda, se verían libres de aquellas criaturas horrendas de los Andes para quienes funciona el apartheid económico en pleno siglo XXI. A quien le caiga el guante…
[1] A Roosevelt: http://www.poesi.as/rd09025.htm
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