El efecto que la inmunidad de rebaño está teniendo en la disminución de los casos por COVID-19 no debería llevar a relajar las medidas de protección que la población ha incorporado. La caída de la mortalidad en las ultimas semanas no es una garantía de ausencia de peligro para las personas que (aún) no se han contagiado y menos de la desaparición de la enfermedad. Asimismo, aún hay cierta incertidumbre sobre si personas que se recuperaron, pueden volver a contraer la enfermedad en el futuro, como es el caso de otros virus similares (por ejemplo, de algunas otras variedades de coronavirus).
En una columna anterior, explicamos las razones por las cuales pensábamos que la curva estaba disminuyendo: una gran cantidad de la población ya se ha contagiado y para el virus es más difícil encontrar nuevas personas vulnerables. Al inicio de la epidemia, el 100% de las personas del entorno de un infectado eran susceptibles de ser contagiadas. Hoy en Lima la probabilidad es menor, al menos 2 de cada 5 personas del entorno ya no pueden (al menos por el momento) contagiarse y convertirse en vectores de transmisión de la enfermedad.
Como nos explicaba el Dr.Jesús Anampa, médico e investigador peruano radicado en Estados Unidos, el umbral de la inmunidad de rebaño depende de dos factores: la reducción de transmisión por medidas no farmacéuticas (mascarillas, distanciamiento social, higiene, etc.) y del R0 (tasa de reproducción básica, es decir, cuánta gente un infectado contagia cuando no se toman medidas). El umbral de inmunidad de rebaño cercano al 70% que tanto ha sido mencionado se calcula tomando en cuenta la ausencia de medidas no farmacéuticas (y asumiendo que todos tienen el mismo riesgo de contagio). Pero actualmente sí existe cierto nivel de dichas medidas. Esto ha ayudado a que el umbral sea menor a 70% y podamos ver una disminución significativa de las fatalidades. Si el uso de mascarillas se reduce o las aglomeraciones de personas se incrementan, el umbral de inmunidad de rebaño puede aumentar nuevamente y veríamos la curva de contagios elevarse.
Otro elemento a tomar en cuenta es la heterogeneidad de la población. No todas las personas tienen los mismos patrones de exposición y riesgo de contagio. El personal médico, los transportistas, los comerciantes, tienen una mayor exposición que las personas con labores que involucren menor contacto social. Por otro lado, no todas las personas de la sociedad son igualmente vulnerables al virus. Las personas mayores, los hombres, las personas con sobrepeso, etc. son más propensas a sufrir cuadros severos o a morir de la enfermedad. Aunque en la mayoría de la población el virus esté disminuyendo, existen sectores de la sociedad (por ejemplo las zonas rurales) en las que la enfermedad puede haber tenido una baja penetración. Las personas de estos sectores siguen siendo vulnerables, y podrían darse rebrotes localizados.
Por último, no sabemos cuánto tiempo pueden mantener la inmunidad las personas que superaron la enfermedad. El Dr. Anampa nos señala la incertidumbre que existe al respecto. Un artículo de la The New England Journal of Medicine señala que los anticuerpos a la COVID-19 están presentes en la gran mayoría de las personas que superaron la enfermedad por al menos 4 meses. Sin embargo, no sabemos cuánto tiempo más pueden brindar inmunidad o si esta inmunidad podrá ser detectable.
Una disminución severa de los casos por la influencia de la inmunidad de rebaño puede disminuir la probabilidad de contagio de COVID-19, pero no va a desaparecer la enfermedad. Creemos que vamos a convivir con su impacto y con la posibilidad de contraerla por un tiempo más largo, hasta que una vacuna demuestre beneficio clínico y pueda ser distribuida a gran escala en la población.
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