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Lecciones de una colega

Aprender de los millennials a cooperar y comunicarnos para crecer resultan siendo hitos importantes.

El título de este post iba a ser: “La gran lección que me dejó una millennial” pero me di cuenta de que la lección me la dio una colega que coincidentemente era millennial, de ahí que lo cambié.

La famosa revista Time, en su portada de mayo de 2013, bautizó a los millennials como "la generación del yo yo yo", describiéndolos como ociosos, engreídos, egoístas, que no se toman las cosas en serio y solo ven la vida a través de los filtros de su celular.  Este puñado de clichés se ha venido repitiendo hasta el hartazgo, al punto que, estando a puertas de iniciar una nueva década, muchos creen que es verdad.

Sin embargo, hemos de reconocer que, en el contexto laboral, los millennials han empezado a rentabilizar sus virtudes y cuestionar las cosas que “los adultos” dábamos por sentado. En este sentido, resulta valioso mencionar a Ortega, autor del libro “Millennials: inventa tu empleo” cuando dice que esta nueva generación ha visto que las convicciones de sus padres han dejado de ser válidas: un único modelo de familia, estudiar una carrera, crear distancias por jerarquía, competir para ganar, tener un empleo seguro, etc.

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. | Fuente: Getty Images

No haré un post sobre millennials. Solo voy a enfocarme en la experiencia que me tocó vivir hace unos años con Paola, una líder de proyecto que, a sus 26 años, me contrató como Team Coach asociada al proyecto que lideraba. Es decir, era mi clienta y la jefa en ese contexto.

Luego de la segunda intervención con el equipo, recibí una llamada al final del día en la que Paola me hacía saber que había recibido un comentario desfavorable sobre el desarrollo del proceso. Me dijo, específicamente: “Sienten que no validas posición como gerentes”.

¡¡Auch!! Cuánto dolió que me digan eso y más aún que venga de una “chibola”.  ¿Qué puede saber esta mocosa si yo trabajo con equipos de líderes locales y extranjeros? Son unos engreídos, no saben nada y todo les molesta. Aplicando todas las estrategias habidas y por haber de regulación emocional, logré acallar a mis monstruos y pude disimular mi rabia, logrando responderle con calma que no se preocupe pues me haría cargo de revertir la situación.

Por supuesto que la soberbia y la rabia seguían ahí gritándome. Pasé por minimizar la situación, negarla y por supuesto que creé (mental y emocionalmente) una batería de justificaciones perfectas para explicar por qué ellos tenían la culpa. Luego de unos días de procesar la situación, me di cuenta de que era momento de aceptar las cosas y trabajar en ello, así que empecé por preguntarme: ¿Qué es aquello que hice que pudo haberlos hecho sentir así? Con esta pregunta en mente, surgieron varias respuestas y fui capaz de definir estrategias personales que me permitieron cerrar este proceso (que duró casi un año), con mucho éxito y sigo siendo proveedora de Paola en las empresas en las que trabaja, pues ahora ya es una importante gerente de desarrollo del talento.

Pero este post, no pretende hablar de mí, pretende rendirles homenaje a las lecciones que Paola, a sus 26 años, dejó en mi:

  • Comunicación Directa: Lo primero que aprendí fue lo importante, que es el bajar las barreras de la jerarquía. Cuando empecé a mirar a Paola como mi colega y no como “una chibola a la que voy a ayudar” empecé a escucharla de verdad y a aprender de ella, haciendo mi gestión mucho más efectiva.              

  • Cooperar Vs. Competir: Entendí que nuestra generación había aprendido que para ganar se debe competir. Sin embargo, no hacemos distinciones sobre dónde o contra quién competimos y nos vemos inmersos en guerras silenciosas improductivas e insanas entre colegas, compañeros de trabajo y, sobre todo, entre áreas de una misma empresa. Paola me enseñó que cooperar es mucho más saludable y efectivo.  

 

  • Disfrutar: Un tiempo después, Paola me escribió para comentarme que se estaba yendo de la empresa pues había dejado de disfrutar su trabajo y necesitaba encontrar algo que la entusiasme. Le pregunté a dónde se iría y me dijo que no tenía nada todavía pero que buscaría otra posición. ¿De cuántos trabajos debí irme cuando tenía su edad? ¿Cuántos aprendizajes se perdieron por seguir en el trabajo seguro? Estas respuestas no las podré tener ahora. Pero dejar de dormitar en nuestros empleos y empezar a disfrutar y aprender de cada proceso por desafiante que este parezca es, tal vez, el mayor regalo que me dejó Paola.

 

Entré al mundo laboral en los 80s, en un contexto en donde el individualismo y el sobreesfuerzo eran necesarios para conservar nuestros trabajos y sobrevivir a una economía decadente. Si bien hoy no estamos boyantes de riquezas, nuestra economía ya no es la de esas épocas. Aprender de los millennials a cooperar y comunicarnos para crecer resultan siendo hitos importantes.

Sin embargo, esa necesidad profunda de disfrutar de lo que hacen, creo que ha generado en nosotros un poco de envidia pues no hemos tenido el coraje de comprender que el compromiso no es trabajar al punto de dejar tu vida en la oficina y que, si debemos tener un compromiso prioritario, es con nosotros mismos, en esa búsqueda de ser coherentes en cada contexto y actuación. Puedes no saber qué quieres hacer, puedes estar asustado, pero cuando empiezas a ser una persona que no te gusta, entonces tienes la obligación moral de encontrar nuevas y diferentes formas que te acerquen a tu esencia y al disfrute. 

NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.
Claudia Draghi

Claudia Draghi Coach ejecutiva y de equipos

Docente de Pacífico Business School. Business & Team Coach (ICC, Londres). Administradora y consultora en liderazgo, servicio y procesos de transformación cultural.

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