¿Te has preguntado cuánta basura generamos los peruanos? De acuerdo con el último reporte del Ministerio del Ambiente, desechamos 21 mil toneladas de residuos cada día y solo reciclamos el 1.9% del total. Sin embargo, no toda la culpa es nuestra. Es verdad que no todos tenemos hábitos de consumo y desecho responsable, pero también es cierto que muchos de los productos que utilizamos no fueron diseñados para reducir el impacto ambiental.
Según la Unión Europea, el 80 % de la contaminación que genera un producto se determina en la fase de diseño. Por ello, la forma y el peso de una botella de refresco, una caja de chocolates o un envase de leche no tienen que ser decisiones casuales o puramente estéticas, más bien deberían atravesar un proceso de diseño ecológico o ecodiseño, con el propósito de cuidar el planeta.
Para comprenderlo mejor, el ecodiseño es una práctica que nos permite identificar los impactos ambientales que tiene un producto, desde la selección de materias primas, su fabricación, embalaje y transporte, hasta el uso y fin de su vida útil, para hacerlo más sostenible, pero sin afectar su calidad, función o estética.
Todo eso suena muy bien, pero ya sea por desconocimiento o falta de responsabilidad ambiental, muchos profesionales y empresas peruanas diseñan productos nocivos, frágiles, poco funcionales, desechables o que son más baratos de renovar que de reparar; por ejemplo, los aparatos tecnológicos. En otras palabras, estamos acostumbrados a diseñar y consumir productos para usar y tirar, pero no nos detenemos a reflexionar sobre la contaminación que generamos.
Para hacerle frente a este problema, los diseñadores tienen el reto de capacitarse y aprender las nuevas formas y tendencias del diseño ecológico. Asimismo, la academia tiene la responsabilidad de formar profesionales que, además de ser especialistas en esta disciplina, ayuden a resolver problemas ambientales, sociales, económicos o culturales.
Por otro lado, las empresas deben incorporar estrategias de economía circular con el propósito de reducir el impacto ambiental de sus productos o servicios en cada fase: diseño, fabricación y distribución. En este proceso, descubrirán que el ecodiseño aporta significativamente a la rentabilidad de la empresa. Por ejemplo, incentiva la innovación, alienta la investigación, reduce los costos de producción y control de residuos sólidos, renueva los procesos de fabricación, crea nuevos mercados y, sobre todo, refuerza la imagen y reputación corporativa ante los grupos de interés.
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