Hay arquitectos y ciudades. Por lo menos así lo entendemos los arquitectos cuando visitamos una ciudad. La huella que muchas veces deja uno de aquellos en una urbe se hace muy intensa y puede generar una marca que dure siglos incluso. Eso sucede en ciudades como Florencia, que difícilmente podrá superar la marca indeleble que en el Renacimiento le impuso Filippo Brunelleschi con obras tan importantes como la cúpula de Santa María del Fiore o el Ospedale degli Innocenti. Más cerca de nosotros, se puede mencionar a Brasilia, ciudad profundamente marcada por el urbanismo de Lúcio Costa y la arquitectura de Oscar Niemeyer, sus grandes hacedores. Si bien se trata de ejemplos claros e indiscutibles, me atrevo ahora a postular lo mismo para São Paulo, donde el recientemente desaparecido Paulo Mendes da Rocha (1928-2021) ha dejado algunos edificios ejemplares que seguramente marcarán fuertemente a esa ciudad por mucho tiempo.
Nacido en Vitória (Espírito Santo, Brasil), Paulo Archias Mendes da Rocha se formó como arquitecto en la Universidad Presbiteriana Mackenzie, de donde egresó en 1954. Pronto fue convocado por Vilanova Artigas para enseñar en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de São Paulo. Ambos serían parte de la llamada Escuela Paulista, que tiene algunas afinidades y diferencias con la Escuela Carioca, la cual cuenta con Niemeyer como su máximo representante. La principal similitud es su apuesta por el uso del concreto armado y el predominio de la forma estructural. Su diferencia básica: la ausencia de curvas y estructuras sinuosas, algo que es determinante en la Escuela Carioca e inexistente en la Escuela Paulista, la cual apostará más por las estructuras lineales y los ángulos rectos. En ambos casos, hay que decirlo, se trata de dos expresiones que adoptaron los principios de la arquitectura moderna, convirtiéndolos en casi un estilo nacional en Brasil.
Si bien Vilanova Artigas fue el iniciador y mentor principal de la Escuela Paulista, le correspondió a Mendes da Rocha prolongar ese estilo en el tiempo. La modernidad paulista no fue impactada por la posmodernidad, y eso permite establecer una continuidad entre el edificio de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de São Paulo de 1969, de Vilanova, y el Museo Brasileño de Escultura (MUBE) de 1988, de Paulo Mendes da Rocha: dos extraordinarios ejemplos de una secuencia de espacios que solo permiten el uso de megaestructuras de concreto.
Aun cuando el nombre de Mendes da Rocha está vinculado con la expresión del concreto expuesto, también llamado brutalismo, fue una intervención en un antiguo edificio academicista la que le dio nuevamente una connotación internacional. La Pinacoteca del Estado de São Paulo (1988-1999) fue un interesante ejercicio de exploración espacial dentro de la vieja estructura muraria del edificio preexistente, el cual perdió sus enlucidos para mostrar su estructura de mampostería de ladrillo y sus vanos sin carpintería. El arquitecto se encargó de enlazar los espacios a través de puentes y escaleras ejecutados en acero corten, que atraviesan los patios del viejo edificio. “Es una obra que hicimos juntos con el arquitecto Ramos de Acevedo –diría luego Mendes da Rocha–, solo que con algo más de cien años de diferencia”, y que mereció el Premio Mies van der Rohe a la Arquitectura Latinoamericana en el año 2000.
En el año 2006 Mendes da Rocha recibió el Premio Pritzker de arquitectura, y fue el segundo brasileño en obtenerlo, pues en 1988 Oscar Niemeyer había sido distinguido con el mismo galardón.
Hace mas de cincuenta años Aldo Rossi escribió una obra fundamental para la arquitectura, a la que tituló La arquitectura de la ciudad. Se trataba de entender racionalmente un determinado contexto urbano para poder producir una arquitectura que se inserte adecuadamente dentro de aquel, utilizando un lenguaje arquitectónico contemporáneo, con alguna referencia de tipo historicista. Paulo Mendes da Rocha entendió que para el caso de São Paulo, el principal valor de esa ciudad es su apuesta por el puro presente, por lo contemporáneo, por lo nuevo. Da Rocha fue, de alguna manera, el arquitecto de su ciudad.
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