En el 2007, el proyecto una laptop por niño fue una metida de pata mayor: una decisión que no logró sus objetivos y además ocasionó costos políticos, económicos y/o sociales inesperados.
El Perú fue, después de China, el país que más laptops compró: cerca de 900 000. En total, entre el costo de las laptops y la implementación se gastaron por lo menos USD44 millones.
La decisión de adquirir las laptops se tomó apresuradamente. En tres actos: en abril de 2007 el director de la Dirección General de Tecnologías Educativas del MINEDU viajó a Boston a conocer el proyecto OLPC (One Laptop per Child); casi de inmediato se implementó un proyecto piloto en la IE Romeo Luna Victoria en Lima; y el 30 de octubre de 2007 se aprueba la Ley 29109 que autoriza un crédito suplementario para el MINEDU, para la adquisición de 900,000 laptops para alumnos de IES del nivel primario a nivel nacional.
¿Cuál fue el resultado de este proceso? La lista de ejemplos que ilustran esta metida de pata es extensa, pero estos son algunos de los más relevantes: las laptops llegaron, tarde (se distribuyeron hasta el 2012), a escuelas y comunidades donde no había electricidad ni internet (así que tuvieron que adaptarlas para que el sistema funcione con discos externos – a un costo adicional); los profesores no sabían cómo usarlas y optaron por no usarlas en clase; pocos padres quisieron que sus hijos las lleven a casa porque no querían asumir la responsabilidad de cuidarlas - ¿quién se hacía responsable si les pasaba algo?; y muchas laptops quedaron almacenadas – y seguramente ahí están todavía las que no se quemaron en un incendio.
¿Por qué paso esto? Cinco explicaciones rápidas:
1.- “Spin” y ego, no evidencia: Se apuraron, no investigaron con cuidado ni realizaron pilotos relevantes ni se ocuparon de revisar las evaluaciones del plan Huascarán del gobierno de Alejandro Toledo. El piloto se realizó en un colegio de Lima, con acceso a los servicios necesarios, cuando debió realizarse en una combinación de localidades, urbanas y rurales. En ese entonces la "idea" surge no de un análisis correcto de la problemática ni de posibles soluciones sino de la necedad por verse, a ojos del mundo, como un actor innovador en el contexto de una crisis: dos semanas después del terremoto del 2007 Alan García anunció la entrega de las “laptops de 100 dólares”: “Aprovechemos esta situación para darle al Perú una mejor calidad educativa,” dijo.
2.- Desconexión operacional: Los encargados de diseñar proyecto no le prestaron atención al conocimiento de quienes tenían que implementarlo - no los involucraron ni en la decisión ni en el diseño. Hubiesen notado que los profesores de escuelas unidocentes y multigrados ya tenían mucho con qué lidiar y que, en la mayoría de los casos, vivían y trabajaban en situaciones precarias.
3.- Ignorancia técnica: Se puso a la tecnología y la novedad de la tecnología por encima del contenido y los procesos. Y, lo peor, no se entendió la tecnología - que terminó costando más. (En un estudio de metidas de pata en el Reino Unido, The Blunders of our Governments, Anthony King y Ivor Crewe, encuentran que las peores, de lejos, son las que involucran tecnología. No hay gobierno - y para tal caso, empresa - que salga airoso de un proyecto tecnológico; peor aún cuando es apresurado).
4.- Ausencia de deliberación y debate público: No hubo deliberación, nadie le dijo "no" al gobierno de García, y los promotores del proyecto avanzaron como si no existiese un Congreso fiscalizador, una academia o un sector que pudiese ofrecer opiniones informadas o alternativas para mejorar la educación en el Perú – que evitasen este inevitable despilfarro.
Pero, sobre todo, pensaron que el Perú es un solo país y se imaginaron una solución para todos:
5.- Desconexión cultural: No prestaron atención a las obvias diferencias de vida entre los que diseñaron la política y los supuestos beneficiarios: los niños y sus familias (y los profesores) que viven en condiciones precarias en las que usar y cuidar una laptop se convierte en una preocupación más. No registraron, o no quisieron registrar, que mucho peruanos no tenían acceso a electricidad y menos internet. Si no lo tienen hoy, peor aún en el 2007.
Al actual Ministro de Educación le ha tocado defender el intento de compra de tablets por casi el doble del costo del proyecto una laptop por niño, en medio de la pandemia y una lucha campal por el futuro de la reforma universitaria. No sugiero, ni por un segundo, que hubiese dolo - no del ministro- en la decisión o el proceso de adquisición frustrado. No dudo en su buena intención y conocimiento sobre el sector ni en el potencial que ofrece la tecnología al rendimiento educativo. Pero no puedo evitar pensar que abundan experiencias de las cuales aprender cómo no hacer política pública y que esto, más aún en este contexto, pudo evitarse.
Este nuevo capitulo exige, por lo menos: una mejor atención a y comunicación de la evidencia que sustenta (o no) el proyecto de tablets; mayor participación de quienes tendrán que implementar la política y de los supuestos beneficiarios de las tablets; un horizonte de más largo plazo que escape de la urgencia de la respuesta a la pandemia y del mensaje político; y una deliberación pública sincera. Esto último recae, en buena parte, en los think tanks, investigadores en educación, los medios de prensa y la sociedad civil en su conjunto.
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