La combinación de la pandemia, crisis económica, pésimo gobierno, sumados al caos político del 2020, nos ha hecho retroceder en todos los índices de desarrollo. Ello se ha expresado en todos los campos, inclusive en lo ambiental. Vale hacer un esfuerzo sobre que es rescatable de este año que se va, y de las lecciones de este para el año del Bicentenario.
En un año en que hemos tenido 4 ministros del Ambiente, difícilmente se puede encontrar algo significativo en cuanto a avances. Más bien lo que resalta son los negativos. Seguimos deteriorando nuestro capital natural con una deforestación que se mantiene a niveles récord, y aún no tenemos las áreas protegidas marinas prometidas para manejar mejor nuestro mar. En lo positivo, si bien se han establecido nuevas y ambiciosas metas en relación con la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, estas son aspiraciones que se suman a otras aún por cumplir.
Sin embargo, también ha habido otras buenas noticias, aunque mayormente de tipo punitivo. Entre ellas, el desbaratamiento de mafias de tala ilegal (caso de “los cumaleros”), o de golpes a la corrupción (mafias madereras en Loreto), y el éxito la “Operación Mercurio” en Madre de Dios que redujo la minería ilegal en más del 70%. También está la desactivación del intento en el congreso de flexibilizar las normas ambientales, la negativa a más obras en Paracas, y el des-encubrimiento de escándalos en la pesca industrial.
Entendiendo al sector ambiental como un eje transversal, de que nuestros recursos naturales y un ambiente sano son buenos para la población, la economía y para la política, resulta intrigante el por qué este aún no toma la importancia que merece, más aún en tiempos de emergencia sanitaria y económica. ¿Por qué no podemos parar la deforestación en la Amazonía? ¿Por qué aún no contamos con la Reserva Nacional Mar de Grau? ¿Por qué no podemos mejorar el manejo de desperdicios y plásticos en nuestras ciudades? El que se ha encontrado que hasta los microplásticos pasan a través de la placenta materna a un bebe en formación, es algo que debería preocuparnos.
Los avances del 2020 nos dan las pautas y esperanzas para una agenda del nuevo año: ellos han sido el producto de un trabajo coordinado entre varios sectores de gobiernos, instituciones públicas y de la sociedad civil, y con el uso tecnología de punta. Estas nos han mostrado que “si se puede” trabajar juntos. La “interoperabilidad” entre sectores de gobierno y de la sociedad civil, es a mi parecer el principal desafío para empezar el Bicentenario. Tenemos una legislación ambiental robusta, buenos profesionales, el conocimiento, y la tecnología para hacerlo.
En este periodo de transición, se debe reforzar a las instituciones encargadas del cuidado ambiental. Y la tarea principal del nuevo gobierno deberá ser la de hacer funcionar esa máquina, que ya tiene todas las piezas en su lugar. Y de nuestra parte como sociedad civil, nos tocará darle un empujoncito para que ella arranque.
Comparte esta noticia