En estos días se debate si el Ministerio Público debe firmar un acuerdo de colaboración con la empresa Odebrecht, o si debe prohibirse a esta empresa realizar sus actividades en el país. Los que proponen esta segunda opción no saben bien lo que es una empresa, o, en el mejor de los casos, tienen una confusión entre un negocio y una empresa.
Una compra/venta de un automóvil o una refrigeradora, una inversión financiera o una inmobiliaria, es un negocio de corto plazo. Puede darse una sola vez, o puede repetirse. Su objetivo es aumentar el dinero, obtener una ganancia en la operación.
Una empresa, por supuesto que debe producir ganancias; no solo es una justa recompensa al riesgo de invertir dinero, sino que también es una medida de la eficiencia de la empresa. Pero las empresas son mucho más que esto.
Producen bienes o servicios que satisfacen necesidades de la población, atendiendo diversas demandas de los consumidores. Generan empleo de diverso tipo, de ejecutivos, profesionales, técnicos y obreros. Compran materias primas, insumos y servicios a otras empresas formando parte de cadenas de valor. Entrenan y califican a su personal. Realizan actividades de investigación y desarrollo, produciendo innovaciones. Acumulan un invalorable know how en tecnología, en gestión, en marketing, y otros campos. Pagan impuestos y contribuciones a gobiernos e instituciones públicas que se incrementan con su crecimiento. Crean y consolidan marcas con valores crecientes que dan prestigio a la región y los países. Utilizan activamente al sector financiero, pidiendo préstamos y levantando capital, dando buen uso al dinero de ahorristas e inversionistas. Cumplen las leyes y regulaciones nacionales y locales, formalizando la economía. Realizan actividades de responsabilidad social empresarial con las comunidades y en defensa del medioambiente. Participan en gremios empresariales, sectoriales, regionales, nacionales e internacionales, formando parte de la sociedad civil. Interactúan con gobiernos, universidades, organismos internacionales, organismos no gubernamentales, contribuyendo a la densidad institucional del país.
Las empresas, como los seres humanos, cometen errores, algunas veces graves, como la corrupción de funcionarios, transgresión e incumplimiento de leyes y normas, contaminación del ambiente, engaño a clientes y autoridades, entre otros. Esto ha ocurrido desde siempre, y los gobiernos de los países desarrollados, y de los emergentes exitosos, no se les ocurre castigar a las empresas y cerrarlas, sino buscar, individualizar y sancionar a las personas responsables, salvando a las empresas para que continúen creando riqueza.
Prácticamente todas las grandes instituciones financieras norteamericanas incurrieron en malas prácticas que llevaron a la crisis financiera mundial del 2008; el gobierno, a través de su ministerio (departamento) de justicia las ha sancionado drásticamente, pero no se le ha ocurrido cerrarlas, lo que multiplicaría la crisis anterior. La General Motors ha sido salvada varias veces por el gobierno, por ineficiencia y malos manejos; a nadie se le ocurrió cerrar al símbolo de la industria de Estados Unidos. El gobierno alemán ha sancionado a Siemens y a VW por diversos delitos, removiendo a los responsables, pero las ha ayudado a superar sus problemas.
En el Perú, sigamos estos buenos ejemplos, ayudando a Graña y Montero, y otras empresas de la construcción, a reformarse y superar sus problemas para que puedan seguir contribuyendo con el desarrollo nacional.
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