Poco a poco el mundo se está recuperando de la noche oscura que generó la pandemia del COVID-19. Si bien las economías, las nacionales y las familiares, siguen sufriendo sus efectos, las principales empresas del mundo se encuentran en una carrera tecnológica sin precedentes, tratando de aprovechar al máximo las 1,700 tecnologías que se han venido investigando en los laboratorios del mundo en los últimos dos años, según la empresa consultora Gartner.
Estas tecnologías, basadas principalmente en la convergencia NBIC (Nano-Bio-Info-Cogno), si logran superar las pruebas de mercado, transformarán dramáticamente la forma en que trabajamos y producimos, enseñamos y aprendemos, nos relacionamos e interactuamos, e incluso, cómo nos entretenemos y divertirnos.
En las últimas ferias de productos de consumo, vemos que aquellos que más destacan son los que integran de una manera eficiente e innovadora las cualidades que provienen de la inteligencia artificial, de los nuevos materiales nanoestructurados, la gran capacidad de los micro y nanoprocesadores, e incluso de la interrelación con componentes biológicos. Hay un enorme mercado para las innovaciones, ¿pero se han puesto a pensar en cuántos de esos productos novedosos provienen de América Latina y el Caribe (LAC)?
Para tratar de encontrar la respuesta, acudimos a las estadísticas de la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual) y lo que encontramos es que del total de patentes mundiales (2019, último año con condiciones “normales”), la región LAC sólo contribuye con el 1.7 %, aún cuando representamos el 9% de la población mundial y el 8 % del PBI del globo. Realmente muy poco. Y para conocer si la brecha tecnológica se amplía o no, comparamos los datos del 2011, y comprobamos con suma preocupación que, en ese año, LAC contribuía con el 2.8 % de las patentes de invención mundiales. Es decir, en casi una década, la participación de la región cayó en casi un 40%. ¿Década perdida para LAC? Más que eso, yo diría década ganada por Asia, que de 55% en 2011 pasó a 65 % en 2019.
¿Estamos participando en una carrera ya perdida? No lo creo. La ventaja que podemos aprovechar es que la tecnología avanza por oleadas, las llamadas “olas tecnológicas”, y debemos aprovechar al máximo las próximas que vienen, como lo hacen los notables surfistas peruanos con las olas marinas. Para ello, necesitamos: identificar y anticipar las posibles olas (con prospectiva y vigilancia tecnológica), formar profesionales e investigadores en esas tecnologías para que estén entre los primeros que las dominen, invertir en infraestructura de I+D+i de punta en esas tecnologías, y animar a los inversionistas a que instalen sus laboratorios y plantas de producción de los futuros productos en nuestro territorio. Esto no es nada nuevo, las naciones del Asia lo vienen haciendo desde hace 4 décadas con los excelentes resultados que todos apreciamos.
El éxito asiático se debe principalmente a su apuesta por una educación de calidad, que genere oportunidades para todos, y por políticas de muy largo plazo que fomenten la creatividad, la innovación y el emprendedurismo. Ello los ha llevado a insertarse adecuadamente en todas las “olas tecnológicas” que surgieron desde 1980: las computadoras personales, internet, tablets y smartphones, redes sociales, hasta las que están ocurriendo hoy, internet de las cosas e inteligencia artificial.
Los países asiáticos avanzaron con una dinámica de saltos tecnológicos o “saltos de rana” (frog leaps, en inglés), pasando rápidamente y sin descanso, de ola en ola. ¿América Latina puede imitar ese proceso? La respuesta es sí.
La Organización de Estados Americanos (OEA) viene ejecutando la iniciativa PROSPECTA AMÉRICAS para que los países de LAC puedan insertarse en la revolución tecnológica que vivimos, asumiendo un compromiso solidario de especialización en una determinada tecnología transformadora. México ya se comprometió a especializarse en Blockchain. Colombia en Robótica e Inteligencia Artificial. Perú está en vías de asumir el compromiso en nuevos materiales nanoestructurados. En poco tiempo, LAC puede construir bases firmes desde donde proyectarse a dar esos esperados saltos tecnológicos. El futuro nos espera. Todo depende de nosotros y del impulso de nuestros gobiernos.
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