Las líneas peatonales en la pista cumplen una función importante y protectora para el caminante; si estas no existieran los choferes pararían sus automóviles lo más cercano al semáforo o a la calle que atraviesa su camino. Esto no permitiría que haya un espacio seguro para que los peatones pudieran cruzar sin peligro. Asimismo, dichas líneas son una señal para que los carros disminuyan la velocidad y se detengan, y así las personas puedan andar sin riesgo a ser atropelladas. Respetar las líneas peatonales es una norma impuesta por la sociedad pero también es una ley propuesta por el estado y protegida por las fuerzas del orden.
Por muchos años esta regla fue ignorada por todo tipo de choferes. Estas líneas eran vistas como una obra de arte en blanco y negro totalmente irrelevante, que solo servía para adornar tenuemente el asfalto. Muchos no tenían idea de la función de las mismas y jamás se hubieran puesto a pensar que detrás de esas pinturas estaban siendo defendidos los derechos de los demás.
Cuando una persona actúa en base a la justicia y respetando los derechos de los otros, podemos hablar de una actitud moral o una conducta moral. La moralidad es este “angelito” que sale en los dibujos animados que nos permite ir tomando decisiones teniendo en cuenta al prójimo, en base a su cuidado o a la propia justicia. El desarrollo moral se divide en tres grandes estadíos (Kohlberg, 1984) y estos se subdividen en dos más cada uno. Sin embargo, en estos párrafos solo detallaremos el primero de todos, el estadío pre convencional.
Las personas cuyo desarrollo moral solo se ha mantenido en este primer estadío, son personas que suelen tomar decisiones o tener actitudes basadas en el miedo al castigo o en la búsqueda de su propio bienestar. No hay consciencia del porqué de la funcionalidad de la norma. No se tiene la capacidad o la necesidad de conocer que fundamentos morales o lógicos sostienen la existencia de cualquier tipo de regla. Simplemente se sigue el mandato porque existe el temor a vivir las consecuencias por no hacerlo. En la teoría de la psicología moral de Kohlberg (1984), recién en la adolescencia es que se puede pasar al siguiente estadío (Convencional) dado a las nuevas habilidades lógico – abstractas adquiridas.
Recién se puede entender que son las reglas establecidas por la sociedad, las que nos deberían llevar a una mejor convivencia. Que más importante que el premio o el castigo, es la razón del porqué se creó dicha norma. Una norma establecida en base a una convención.
Hace unos años, empezaron a multar (castigo) a aquellos choferes que no respetaban las líneas peatonales. Con la primera papeleta vinieron discusiones de diversas intensidades, llegando incluso a haber intentos de negociación ilícita (la coima). Pero cuando la consecuencia es firme y constante, se empieza a ver los efectos de la misma. Poco a poco las personas dejaron de detener sus carros encima de una línea peatonal, hasta generar un cambio a nivel social. Algo que nos lleva a reflexionar, es que actualmente no siempre hay un policía cerca y aun así se mantiene la regla.
¿Será que entendimos el porqué de la norma? ¿Será que interiorizamos el valor de la misma?
Lamentablemente (o no), cada vez que no se cumple dicha regla, aparece la nueva versión de un peatón empoderado capaz de quejarse, gritar, hacerte pasar vergüenza o incluso agredirte por no haber respetado su derecho. Lo cual nos trae de regreso al primer estadío moral, en donde el miedo al castigo sigue rondando nuestras cabezas.
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