“Democracia Suspendida”. Así tituló el diario The New York Times el 7 de abril de 1992, para informar sobre el autogolpe de estado mediante el cual el presidente de la república de entonces, Alberto Fujimori -elegido bajo las reglas democráticas con el voto popular- cerró las instituciones como el Congreso de la Republica o el Tribunal Constitucional y con apoyo de las Fuerzas Armadas, tomó el control del país restringiendo las libertades individuales.
El autogolpe del 5 de abril ha sido estudiado fundamentalmente desde las fisuras que trajo consigo a la democracia como modelo. Algunos autores han bautizado como autocracia a la situación desencadenada en el país para describir así a un gobierno que cerró las instituciones democráticas e instauró un nuevo régimen, caracterizado por el control político y la libertad económica.
Otra dimensión del impacto que tuvo el autogolpe en nuestra democracia puede verse en la esfera de los medios de comunicación. La información tuvo un rol fundamental en la dinámica del golpe, tanto la que fue producida por los propios medios de comunicación –y sus reacciones al hecho-, así como los filtros que colocó el propio gobierno para dar cuenta de la medida que había tomado, desde la instalación de tanques y personal militar en la sede de los medios hasta la información oficial distribuida en los medios ese mismo día. Entre las reacciones de los medios al autogolpe, se cuentan varias, pero solo quiero reseñar dos: la edición del diario La República del día 6 de abril con páginas en blanco y la transmisión en vivo –sin editar- del reporte de Univisión el día 5 de abril a cargo de la periodista María Luisa Martínez, corresponsal de la cadena Univisión.
Han transcurrido 27 años y, en una era donde la sobreabundancia de información, la velocidad e, incluso, la manipulación de la información, podría dejar hechos complejos en el pasado, el mismo hecho sigue suscitando debate desde otras miradas y formatos. Ahora encontramos nuevas narrativas en las redes sociales que nos recuerdan una serie de hechos alrededor de los sucesos políticos y que con el paso de los años adquieren una nueva connotación. Un aspecto que quiero destacar es como estos hechos que marcan la historia de las sociedades, en este caso, en particular de nuestro país, son contempladas (recordadas) por las nuevas generaciones. La generación pos memoria (Hirsh, 2008) trae formas de recuerdo que se desprenden del pasado pero que adquieren nuevos sentidos en relación al presente y a su manera de esperar o comprender el futuro. Más aún, la generación pos memoria en el Perú transforma ese recuerdo en una acción política que hoy se visibiliza a través de diversos grupos y colectivos en las redes sociales.
Así, la idea de la democracia suspendida es vista ahora no solo con ironía por las nuevas generaciones sino también como un contexto para hacer política desde el espacio virtual emitiendo nuevas narrativas que son transformadas o intervenidas y que expresar los nuevos sentidos de los jóvenes acerca de la democracia, la corrupción o los derechos humanos. Hacer memoria de los sucesos del 5 de abril, más allá de los delitos comprobados de corrupción y violación a los derechos humanos en la década del 90, trae consigo nuevas narrativas que ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre la necesidad de construir democracia -desde los forados y la amenaza del autoritarismo-, para fortalecerla desde los espacios insospechados donde habitan las nuevas generaciones.
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