Una de las festividades más importantes en el sector pesquero es, sin duda, el Día de San Pedro y San Pablo –que se celebra este sábado 29 de junio– pues ambos encarnan al pescador artesanal y que, más allá de su impronta religiosa, nos recuerdan la antigüedad y la tradición de la actividad pesquera. Sin duda, con el transcurso de los años, esta efeméride ya no solo involucra directamente a los hombres de mar sino a toda la comunidad en la que se desenvuelven, impregnándole un fuerte sentido de identidad a quienes se han convertido en generadores de empleo en los puertos. PRODUCE reconoce al pescador del año para esa ocasión y recientemente se lleva a cabo la espectacular regata de veleros en Cabo Blanco. No hay que olvidar que los pescadores se reivindican con orgullo como proveedores de pescado para la ‘mesa popular’.
Por ello, desde esta columna, queremos hablar un poco de lo que significa esta fecha, más allá de las festividades que se realizan este 29 de junio –en prácticamente en todos los puertos y caletas de nuestro litoral– y de los retos que debemos enfrentar en el sector para seguir creciendo.
En primer lugar, hay que tener presente que esta ocasión sirve para reconocer la valentía de aquellos hombres y mujeres que se dedican a la pesca, considerada una de las actividades más arriesgadas y difíciles en la actualidad. Es esta determinación la que ha hecho posible diversas pesquerías como la de anchoveta y varias otras, más recientes, como la de pota y perico, que requiere faenas de pesca de varios días, lo que ha implicado también acumulación de saberes y experiencias.
Por otro lado, esta fecha es oportuna porque nos hace pensar en lo que consumimos y de qué manera lo hacemos. Así, el pescado no es solo un recurso hidrobiológico que cae en las redes o anzuelos de un pescador que aspira con ello a mantenerse a él y su familia y que por ello es importante la sostenibilidad de sus actividades. Es también una persona que responde a nuestras demandas y preferencias culinarias. Por eso, asegurar el pescado no es solo pensar en el ceviche de esta semana o en el verano, es garantizar que estará disponible también para nuestros hijos y nuestros nietos. Porque la pesca responsable no es algo unilateral: es tarea, por supuesto de los pescadores, pero también de los consumidores y del Estado, que la regula.
Quizá convenga recordar que nuestras pesquerías actualmente están mucho más vinculadas al procesamiento del pescado y a las exportaciones que antes. Hasta hace unas décadas, solo la anchoveta y algunas otras pesquerías (vinculadas a conservas y congelados) requerían mano de obra que no estuviese en el mar sino en planta: el resto de lo que se pescaba se destinaba al mercado interno, especialmente desde el sector artesanal. Este cambio en los mercados de destino ha permitido ampliar las cadenas de valor de estas pesquerías generando mayor empleo, no solo en la descarga, transporte y venta, sino también en el procesamiento y en la diversificación de productos, ampliando su importancia social y económica. Sin lugar a duda, la pesca artesanal es la que más trabajos genera, algo que todavía no se ha analizado a profundidad en el Perú.
Esto es notorio en puertos en diversas partes de nuestro litoral. En el 2014, una publicación conjunta del Centro para la Sostenibilidad Ambiental de la UPCH y la Universidad de British Columbia estimó, en base a cifras del 2009, que 232 mil personas estaban involucradas en las múltiples cadenas de valor que tienen como base la actividad pesquera marina. El 45% trabaja en la fase de comercialización (incluidos restaurantes especializados en productos marinos), mientras que las fases de extracción y procesamiento contribuyen con el 32% y 20%, respectivamente.
Ahora bien, en el transcurso de estos 9 años, estas cifras han variado, ya que los empleos relacionados a la pesca industrial para harina de pescado han caído, hoy en día hay menos embarcaciones pescando y plantas procesando, pero a su vez se han mantenido, e incluso ampliado, varias actividades vinculadas a la pesca artesanal y del consumo humano en general, que la hace, en términos relativos, más importante aún en el sector pesquero y sus actividades económicas vinculadas.
En esa perspectiva, seguiremos insistiendo en la necesidad de mejorar la sistematización del conocimiento del cambiante ecosistema marino y los saberes de los pescadores, que debe ser integrada por el Instituto del Mar del Perú (IMARPE), así como por los reguladores, en las decisiones de la gestión pesquera En ese sentido, el gran reto será compatibilizar y completar bien los roles, las normativas y las políticas estatales con el objetivo de control y de regulación de la pesca. Vale la ocasión para tenerlo presente.
Comparte esta noticia