En el marco del largo e intenso debate sobre que el Perú cuente con una ley que regule ex-ante las fusiones y concentraciones empresariales, ley recientemente aprobada por el Congreso de la República, uno de los temas que ha generado mayor controversia es el vinculado con la supuesta falta de institucionalidad del Indecopi.
En efecto, quienes se oponen a una ley de este tipo han argumentado que nuestra agencia de competencia no se encuentra preparada para enfrentar esta clase de normativa; además, insinúan que un dispositivo legal de esta envergadura puede ser el caldo de cultivo para la corrupción.
Nada más lejano a la realidad.
En lo que respecta a la falta de preparación, cabe señalar que, a lo largo de sus más de 25 años de existencia, el Indecopi ha puesto de relieve su gran capacidad técnica. Sus decisiones, nos gusten o no, se encuentran bien fundamentadas y son referentes en otras jurisdicciones. Es una institución que nos prestigia internacionalmente y es reconocida como una de las mejores en América Latina. Es más, su estructura ha servido de modelo para las legislaciones de otros países de la región. En efecto, el denominado “modelo Indecopi”, el mismo que fuera criticado a inicios de la Década de los 90, al extremo de denominarlo un “Frankenstein”, se ha consolidado debido a que es responsable de diversos temas vinculados con el funcionamiento del mercado. Por ello, la frase “la unión hace la fuerza”, cobra particular relevancia. Sus múltiples responsabilidades legislativas le confieren fortaleza, puesto que los empresarios y consumidores la tienen presente en muchos niveles de su actividad diaria y se la percibe como una unidad.
Del mismo modo, en la medida que el Indecopi ha podido adquirir un conocimiento único del mercado peruano, le permite contar con un bagaje técnico irreplicable, en comparación con muchas instituciones públicas. Ello permitirá que, una vez que se promulgue la ley de fusiones, pueda asumir esa nueva responsabilidad con la solvencia que caracteriza a dicha institución.
En lo atinente a las insinuaciones, más o menos explícitas, en el sentido de que una norma de concentraciones empresariales puede corromper al Indecopi, cabe poner de manifiesto un rotundo no. Ello resulta en una exageración sin fundamento.
Quienes tuvimos el privilegio de diseñar el Indecopi, a mediados de 1992, apostamos por una institución ordenadora del mercado que comprendiera no solo los temas de competencia (Instituto Peruano de Defensa de la Competencia o Indeco, tal como estaba en el borrador inicial), sino que se le agregó la responsabilidad de la propiedad intelectual por dos razones. La primera, debido a que esta disciplina jurídica se vincula con el proceso competitivo. La segunda, para evitar que las multas por infracciones a la normativa de competencia sirvieran para financiar a la institución. En efecto, visto que los registros por propiedad intelectual sirven para sustentar el presupuesto del Indecopi, se marginan incentivos perversos.
Fue una apuesta sin precedentes a nivel internacional, la misma que se inspiró en el modelo escandinavo, promovido por el Profesor Ulf Bernitz, de la Universidad de Estocolmo, Suecia. Según sus postulados, el derecho del mercado -o que ordena el mercado- no puede ser regulado a través de compartimientos estanco. Debe ser visto como un todo.
El hecho de que el Indecopi sea un todo es lo que, precisamente, le brinda fortaleza institucional. Ello ha promovido que se dirijan muchos reflectores hacia esa casa y que se analice milimétricamente su accionar. Adicionalmente, debido a su política de transparencia, cualquiera puede acceder a sus resoluciones; lo que ha generado que sean objeto de un escrutinio permanente por parte de los empresarios, asociaciones de consumidores, gremios, y foros académicos, y que sean decisiones ampliamente debatidas. La transparencia del Indecopi, junto con el compromiso de quienes hemos trabajado en esa institución, marginan cualquier atisbo de corrupción.
En conclusión, el Indecopi está capacitado técnica y éticamente para afrontar este nuevo reto.
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