El virus de la insensatez recorre el planeta desde el día en que Donald Trump decidiera decirle al mundo que las mascarillas no eran necesarias. Si pensamos en los males que azotan el planeta en el que vivimos, una circunstancia parece recurrente y es que estamos gobernados por irracionales políticos llenos de ego y faltos de preocupación por los ciudadanos.
Cabría reflexionar en torno a por qué llegamos a esta situación y parece previsible que hay algo tras ese profundo estado de irracionalidad, que les conduce tomar decisiones aceleradas y llenas de rabia, como si de una reyerta en un jardín de infancia se tratara.
La situación con Joe Biden no ha mejorado, pero el malo de la película ha cambiado. Cada nuevo gallo en el corral de la política estadounidense quiere mostrar ser el macho Alfa de la manada, así que dicho y hecho su primera decisión fue lanzar un cohete y acto seguido generar desolación en Afganistán y reactivar el gigante del odio mundial de la guerra fría. ¿Acaso no era previsible la reacción de Rusia? Seguramente debieran haber reflexionado sobre los principios del arte de la guerra que escribiera Sun Tzu hace 2500 años, "conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo y en cien batallas nunca estarás en peligro", para haberse percatado que ante una reacción previsible y telegrafiada por el movimiento de tropas en Bielorrusia y Rusia ninguna salida militar sería exitosa, pues ninguna se salda sin la pérdida de vidas inocentes.
Por su lado el presidente de Ucrania peca de soberbia sin entender algo tan simple como haber negociado un acuerdo sobre algún aspecto estratégico como el gas, sin poner en riesgo el modo de vida de su país, dando a cambio un aspecto inmaterial como alejar el miedo a la OTAN; pues “ganar 100 batallas no es lo máximo de tus destrezas, someter al enemigo sin luchar lo es” (Sun Tzu). Una muestra más de falta de inteligencia al olvidar que en una guerra innecesaria nadie gana sino, todo lo contrario, todos pierden.
Si conocieran algo de la cultura rusa se darían cuenta de que priman el orgullo a la razón y que el desenlace actual era previsible sin ningún grado de incertidumbre. Tanto Biden como Putin vivieron la era de la escalada nuclear y siguen pensando igual que entonces por mucho Meta, WhatsApp o Tiktok que tengamos. Por su parte Putin y su desmesurada reacción no muestra sino impotencia y desprecio absoluto por la vida humana, tanto ajena como propia, e incapaz de llegar a un acuerdo que desaliente la proximidad del oponente y basándose únicamente en la fuerza bruta.
Hemos vivido años de equilibrio inestable, que solo precisaba de una chispa para avivar la llama. Trump puso la mira en China, el supuesto enemigo económico, y Biden en el supuesto enemigo militar, pero ¿saben qué? Los dos en realidad no hacían otra cosa que aquello que han aprendido de sus antecesores, si las cosas no van bien en casa, peléate con algún vecino para que se centren en otra cosa. Tal y como hicieran en la antigua Roma: a los ciudadanos pan y circo. Con Trump el virus de la COVID-19, las mentiras y el racismo le paso factura, así que lo único que se le ocurrió fue apretar el botón de la máquina de hacer billetes e inundar el planeta de moneda verde sin respaldo. Biden se encontró lo que podría denominarse como la mayor inflación de la historia de los Estados Unidos, así que también debía crear un enemigo exterior; para que las planas de la prensa no fueran siempre la misma. Recordemos los audios de la rueda de prensa de Biden sobre Ucrania en la insulta a un periodista tan solo por hacerle una pregunta obvia: ¿Qué pasa con la inflación? Y es que el diablo y la industria armamentística se frotan las manos, pues esta guerra de injusta destrucción de vidas humanas guarda su origen en una y sencilla razón: el dinero.
Mientras tanto los títeres de política mundial se suman al circo de desolación uniendo estupidez con falta de memoria histórica. Desagraciadamente, estamos gobernados por ineptos irracionales, sin preparación para entender lo que significa el ser humano.
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